por Claudia Rivero
Gran parte de la
sociedad rionegrina no sale de su asombro ante la insistencia del
gobierno provincial en instalar una central nuclear en su territorio,
cerca de la costa atlántica. Un empecinado plan sin licencia social,
con rechazo masivo y una lista de cuestionamientos sólo promete ser
una anécdota más en la historia de las luchas sociales contra el
desarrollo de este tipo de energía.
La consigna “en
la Patagonia no” va cobrando mayor fuerza en los movimientos
sociales, en las asambleas y en las organizaciones ecologistas de la
región. Para estas últimas, la discusión retrotrajo experiencias
del pasado algo lejano, cuando en la meseta de Chubut, en Gastre, se
proyectaba un repositorio o basurero nuclear para los residuos de
Atucha I y Embalse y otros traídos de distintos puntos del planeta.
El rechazo popular no se hizo esperar. El proyecto del basurero
nuclear tuvo origen en los 80, pero ante el fuerte rechazo durmió
por más de diez años hasta que en 1996, en un intento de
reflotarlo, se produjo la histórica marcha a Gastre con la
participación de casi dos mil personas de Río Negro y Chubut y
otras miles de varios puntos del país que se movilizaron en pleno
invierno. La marcha simbolizó la unión de voces de varias
organizaciones y los pueblos patagónicos en rechazo al negocio
nuclear. Por esa época, se aprobaron varias ordenanzas que
declaraban “zona no nuclear” a distintas localidades. Por
ejemplo: la declaración de Municipio no nuclear de El Bolsón data
de 1984 y sería la primera en el país.
Las razones
esgrimidas en defensa de la energía nuclear han caído hace tiempo
en un estruendoso demérito. El argumento de que es limpia y no
genera efecto invernadero es inconsistente ante los efectos
abismalmente más dañinos que podría provocar un pequeño
accidente. También resulta ser la más cara de producir. Tal como se
desarrolla en la investigación que hizo Bios, esto queda en
evidencia: “En ‘La ilusión nuclear’, Amory B. Lovins e Imran
Jeque estiman el costo de la electricidad de una planta nueva de
energía nuclear en 14 ¢ de dólar por kilovatio/hora; mientras que
la generada por un parque eólico cuesta 7 ¢ por misma unidad. Esta
comparación incluye los gastos de combustible, el capital, la
operación y el mantenimiento, la transmisión y distribución de la
energía. Pero no incluye los costes adicionales en las centrales
nucleares de la eliminación de sus residuos, las aseguradoras o el
desmantelamiento y el encapsulamiento y disposición final de los
residuos por miles y miles de años”. No es necesario aclarar la
gigantesca diferencia en los costos, y en quiénes recaerán éstos.
Además, se suman
los riesgos del desarrollo de este tipo de proyectos. Los accidentes,
el transporte del uranio, su manipulación, la protección de las
áreas donde se conservan los residuos y el cierre de minas de uranio
y de reactores son algunos de los puntos más sensibles.
Ante este
panorama, y el hecho mismo de que en la costa rionegrina se crearon
varias áreas naturales protegidas costeras valorando su
biodiversidad marina, vale preguntarse: ¿cuáles serán los reales
motivos por los que el gobierno nacional y provincial promueve la
construcción de la quinta Central nuclear aquí? ¿Cuál es la razón
oculta de la firma de los acuerdos con China? Seguramente es difícil
para muchos -me incluyo- descubrir las verdaderas motivaciones,
pero de lo que sí estamos seguros es del rechazo mayoritario de este
proyecto en la Patagonia.
Claudia Rivero
Militante
Ecologista
“Los
accidentes, el transporte del uranio, su manipulación, la protección
de las áreas donde se conservan los residuos y el cierre de minas de
uranio son algunos de los puntos más sensibles”.
Fuente:
Claudia Rivero, “De Gastre al intento de una central nuclear que nunca será”, 16/07/17, Río Negro. Consultado 17/07/17.
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