José Herrera
Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad
de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja
actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha
seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de
Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición
en el Centro Andaluz de Fotografía ”Operación Flecha Rota.
Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el
largometraje documental homónimo (2007).
por Salvador López
Arnal
Estábamos en
este punto. Citas una carta del 20 de diciembre de 1966 dirigida nada
menos que al dictador golpista y fascista. ¿Qué carta es esa?
¿Quiénes la firmaron? ¿A quién iba dirigida? ¿La escribió la
Duquesa roja?
JH.- Luisa Isabel
probó todas las posibilidades que le permitía el estrecho margen
normativo del Régimen. En realidad esa fue la primera de las dos
cartas dirigidas al Dictador, 28 días antes de la manifestación. En
ella los 267 firmantes le solicitaban, de la manera más respetuosa
posible, que las rebajas, hechas caprichosamente a nuestras
peticiones, sean justificadas por profesionales; así como la
expedición de certificados de descontaminación de tierras y
cosechas; certificados personales de no estar contaminados y copias
de los análisis realizados a las personas, tierras y productos
agrícolas. Silencio del Dictador. ¿Qué valor podría tener para él
una pequeña comunidad perdida en la profundidad esquinera del país.
¿Hizo
declaraciones públicas críticas sobre lo sucedido? ¿Cómo
reaccionó el gobierno?
JH.- Lo que más
les preocupaba a las autoridades era la prensa extranjera, que la
nacional se hallaba sojuzgada. La Duquesa, por su rango y relaciones
tenía numerosos contactos en las corresponsalías de los más
importantes rotativos. En aquellos meses realizó numerosas
entrevistas a medios de otros países. El Gobierno no podía impedir
esas entrevistas porque intentaba aparentar una libertad, inexistente
para sus súbditos.
Hablas de una
novela, “La base”. ¿De qué iba? ¿Se llegó a publicar?
JH.- Cuando
colisionaron las dos aeronaves por encima del cielo de Palomares, la
Duquesa estaba escribiendo «La Base» , sobre el alto coste social
que tuvo la implantación de la Base de Rota, las arbitrariedades
institucionales y el pago de “injustiprecios” en las
expropiaciones. Creo que fue publicado por una editorial parisina en
1970.
¿Se la jugó
realmente?
JH.- Los hechos
demuestran que se la jugó, y ello le supuso un alto coste. En la
entrevista que le realizamos para el documental se expresó, como era
característico en ella, de manera inequívoca: yo, lo que hice, lo
hice porque me dio la gana, lo sopesé y consideré que me merecía
la pena, punto. Si de algo soy responsable es de mis actos.
¿Siguió
comprometida con todo aquello durante mucho tiempo?
JH.- No cabe duda
de ello. Cuando salió de la cárcel por la defensa de los
palomareños, publicó la novela «La Huelga». El mismo Tribunal
de Orden Público, de infausta memoria, que la había condenado
anteriormente volvió a condenarla, pero en rebeldía, porque decidió
exiliarse antes a Francia.
¿Escribió,
publicó algún libro o artículo sobre lo sucedido?
JH.- Publicó en
entregas semanales lo vivido en Palomares y su periodo en la cárcel
en la prensa nacional, previa censura claro. De igual manera, intentó
sacar su libro: «Palomares. Memoria» (1968), pero los censores lo
mutilaron y decidió dejarlo para más adelante. Tendría que esperar
al nuevo milenio para ver la luz en la editorial de la UNED.
¿No había que
tener mucho, pero que mucho coraje para siendo mujer y duquesa tomar
el compromiso que tomó?
JH.- En aquel
tiempo la mujer nacía imbuida por el determinismo que marcaban los
angostos márgenes de su rol social; en un guión cerrado elaborado
por molleras más cerradas aún. Resulta indiscutible que ella se
valió de su estatus de noble, en un tiempo, en un país, todavía
jalonado por vetustos ecos feudales y caciquiles. Pero, aunque
pudiera moverse con una laxitud mayor que el resto de la ciudadanía
o gozar de ciertas exoneraciones valoradas como excentricidades, el
defender a los pequeñísimos, atrasadísimos y humildísimos
agricultores de Palomares, como los definió Emilio Romero, director
del diario «Pueblo» , e ir en contra del país valedor del
Dictador, supuso la transgresión de los invisibles límites de su
rango y figura, con la puesta en marcha del aparato represor del
Régimen.
¿Hemos sido
suficientemente justos son su papel, con su figura, con el
reconocimiento a su actitud? Finalizas así este apartado. “Cumplidos
el medio siglo, que sepamos, aún no se le ha reconocido su labor en
Palomares ni Villaricos”. ¿No deberíamos hacerlo? ¿A qué
esperamos?
JH.- Una de las
obligaciones y al mismo tiempo ventaja del investigador histórico
consiste en la ecuanimidad, por encima de prejuicios, filias o fobias
personales e ideología. Conocer con detalle su relación con los
damnificados, la férrea integridad con que se comportó con ellos y
consigo misma, ha sido una de las mejores y gratas sorpresas con la
que me he topado en la reconstrucción de lo sucedido. Por ello,
cuando hace más de un año se presentó el libro, volví a
desdoblarme, no sé si de manera esquizoide, en la figura de D.
Alonso Quijano. Presenté y sostuve frente al Ayto. de Cuevas del
Almanzora, la asignación de una calle principal con el nombre con
que era conocida allí: Duquesa de Medina Sidonia. El que no se haya
producido tal acción desde el advenimiento de nuestra democracia, se
me antoja como un desalentador acto de amnesia e ingratitud, a la que
tendemos tan frecuentemente los humanos.
Se te intuye muy
emocionado, muy próximo al ejemplo y la figura de esta luchadora.
¿Es el caso?
JH.- Es que fue
la única persona en aquellos duros momentos, nadie más, que intentó
desmontar la historia oficial, amparó, asesoró y ayudó a los
vecinos empleando sus energías, seguridad personal, hacienda y
libertad, en contraposición con el régimen y la sociedad de su
tiempo, que la vilipendió y apodó, a pesar de su independencia
política, la «Duquesa Roja».
Unas palabras
finales de recuerdo, de homenaje si quieres.
JH.- Uno de los
guardias civiles nacidos en la zona, J.M. Fernández Agüera,
partícipe en los operativos relacionados con la Duquesa, con la
perspectiva del tiempo transcurrido nos confesó en 2003: Nos llevaba
por el camino de la amargura. (...) Se le hizo sufrir mucho, pero
ella hizo sufrir más, porque era inaguantable. Pensábamos que era
protagonismo, pero luchaba solamente por los intereses de los
agricultores. Yo a esa señora, en vistas de todo lo que vi allí, le
hubiese puesto un monumento.
En la cárcel se
le ofreció repetidamente la libertad a cambio de mostrar su
arrepentimiento, pero siguió penando porque se mantuvo firme a sus
ideas. Persona de ley, de inquebrantable lealtad consigo misma, rara
avis en tiempos de codicia y descrédito, donde el mito de Fausto a
precios de saldo nos acosa y anega, sumidos en una crisis de valores
de incierto futuro. Su fortaleza de espíritu y coherencia se nos
muestran como modelo ideal frente a la inmundicia de espíritu. A
pesar de la represión que sufría en sus carnes, llegó a bromear
con la insólita situación histórica que se dio entonces: el
título más antiguo de España en el trullo y el más nuevo, el
príncipe, jurando los fueros...”.
Fuente:
Salvador López Arnal, “La Duquesa Roja fue la única persona en aquellos duros momentos que intentó desmontar la historia oficial y amparó, asesoró y ayudó a los vecinos”, 26/04/17, Rebelión. Consultado 03/05/17.
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