Entrevista
a Pablo Fajardo, abogado ambientalista.
por
Adoración Guamán
Tras
23 años de litigio, el juicio contra Chevron se ha convertido en el
caso de justicia ambiental más documentado y debatido en foros
internacionales.
Si
hay una lucha que representa el coraje y la resistencia de los
humildes frente a los abusos de las multinacionales esa es, sin duda,
la del caso Chevron/Texaco en la Amazonía, uno de los desastres
ambientales más terribles del planeta. Todo comenzó cuando la
multinacional estadounidense obtuvo en 1964 una concesión de más de
un millón de hectáreas en la Amazonía norte de Ecuador para
explorar y extraer petróleo. Al llevar a cabo su actividad,
Chevron/Texaco realizó una serie de operaciones, vinculadas a una
reducción de costes en la explotación, que provocó derrames de
crudo de enormes magnitudes, que causaron la destrucción de más de
450.000 hectáreas de bosque tropical amazónico y dejó 30.000
víctimas.
Tras
23 años de litigio, el juicio contra Chevron se ha convertido en el
caso de justicia ambiental más documentado y debatido en foros
internacionales y en facultades de Derecho de diversos países. Es,
además, el emblema de luchas locales, regionales y mundiales, un
referente de las vías de acceso de los pueblos a la justicia frente
a las violaciones de los derechos humanos cometidas por las empresas
transnacionales.
El
abogado de esta lucha, Pablo Fajardo (Manabí, 1973), ha conseguido
poner contra las cuerdas a los directivos de Chevron, exigiendo
incluso una investigación sobre éstos ante la Corte Penal
Internacional de la Haya.
Encontrarse
con Fajardo no es sencillo. Pasa sus días en la Amazonía trabajando
con los afectados mientras continúa con la batalla jurídica en
distintos países, las conferencias, el trabajo con organizaciones de
la sociedad civil y la participación en el grupo de trabajo
intergubernamental para un tratado vinculante sobre empresas y
derechos humanos en las Naciones Unidas. En medio de esta intensa
actividad, conseguimos cuadrar un encuentro en la sede de la Unión
de Afectados y Afectadas por las Operaciones Petroleras de Texaco
(UDATP) en Quito, pocos días antes de que Fajardo iniciara una gira
por diversas ciudades españolas para difundir el caso y recabar
apoyos de entidades y organizaciones.
Fajardo
sabe que tiene en sus manos una enorme responsabilidad y que, aunque
no quiera, se ha convertido en el símbolo de la lucha de David
contra Goliat, de los pueblos del Sur Global frente a las atrocidades
cometidas impunemente por las multinacionales. Pero nada de eso le
roba la serenidad, la humildad y la sonrisa. Y así, con un par de
cafés, comenzamos el recorrido por el desastre y hacia la esperanza.
Empecemos
con algunos datos que muestren la magnitud del desastre, ¿qué
irregularidades cometió la empresa y cuáles han sido las
consecuencias de aquellos vertidos?
Las
prácticas de la empresa fueron voluntariamente orientadas a
conseguir una reducción de costes, sin tomar las precauciones
necesarias (por ejemplo, las piscinas para los residuos, que medían
como mínimo más de 300 metros cuadrados, se construyeron en las
inmediaciones de las fuentes de agua superficial) y se vertieron de
manera intencional a los ríos de la Amazonía más de 16.000
millones de galones de agua tóxica (agua mezclada con tóxicos
producto de la extracción). Los vertidos cubrieron de petróleo más
de 1.500 kilómetros de vías o carreteras y destruyeron más de
450.000 hectáreas de bosque tropical amazónico donde habitaban
pueblos indígenas ancestrales como los siekopai, sionas, cofanes,
waorani, tetetes y sansahuari.
Varios
estudios de salud, entre ellos, los contenidos en los libros Las
palabras de la selva, de Carlos Beristain, y Cáncer en la Amazonía,
de Miguel San Sebastián, realizados en la zona, determinan la
existencia de cientos de casos de cáncer plenamente atribuibles a la
constante exposición a los tóxicos arrojados por la petrolera.
Y,
evidentemente, todo esto vulneraba las cláusulas de la concesión y
la normativa ecuatoriana e internacional...
Sí, sin duda. De acuerdo con la ley ecuatoriana, el contrato de concesión y las prácticas operacionales de esa época, la compañía estaba obligada a utilizar la mejor técnica posible para evitar el impacto ambiental y así no afectar la vida de las personas ni del ecosistema; pero la actitud irresponsable adoptada por Chevron generó uno de los peores desastres ambientales de la historia de la humanidad causado por una transnacional. Frente a Chevron, y con el sueño de lograr una reparación del daño causado, más de 30.000 indígenas y campesinos de la Amazonía ecuatoriana plantearon en 1993 una demanda contra la petrolera en el Estado de Nueva York; es decir, ante el sistema judicial norteamericano.
Sí, sin duda. De acuerdo con la ley ecuatoriana, el contrato de concesión y las prácticas operacionales de esa época, la compañía estaba obligada a utilizar la mejor técnica posible para evitar el impacto ambiental y así no afectar la vida de las personas ni del ecosistema; pero la actitud irresponsable adoptada por Chevron generó uno de los peores desastres ambientales de la historia de la humanidad causado por una transnacional. Frente a Chevron, y con el sueño de lograr una reparación del daño causado, más de 30.000 indígenas y campesinos de la Amazonía ecuatoriana plantearon en 1993 una demanda contra la petrolera en el Estado de Nueva York; es decir, ante el sistema judicial norteamericano.
¿Qué
ha alegado Chevron/Texaco en su defensa?
Aunque
las afectadas se cuenten por miles se trata de una lucha de David
contra Goliat. No luchamos sólo contra una multinacional y su
ejército de abogados, sino contra una arquitectura de la impunidad,
un entramado de normas internacionales y de prácticas empresariales
que han construido un espacio de impunidad donde las transnacionales
pueden permitirse la comisión de estas atrocidades sin que se les
responsabilice por las consecuencias.
En
concreto Chevron activó dos argumentos para su defensa. En primer
lugar, y a efectos de lograr que los jueces norteamericanos
desestimaran la demanda, la petrolera consiguió que, en 1998, el
gobierno de Jamil Mahuad firmara un Acta de Finiquito que liberó a
Chevron de cualquier demanda del Estado Ecuatoriano a cambio de una
“remediación ambiental” operada por la empresa que sólo remedió
una pequeña parte del daño causado. En segundo lugar, la empresa
utilizó el argumento jurídico del foro no conveniente, al afirmar
que el sistema norteamericano, no era el foro adecuado y que si, en
todo caso, se debía tramitar un juicio, éste debía ser ante el
sistema judicial ecuatoriano, que en aquel momento parecía ser el
más proclive a proteger los intereses de la multinacional.
Finalmente, depués de nueve años de litigios ante el sistema
norteamericano, Chevron ganó esa batalla y el caso se radicó en
Ecuador. La petrolera argumentó, de nuevo, que el sistema judicial
ecuatoriano no era competente.
Tras
una batalla jurídica agotadora, en 2011, la Unión de Afectados/as
por las Operaciones Petroleras de Texaco (UDAPT) logró que Chevron
fuera condenada a pagar más de 9.500 millones de dólares para
reparar el daño causado. Pero ya era tarde, durante todos esos años
de proceso Chevron retiró todos sus bienes y activos en Ecuador.
Esto generó la imposibilidad de ejecutar la sentencia en el país
donde se produjo el daño. Inasequible al desaliento, con miles de
víctimas a las que defender, la UDAPT y su equipo de abogados
continúan hoy litigando en las cortes de Estados Unidos, Canadá,
Ecuador, Brasil, Argentina e incluso ante la Corte Penal
Internacional. Han llegado a obtener el respaldo de varias relatorías
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pero hasta hoy no han
logrado algo tan fundamental como la posibilidad de ver ejecutada la
sentencia. En realidad, no solo se nos está negando la compensación
por los innumerables daños, sino que este caso demuestra, además,
cómo las grandes multinacionales consiguen vulnerar el derecho de
las personas y los pueblos al pleno acceso a la justicia.
Si
las multinacionales cometen crímenes como este a lo largo y ancho
del planeta y no existen normas internacionales o nacionales capaces
de evitarlos y asegurar la protección a las víctimas, ¿quiere
decir que hay una lex mercatoria que protege sus intereses y que se
sitúa por encima de los tratados internacionales de derechos
humanos? ¿Cuáles son los mecanismos concretos que utilizan estas
empresas?
Existe
sin duda un entramado jurídico procesal que se erige como una
sucesión de murallas destinadas a impedir o desincentivar la acción
de las víctimas en defensa de sus derechos y la determinación de la
responsabilidad de las multinacionales. El primero de los obstáculos
es, sin duda, el económico, es decir, el coste de los procesos.
Según los datos, algunos públicos y otros extraídos del análisis
de costo, Chevron ha gastado más de 2.000 millones de dólares en su
defensa. Ha contratado más de 60 bufetes de abogados en distintos
países, decenas de empresas de comunicación o de lobbies.
Adicionalmente, Chevron usa mucho de su dinero para chantajear a
distintos gobiernos del mundo con el fin de comprar impunidad. Por
ejemplo, cuando la UDAPT logró activar el embargo en la República
de Argentina, Chevron ofreció realizar millonarias inversiones en el
yacimiento Vaca Muerta a cambio de que los jueces levantasen ese
embargo. Finalmente, el chantaje les funcionó: la Corte Suprema de
Argentina, el 4 de junio del 2013, levantó el embargo y el 16 de
julio se suscribió el contrato de inversión entre Chevron y el
gobierno argentino.
Por
añadidura, la superioridad económica de la empresa se traduce en la
contratación de expertos para fabricar pruebas que le descarguen de
responsabilidad. Durante el proceso judicial en Ecuador, se
realizaron más de 80.000 pruebas para comprobar la contaminación,
106 informes o reportes de expertos, 60 de los cuales pagados
totalmente por Chevron. Durante la fase de investigaciones de campo,
el multitudinario equipo de expertos que trabajaba para Chevron debía
hacer un gran esfuerzo para no hallar residuos de tóxicos; y cuando
daban con ellos su trabajo era ocultarlos o minimizar su impacto.
Como
es evidente, es imposible para los pueblos indígenas y campesinos
competir y hacer frente a una corporación que utiliza todo su
potencial económico para defenderse en un sistema que, al final, no
garantiza la igualdad para las partes.
Hablaba
de murallas sucesivas...
La
segunda de las murallas la construye la propia dinámica empresarial
y sus estrategias de descentralización productiva que le permiten
ocultar la personalidad de la empresa matriz y diluir así la
responsabilidad por los crímenes cometidos tras las empresas
subsidiarias. Según el informe publicado en 2011, PipingProfits, de
la delegación noruega de la coalición mundial PublishWhatyouPay,
Chevron es una de las corporaciones más opacas del mundo. Mantiene
más de 77 empresas subsidiarias, la mayoría de ellos en paraísos
fiscales. Uno de los casos que nos aclara mejor esta telaraña es la
ingeniería que construyeron en Argentina para ocultarse de nuestro
juicio. La UDAPT, que ganó el caso de forma legítima ante las
Cortes del Ecuador, hoy está abocada a realizar distintas acciones
de exequatur [homologación de sentencia] en jurisdicciones
extranjeras, como Canadá, Brasil y Argentina. En todas ellas,
Chevron procura ocultarse tras el velo societario, tras las
subsidiarias. El pasado 20 de enero, un juez de Toronto nos dio la
razón en muchos aspectos en nuestro litigio por tratar de homologar
la sentencia ecuatoriana. Sin embargo, el mismo juez afirmó que
Chevron Corporation es una empresa distinta a Chevron Canadá. En
otras palabras, hasta este momento a Chevron le ha dado resultado el
ocultarse detrás del velo societario, de las corporaciones creadas
principalmente en paraísos fiscales. Está claro que no usan esos
países solo como un mecanismo para evadir impuestos, sino que
también lo hacen para ocultarse de la justicia.
¿Hay
más obstáculos?
Sí.
El tercero de ellos se deriva, evidentemente, de la connivencia que
existe entre los intereses de las multinacionales y los de algunos
gobiernos como el de Estados Unidos. En este caso, tanto el sistema
judicial como la administración pública de ese país han protegido
y siguen protegiendo ferozmente a la corporación. Por ejemplo, en su
momento Wikileaks reveló al menos nueve cables que evidenciaban las
presiones que ejercía la embajada norteamericana en Quito sobre el
gobierno y el sistema judicial ecuatoriano para ayudar a Chevron.
Adicionalmente, en los últimos años, el sistema de justicia
estadounidense, asentado en Nueva York, ha emitido resoluciones que
prohíben que se pueda ejecutar nuestra sentencia en Estados Unidos
por un supuesto fraude. Durante el proceso judicial, prohibieron a
los ecuatorianos y a sus defensores hablar de la contaminación
ambiental generada por Chevron. Los jueces que fallaron en favor de
Chevron no conocen Ecuador, no conocen el daño causado por Chevron,
no han leído la prueba que se generó para que exista la sentencia
en Ecuador, y al menos uno de esos jueces tiene inversiones
económicas en Chevron mediante fondos de inversión. Igualmente
existen diversos documentos que revelan las reuniones de Chevron con
altos funcionarios del gobierno norteamericano para incidir en el
gobierno de Ecuador.
El
cuarto obstáculo lo constituyen los tratados bilaterales de
protección de inversiones y los tribunales de resolución de
controversias inversor-Estado que cierran el círculo para garantizar
la impunidad a las corporaciones. Chevron ha planteado tres
arbitrajes internacionales en contra del Estado ecuatoriano, procesos
a los cuales los afectados no tenemos acceso. Sin embargo, pese a la
óptima y valiente defensa que hace el Estado ecuatoriano, el sistema
de arbitraje siempre favorece a las corporaciones.
Los
23 años de lucha de la UDAPT contra Chevron son el más claro
ejemplo de cómo las corporaciones transnacionales han creado una
verdadera arquitectura que les garantice impunidad, lo que nos
muestra que el problema es sistémico. El sistema excluye a los
pueblos del acceso a la justicia y garantiza completa impunidad a las
corporaciones transnacionales. En pleno siglo XXI ¿cómo se explica
que cuando una persona quiere demandar a un Estado ante el sistema
regional o internacional de Derechos Humanos, éste primero debe
agotar todos los recursos internos de su país; sin embargo, las
corporaciones transnacionales pueden demandar a los Estados
directamente? ¿Por qué este trato diferenciado? ¿Por qué los
instrumentos jurídicos internacionales de Derechos Humanos,
ambiente, pueblos indígenas, son declaraciones, no vinculantes
mientras que los instrumentos jurídicos para proteger las
inversiones son vinculantes?
¿Hay
alternativas frente a la lex mercatoria? ¿Es posible luchar contra
la impunidad de las multinacionales?
Sin
duda, desde hace años y desde diferentes foros se están impulsando
alternativas para hacer frente a esta arquitectura de la impunidad.
El Tratado internacional de los pueblos para el control de las
empresas transnacionales o el proceso que se está siguiendo en
Naciones Unidas para la elaboración de un instrumento vinculante
para regular, dentro del marco del derecho internacional de los
derechos humanos, las actividades de las compañías transnacionales
y otras empresas son una buena prueba de ello. La Campaña Global
para desmantelar el poder corporativo es uno de los lugares de
encuentro para la construcción de alternativas donde todas y todos
podemos unirnos para frenar la impunidad de las multinacionales.
Adoración
Guamán es profesora titular de derecho del trabajo en la Universitat
de València y autora del libro TTIP, el asalto de las
multinacionales a la democracia.
Fuente:
Adoración Guamán, “Chevron chantajea a gobiernos para obtener impunidad”, 07/03/17, Contexto y Acción. Consultado 16/03/17.
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