por Cristian F.
Schneider
El ordenamiento
de estos espacios en Córdoba, que se debió actualizar en 2015, está
“estancado” debido a que el gobierno cordobés no cumple el
proceso que demanda la Ley Nacional 26331/07.
La actual Ley de
Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos Nº 9814 de 2010 debe
actualizarse, debe mejorarse, debe funcionar y debe conservar el poco
bosque nativo que queda en Córdoba. Esto lo establece la Ley
Nacional de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los
Bosques Nativos Nº 26331 de 2007, que rige para todo el país. Así,
cada provincia debe tener su ley de ordenamiento y un mapa que
muestre dónde se va a proteger y conservar los ecosistemas de
bosques, consensuando participativamente cómo serán los usos
posibles en algunas áreas de éste y actualizando estas decisiones
cada cinco años.
Es un proceso de
decisión que el Gobierno debe realizar junto a la sociedad. Eso es
el proceso participativo, en el que no sólo ministerios provinciales
opinan y deciden, sino también gobiernos locales, representantes
legislativos, universidades, instituciones y organizaciones civiles y
ciudadanas de todo tipo, sean sociales, ambientales, profesionales o
cámaras empresariales.
Todos debemos
estar consustanciados con el espíritu de la ley nacional, decidir
proteger el bosque y aprender a obtener de él lo necesario para
nuestra existencia, sin que ello implique su empobrecimiento y
destrucción. Todos, representantes gubernamentales y quienes
participen desde la ciudadanía, deben conocer, sentir y acordar esto
que hoy es ley.
Hoy en Córdoba
este proceso no existe. Hay un proyecto de ley guionado por unos
pocos, con el acuerdo tácito del Ejecutivo Provincial, que pretende
ser aprobado en la Legislatura por la ansiedad de legisladores de UPC
y una fracción de la UCR. De esta manera intentan afanosamente
arrastrar a que los demás legisladores y bloques apoyen un proyecto
que sencillamente quiere disminuir las zonas de protección del
bosque de mayor valor de conservación (zonas rojas), permitir
actividad en las zonas de uso sustentable del bosque de mediano valor
de conservación (zonas amarillas), el desmonte del sotobosque que
representa la biodiversidad de fauna y flora presente bajo la
cobertura arbórea alta.
Y hasta cambiar
la autoridad de aplicación de la ley; y ya no sería la Secretaría
de Ambiente (sí, la que debe velar por el bosque y el ambiente) sino
otro ministerio, el de Ciencia y Tecnología, el que vela por la
promoción de la generación de conocimiento, no por el control y la
fiscalización ambiental. Otra sinrazón.
Esta iniciativa
no cuenta ni con el proceso participativo pertinente que la
Secretaría de Ambiente debería liderar, ni siquiera con el mapa de
Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (zonas rojas y
amarillas fundamentalmente). Observación que el mismo Gobierno
Nacional le ha realizado a la Provincia y, por lo cual, de ser
aprobado este proyecto de ley no sería técnicamente válido para
acceder a los fondos que la Ley Nacional prevé para proyectos de
conservación o de uso sustentable.
Un inexplicable
callejón que conduce a pensar que a las cámaras empresariales de
los grandes productores agropecuarios que están pretendiendo este
tipo de Ley (Cartez, Sociedad Rural Argentina, Federación Agraria,
Coninagro) esto no les interesa realmente, ni la participación
ciudadana, ni la protección del bosque, ni la búsqueda de consensos
en la sustentabilidad del bosque, ni los fondos de la Ley Nacional,
ni el bosque mismo. Por esto nos llaman ambientalistas.
Sólo les
interesa intensificar su receta económico productiva. Y el precio lo
pagamos todos: un sistema natural desequilibrado, de inundaciones y
de sequías, de desaparición de especies, de menos campesinos, de
menos cultura del monte, de pérdidas de vidas humanas, a dos años
ya de las inundaciones del 15F en Sierras Chicas.
Frente a este
estancamiento en la legislatura y a las sinrazones, mujeres y hombres
preocupados por el bosque y la vida que depende de ellos, desde
científicos, artistas, profesionales, campesinos y productores,
ciudadanos de todos los rincones, proponemos la mejor y quizás más
efectiva solución: actos de inteligencia y conciencia.
Aceptar que
existe una forma de hacer las cosas que implica que todos tenemos el
derecho de ser parte activa en la toma de decisiones de cómo
queremos vivir en sociedad y en sintonía con los pulsos del sistema
natural, ayudando a recuperar, a mejorar y a aumentar aquello que
necesitamos para vivir: el bosque. Con sus cuencas, su agua, con sus
servicios, con sus frutos y productos, con su belleza, con la
posibilidad de trabajar en él, pero hacia él, en forma no
regresiva.
Eso es el proceso
participativo de decisión, un acto de madurez política que deben
dar gobernantes, legisladores, empresarios y la ciudadanía toda para
decidir en conjunto como vivir y producir.
Cristian F.
Schneider es biólogo, docente y consultor en Áreas Protegidas y Sistemas de Información
Geográfica. Miembro de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo.
Fuente:
Cristian F. Schneider, Sin participación no hay ley ni fondo de conservación ni bosque nativo, 21/02/17, Comercio y Justicia. Consultado 23/02/17.
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