A médicos
rurales italianos les resultaba incomprensible que comenzara a haber
un aumento de los casos de cáncer. Entonces advirtieron que había
una conexión con desechos industriales que arrojaban organizaciones
criminales locales. Ian Birrel descubre las trágicas consecuencias.
por Ian Birrell
Pocos días antes
de que visitara el poco higiénico Hospital de Santa Anna y San
Sebastián en Caserta, llegó un chico de 11 años quejándose de
dolores de cabeza. Los médicos temieron lo peor y efectivamente, el
caso fue rápidamente diagnosticado como otro niño con cáncer
cerebral. Algunos de estos pacientes jóvenes llegan con terribles
dolores, otros que no entienden por qué se caen a cada momento; no
saben hay que tumores letales expandiéndose en sus cabezas. Otros
más llegan con cáncer en la sangre, los huesos, la vejiga. Hay
tantos casos que no todos pueden ser tratados en los hospitales de
Campania, una región predominantemente rural del sur de Italia.
Era demasiado
pronto para dar un pronóstico para el chico con cáncer cerebral, no
se hable ya de tranquilizar a la familia acongojada con algún
informe real reconfortante. En un pueblo donde los médicos rara vez
se encontraban con un chico con cáncer, ahora ven estos casos
traumáticos casi todos los meses. Demasiados pacientes jóvenes
terminan muertos, algunos apenas salidos del útero pero con sus
cuerpos ya dominados por la enfermedad. Y hay mujeres con cáncer de
mama a edades inusualmente tempranas, los hombres con cáncer de
pulmón pese a que no fuman, los niños nacidos con síndrome de Down
pese a que sus madres son comparativamente jóvenes.
El triángulo de
la muerte
¿Entonces por
qué sucede esto en un área al norte de Nápoles conocida como el
'Triángulo de la Muerte'? La respuesta, según la gente local, casi
con certeza puede encontrarse en lugares tales como una vieja cantera
a cinco kilómetros, cerca de la ciudad histórica de Maddaloni, a la
que visité con un energético asistente social de 57 años, dedicado
a la juventud, de nombre Enzo Tosti. Mientras íbamos hacia allí en
el auto me contó que lo estaban tratando para contrarrestar los
altos niveles de dioxinas descubiertos en su sangre cinco meses
antes. "Mi esposa trabaja como radióloga en los hospitales y
está muy preocupada", dice. "Pensé en ir a vivir a otro
lado por mi salud, ¿pero a dónde iría? Esta es mi tierra".
Era un anochecer
glorioso luego de un día anegado de lluvia, con el sol hundiéndose
en un cielo surcado de franjas color lavanda, cuando dejamos el
camino principal y pasamos por un naranjal, luego campos con arbustos
de arvejas recién nacidos. Era fácil comprender su afecto por esta
zona llamativa de Italia, que cuenta con algunas de las tierras más
fértiles de Europa gracias a las erupciones del Vesubio, al sur.
Pero a pesar de tanta belleza natural, las escenas que me
confrontaban no podían ser más deprimentes.
Al bajar del
auto, Tosti se tapó la boca con la mano y me dijo que nos apuremos.
Había basura por todas partes, con bolsas de plástico, contenedores
de pintura y botellas de vidrio cubriendo el suelo. Fui tropezando
por el suelo ondulante, con grietas y pozos, esforzándome por seguir
a mi guía. En una bajada sentimos el hedor acre de sustancias
químicas y vimos una pequeña pluma de humo surgiendo de la tierra.
Pero Tosti rechazó mis preguntas con un gesto de la mano. "Podemos
hablar en el auto", dijo. "Salgamos de aquí".
Los desechos de
la mafia
Mientras nos
alejábamos, explicó que la mafia había descargado inmensas
cantidades de desechos industriales contaminados allí y luego
inesperadamente obtuvo permiso retroactivo para ello. Pero estos
materiales riesgosos eran dejados en el medio de tierras agrícolas
de primera, junto a una concesionaria de autos, con salas de bingo y
mueblerías camino abajo y a tan solo unos cientos de metros de un
pueblo de 39.000 personas. Se lanzó una investigación penal del
incidente hace 18 meses, pero la gente local no cree que habrá
condenas.
Porque este está
lejos de ser un incidente aislado. Hay miles de basurales similares
por toda esta zona en un tiempo paradisíaca de Italia: en canales y
cuevas, en canteras y pozos, en los campos y las colinas, por debajo
de caminos y propiedades. Según un mafioso vuelto informante,
durante muchos años empresas del próspero norte del país pagaron
al crimen organizado para que se deshiciera de desechos tóxicos de
modo ilegal, en vez de pagar mucho más para que se manejara de modo
seguro. Por lo que la Camorra, el sindicato del crimen que opera en
toda Campania, contaminó grandes extensiones de su propio patio
trasero, cubriendo el terreno de metales pesados, solventes y
compuestos clorados. Hay evidencias de que se enterraron barriles, se
lanzaron contenedores a ríos, se mezcló materiales peligrosos con
basura hogareña, se cubrieron campos con barro químico como si
fuera "fertilizante", se quemó amianto al aire libre. Y
recién ahora queda claro el legado trágico de la idiotez de la
mafia.
Pero es demasiado
fácil culpar sólo a los mafiosos por la probable muerte de miles de
personas. La historia de este manejo ilegal de desechos mancha a toda
Italia. Revela el lado oscuro del capitalismo; hay alegatos de
complicidad del estado, de encubrimiento de la policía, políticos y
fiscales. Un jefe de la mafia incluso sostiene que llegaron camiones
de Alemania a descargar desechos nucleares en basureros de Campania.
Aunque esto se haya detenido ahora, esta región ofrece lecciones más
amplias para el mundo al ignorar el Occidente rico actividades
similares en países de bajos ingresos. Médicos y científicos creen
que este paisaje italiano polucionado ofrece un experimento perfecto
de "exposomía" - la disciplina en evolución que estudia
los daños a la salud causados por la exposición a sustancias
químicas dañinas en contaminación ambiental.
El terremoto de
1980
Las raíces de
esta saga pueden rastrearse en un devastador terremoto italiano en
noviembre de 1980, que dejó a casi 3000 personas muertas y 280.000
sin techo. Llegaron miles de millones de euros de ayuda, aunque la
mayor parte terminó en las manos equivocadas. La reconstrucción de
caminos y edificios afectados aumentó las ganancias de la mafia,
dado que domina la construcción en la región, un modo práctico de
lavar dinero de drogas y prostitución. Al fluir el dinero, los
clanes expandieron sus intereses en áreas tales como canteras, de
donde obtenían materias primas para su trabajo. Entonces un
empresario-abogado emprendedor, con vínculos a la mafia, dueño de
varios basurales, advirtió que podría ganar mucho dinero ocultando
desechos industriales en medio del detritus hogareño cotidiano. Por
lo que a fines de la década de 1980 la mafia se expandió a una
nueva área de negocios lucrativos.
Pronto los
productores agropecuarios comenzaron a percibir extraños incidentes
en los campos y bosques. Les habían dado un nuevo fertilizante
líquido, pero parecía tan fuerte que era capaz de corroer tanques
metálicos, chorreaba de los camiones y detenía el crecimiento de
las plantas. Un día, un funcionario forestal de Brescia dio a un
joven periodista de nombre Enrico Fontana un frasco con este
fertilizante y le dijo: "huela lo que le dan a la gente para sus
tierras agrícolas". El reportero dio un respingo por el hedor
amargo: era cianuro. Por lo que en 1990 publicó dos denuncias en
L'Espresso, un importante semanario noticioso, haciendo saber que el
crimen organizado estaba descargando materiales peligrosos en campos
y rellenos de tierras.
Lentamente fueron
apareciendo evidencias que daban sustento a sus denuncias. Un mafioso
vuelto informante, llamado Nunzio Perrella, le contó a
investigadores en Nápoles todos los detalles del nuevo negocio, lo
que llevó al arresto de docenas de mafiosos y funcionarios corruptos
en marzo de 1993. Pero pronto recuperaron la libertad. Sin embargo al
año siguiente Fontana, trabajando ahora en investigaciones para
Legambiente, un grupo ambientalista- publicó un informe llamado
Basura Inc., revelando que la misma gente estaba traficando con
desechos ilegales en otras partes de Italia. Hubo indignación
pública, una comisión parlamentaria y zonas polucionadas de
Campania fueron declaradas oficialmente zonas degradadas.
"Creímos
que habíamos obtenido un resultado. Nuestro trabajo había
concluido" me dijo Fontana con una sonrisa triste, mientras
bebíamos café al aire libre, afuera de la sede de Legambiente en
Roma. "Pero entonces no sucedió nada. Nada. Lo que ocurrió es
que no llegamos a vincular la disposición legal de desechos con la
disposición ilegal. Y si bien era obvio que esto era malo para la
tierra, no advertimos ningún efecto sobre la salud de la población
en aquel momento, dado que esos efectos no resultaban obvios
inmediatamente".
La eco-mafia
Fontana acuñó
la frase "eco-mafia" y comenzó a dar informes anuales de
sus acciones. Pero en aquel momento no sabía de otros dos procesos
importantes. Primero, un agente policial de Campania de nombre
Roberto Mancini descubrió por casualidad la magnitud de las nuevas
actividades de la mafia, advirtiendo que ocultaban desechos tóxicos
de empresas del norte industrial con desechos hogareños que se
acumulaban en sitios de relleno. Escribió un memo para sus
superiores detallando lo que había encontrado. Pero el informe fue
cajoneado y Mancini luego fue transferido a Roma. Cruel paradoja,
Mancini murió hace dos años de cáncer, con su carrera destrozada
debido a sus intentos de salvar a miles del mismo destino.
Entonces se dio
el caso de Carmine Schiavone, uno de los mafiosos vueltos informantes
más importantes de la historia en Italia. Como líder del notorio
clan Casalesi en Nápoles, confesó haber perdido la cuenta de la
cantidad de gente asesinada bajo sus órdenes. Sus testimonios
explosivos revelaron el soborno generalizado de políticos y
eventualmente llevó a que 16 jefes criminales fueran a la cárcel de
por vida, luego de juicios que se arrastraron durante años y dejaron
cinco testigos muertos. Pero Schiavone sostuvo que había roto el
pacto de silencio de la mafia temiendo por el medio ambiente. Y sus
informes más devastadores fueron presentados en privado a un comité
parlamentario en 1997 en Roma respecto de desechos tóxicos pero,
asombrosamente, fueron mantenidos en secreto casi 17 años.
"Hablamos de
millones de toneladas", dijo Schiavone, que incluso sostuvo que
se llevó desechos nucleares alemanes a Campania. "Sabía que se
condenaba gente a morir". Ante el comité describió operaciones
de descarga de basura en el medio de la noche, bajo la vigilancia de
hombres en uniforme militar y con la connivencia de altos
funcionarios policiales, políticos y empresarios. El informante
mostró a los funcionarios estatales la locación de los sitios
porque, según predijo con sorprendente precisión, los residentes
cercanos comenzarían "a morir de cáncer en 20 años".
Tierra del Fuego
en Italia
Esta industria
ilegal era un subproducto de la evasión impositiva en un país con
uno de los niveles más elevados de evasión en Europa occidental.
Las empresas que declaraban ingresos menores a los reales tenían que
disimular la escala de sus actividades y eso significaba ocultar
grandes cantidades de desechos tóxicos. Para el cambio de siglo se
estaba arrojando tantos desechos tóxicos en Campania que ya no se
podían ocultar fácilmente con la basura hogareña, por lo que la
mafia comenzó a quemarlos. Llegaban camiones de noche, se descargaba
los desechos y se encendían inmensas fogatas; en un momento se llegó
a hacer 6300 veces al año. La gente local colocaba toallas húmedas
en las puertas para evitar que entraran los hedores y la zona fue
conocida como la "Tierra del Fuego".
Los fuegos
intensificaron el daño ambiental y diseminaron los factores de
riesgo para la salud. Pronto los médicos comenzaron a advertir un
aumento de los defectos en recién nacidos y de cánceres, de lo que
hablaban sorprendidos en sus charlas en el almuerzo. Entre ellos se
contaba Alfredo Mazza, un napolitano vivaz -que por entonces se
estaba especializando en cardiología- que disfruta de hacer campaña
política. "Mucha gente se enfermaba", dijo. "Conocí
jóvenes en la universidad que enfermaban, algunos amigos murieron,
mucha gente en esta área estaba muriendo. La gente me decía: vos
sos médico de esta zona, tenés que dar esta batalla".
Mazza pidió a
las autoridades sanitarias los datos de cáncer de una región
oriental de Catania con altos niveles de descarga de desechos y
cuando recibió los resultados creyó que presentaban evidencias de
la relación entre la degradación ambiental y una creciente
incidencia de tumores. Las tasas de muertes masculinas por cáncer de
vejiga e hígado en este distrito rural, por ejemplo, eran el doble
que las tasas nacionales y la mortalidad femenina por cáncer de
hígado era tres veces el promedio de Italia. Y mientras los avances
en el diagnóstico y tratamiento elevaban las tasas de supervivencia
en otras zonas, los médicos locales veían una mortalidad en alza y
pacientes más jóvenes. "La edad era importante", dijo.
"El cáncer por lo general se encuentra en gente mayor, pero
esta era gente más joven que moría".
El pugnaz y joven
doctor llevó los datos devastadores a un fiscal local y exigió que
actuara, pero lo rechazaron. Por lo que escribió a The Lancet, que
publicó su trabajo en septiembre de 2004, lo que fue el primero de
muchos informes sobre la Tierra del Fuego. El artículo provocó un
furor, alimentando las protestas locales contra la instalación de un
nuevo incinerador, pero no logró demasiada acción real de las
autoridades. Mazza me dijo que luego supo por un amigo que la
inteligencia italiana comenzó a vigilarlo, considerándolo un
"alborotador".
Ya como
cardiólogo establecido, que ha publicado una serie de estudios sobre
las consecuencias sanitarias de los desechos tóxicos, Mazza reconoce
que es imposible demostrar un vínculo preciso entre materiales
tóxicos, tumores y malformaciones congénitas. Pero cree que recién
comienzan a ver la verdadera escala de los problemas sanitarios.
"Vivimos en el Triángulo de la Muerte. Estas zonas sufrieron un
terrible daño por muchos años. Pero aún no sabemos cuántas áreas
fueron afectadas, hasta donde llegará el daño o cuánto durará".
Gomorra
Dos años después
de su informe en The Lancet, los cuentos de gangsters que atravesaban
Italia para volcar el contenido de camiones llenos de desechos
tóxicos en ríos y enterrar contenedores contaminados bajo campos
feraces llegó a un público más amplio cuando fueron divulgados en Gomorra, el libro revelación del periodista Roberto Saviano sobre la mafia. Entre los 6 millones de compradores del libro se contó un
oncólogo de Nápoles, de nombre Antonio Marfella, que desde hacía
mucho no lograba entender porque crecía el número de pacientes a la
vez que las víctimas eran cada vez más jóvenes. Sabía que era un
fenómeno global, pero la velocidad del cambio parecía
alarmantemente acelerada en Campania.
Marfella ocupaba
un alto cargo como jefe de consultores de la Fondazione G Pascale en
Nápoles, un hospital de 235 camas que es el único centro oncológico
de la región. Dice que comenzaron a ver el aumento de la cantidad de
casos alrededor del cambio de siglo, con el promedio de edad de los
pacientes cayendo de 60 a menos de 40 años. De pronto, lo que en un
tiempo eran raros casos de cáncer de huesos se volvieron comunes en
los niños y la edad de las pacientes de cáncer de pecho bajó a
menos de 40 años, que es cuando se comienza a controlar en Italia.
"Si bien somos una ciudad sobre el mar y no industrial, era como
si viviéramos en una de las peores áreas industrializadas del
mundo", dijo.
Nápoles tenía
desde hace mucho mala fama por su manejo inepto de la basura, con los
sitios de relleno llenándose inexplicablemente rápido. Por cierto,
cuando Marfella leyó el libro en 2007 había protestas en las calles
de los vecinos hartos del hedor de la basura que se pudría en el
calor del verano. De pronto, el consultor de pelo cano comenzó a
entender lo que sucedía en derredor: "Tuve una visión que
parecía increíble", dijo. "Sabíamos que había mal
manejo de los desechos hogareños, pero no sabíamos que el crimen
organizado había derivado de sus actividades habituales de
narcotráfico y prostitución a los desechos tóxicos".
En el pueblo
cercano de Acerra, habían comenzado a aparecer ovejas muertas y
deformes. Entonces, un pastor de 50 años apareció en el hospital
con un cáncer tan agresivo en los huesos y la sangre, que los
médicos no pudieron determinaron dónde había comenzado; un mes más
tarde estaba muerto. Su hija pidió que se hicieran pruebas con su
cuerpo y éstas revelaron niveles inusualmente elevados de dioxinas.
Luego de que se supo que sus ovejas habían sido testeadas cuatro
veces con resultados igualmente preocupantes, lanzó una demanda
exigiendo reparación por daños.
Marfella presentó
evidencias como experto en la corte, lo que llevó a que se le
solicitara que hablara de la situación en el parlamento italiano en
enero de 2008. "Dije que en estas zonas agrícolas había el
mismo nivel de toxinas que el que se encuentra en sitios
industriales, lo que es una paradoja. Dije que eran como sitios
postindustriales y sugerí una hipótesis tomada de Gomorra que creía
correcta". Pero cuando regresó de Roma fue echado de su cargo
por "alarmista", decisión que le ha costado miles de
dólares al año en ingresos perdidos.
Humo negro en el
pueblo
Para esta época
una mujer llamada Anna Magri dio a luz a Riccardo, su segundo hijo.
Cuando conocí a la vendedora de autos de 39 años en su departamento
prolijo de una aldea cerca de Caserta, los diminutos zapatos del niño
estaban junto a una foto del mismo sobre la cómoda: murió poco
después de su segundo cumpleaños, habiendo pasado la mayor parte de
su corta vida combatiendo la leucemia que se le descubrió a los seis
meses. "Creímos que lloraba todo el tiempo por la dentición.
Yo lo amamantaba pero no podía alzarlo porque chillaba. Tenía tanto
dolor" dijo su madre.
Anna, que estaba
embarazada durante la crisis de la basura de 2007, recuerda el grueso
humo negro que se alzaba sobre su pueblo , de la basura quemada en
una colina cercana. "No pensábamos en la cuestión de los
desechos tóxicos porque aún no se había destapado" dijo. "Yo
había visto fuegos por todas partes, pero ahora sé lo que eran.
Estoy convencida de que su muerte se debió a los desechos tóxicos
cuando los quemaban, con todos los basureros ilegales".
Nunca se sabrá
si a su hijo simplemente le tocó un cruel destino o si su muerte fue
por algo más siniestro. Pero un estudio indicó niveles
significativamente más elevados de dioxinas en la leche de madres en
la zona más afectado que en otras áreas cercanas. Otros estudios
han encontrado concentraciones preocupantes de dioxinas y
policlorobifenilos (PCB) en leche animal, incluso en los búfalos que
producen la famosa mozzarella de la zona. Los PCB son compuestos
hechos por el hombre, utilizados ampliamente en un tiempo en
productos eléctricos y están prohibidos en muchos países por
preocupaciones ambientales y sanitarias.
Le pregunté a
Anna qué piensa de los matones que cree que mataron a su hijo, gente
con la que se cruza diariamente en la calle. "Son estúpidos,
porque viven aquí y sus hijos viven aquí también". Pero esta
saga chocante va mucho más allá de la estupidez de gangsters
avariciosos. El estado italiano es culpable en el mejor de los casos
de una incompetencia grotesca y fatal y, en el peor de los casos, un
ocultamiento homicida en colusión con los ricos industriales que
evaden impuestos, que pueden haber causado la muerte de al menos 2000
personas ya, según un estudio oficial reciente.
Basureros
ilegales
En 2004 había
más del doble de sitios de descarga de desechos en Campania que en
la región norteña de Lombardía; cuatro años más tarde la cifra
se había más que duplicado. Las fogatas ardían, pero los
funcionarios las ignoraban. Un pediatra me mostró un mapa de estos
micro-basurales, cada uno un punto negro, fuertemente concentrados en
la zona del Triángulo de la Muerte en torno de Acerra, Nola y
Marigliano. Entonces me mostró otro que había hecho con puntos
rojos representando casos de niños con cáncer de cerebro
superpuesto al anterior; casi todos se superponían en la misma
región pequeña.
Pero recién
ahora está saliendo a luz el escándalo en sus plenas dimensiones.
En parte esto es gracias a un sacerdote, el padre Maurizio
Patriciello, ex enfermero, que escribe en el diario de los obispos
italianos y disfruta de generar conmoción en los medios sociales.
Una calurosa noche de junio de 2012, no podía dormir por el humor y
el hedor de la quema de desechos químicos, por lo que a las tres de
la mañana preguntó a través de Facebook si otros sufrían los
mismos efectos. Para las seis ya tenía más de 1000 respuestas de
aldeas vecinas, por lo que fue a ver a su obispo y exigió actuar.
"Las
familias están aterrorizadas" me dijo el elocuente sacerdote
católico de cabello plateado, cuando lo vi en su iglesia en una
urbanización gris, vigilada intensamente por una banda de hombres
encapuchados fuera de la pesada verja de hierro. "Saben que
incluso hoy hay mucha gente enferma. Tienen que ir al norte en busca
de tratamiento porque los hospitales aquí están llenos. Si una
mujer pide una mamografía se la hacen a los tres meses, pero si se
espera tanto puede ser demasiado tarde".
Patriciello ayudó
a padres como Anna a sumarse a grupos de protesta, hizo lobby a los
políticos en Roma, escribió artículos polémicos, organizó
inmensas marchas y se unió a gente que ha hecho campaña enviando
fotos de madres con sus hijos muertos al Papa y el presidente
italiano. Incluso se reunió con Schiavone antes de que el informante
muriera hace dos años, encontrándose con "un viejo
insignificante de pelo blanco". Patriciello dice que el gángster
le confesó sus crímenes, pero sostuvo que los peores culpables son
los industriales que tratan con la mafia, dado que sabían del daño
devastador que provocaban sus acciones. Es difícil no estar de
acuerdo.
También se supo
que hace dos años la Marina de los Estados Unidos, cuyo comando
europeo tiene sede en Nápoles, había realizado su propio estudio
del aire, el suelo y el agua local, durante tres años, con un costo
de US$ 30 millones. Hizo pruebas en cientos de lugares contaminados o
alarmantes, encontrando altos niveles de "riesgo sanitario
inaceptable" en pozos privados y niveles preocupantes de uranio
en el 5 por ciento de las muestras. Se concluyó que no había
impacto sobre el personal militar, pero tres áreas cerca de su base
fueron declaradas de acceso prohibido, se prohibió el consumo de
agua corriente y se le aconsejó a las tropas evitar los
departamentos a nivel de tierra donde es mayor el riesgo de inhalar
contaminantes.
Multas e
investigaciones
Gracias a la
gente que hizo campaña y fuertes multas de la Unión Europea por no
combatir los desechos ilegales, finalmente se obligó a los políticos
italianos a actuar. Se prohibieron los cultivos en algunos sitios
contaminados. Luego aprobaron una ley especial para la Tierra del
Fuego en el parlamento en 2014, por lo que se prohibió la quema de
desechos, volcando recursos de dinero extra a la detección del
cáncer y a la promoción de la salud pública en la región. El
parlamento también ordenó al Instituto Nacional de Salud recoger
todas las evidencias epidemiológicas disponibles. Un estudio
anterior de ese ente encontró una correlación entre los desechos
peligrosos y eventos de salud tales como mortalidad por cáncer y
malformaciones en el nacimiento, pero no una relación causal
directa.
Los resultados de
la investigación, que analizó mortalidad, incidencia de cáncer y
admisiones en hospitales en 55 municipalidades, se conoció este año
y fueron devastadores. La expectativa de vida en Campania es dos años
menor que la del resto del país. Las tasas de mortalidad en el
Triángulo de la Muerte son 10 por ciento más elevadas para los
hombres que en otras partes de la región, 13 por ciento más
elevadas para las mujeres. Más casos de cáncer en estas áreas
rurales bucólicas que en los sitios industriales más contaminados.
Esto incluye un aumento del 17 por ciento de incidencia de cáncer en
el sistema nervioso central para niños menores de 14 años en torno
de Nápoles y un alza del 51 por ciento para infantes en su primer
año, que son particularmente vulnerables a la contaminación
ambiental por su fisiología.
"No es que
todos los casos se deben a los desechos tóxicos, pero se ve un
patrón claro" dijo Pietro Comba, uno de los autores de un
informe, que culpa directamente a los sitios de descarga de basura
ilegales y a la quema descontrolada de desechos. "Hubo indicios
particulares en cuanto a cáncer de estómago, de hígado y de
pulmón, más cáncer de pecho en las mujeres. Y es significativo que
estos excesos no son uniformes en toda la región. En algunas
municipalidades los datos no se alejan de lo que es la norma, pero en
otros las cifras son muy elevadas".
Incluso estos
datos impactantes establecen correlaciones pero no son prueba de
relaciones causales. Sin embargo, se suman a la cantidad creciente de
evidencias globales que vinculan la polución con los problemas de
salud: hay evidencias incontrovertibles de que daño ocular y al
sistema nervioso central fue causado por la descarga de desechos
tóxicos mortales en Abidjan, Côte d'Ivoire, en 2006, así como hay
estudios de basureros contaminados en países asiáticos y Estados Unidos que
indican desarrollo cognitivo defectuoso. Como dice Comba, es mucho
más difícil determinar lo que causa que se desarrolle un tumor en
el cerebro de un niño que encontrar un vínculo entre el amianto y
el mesotelioma. "Tenemos evidencias muy fuertes, pero no podemos
decir con total certeza que estos desechos tóxicos producen cáncer
infantil".
Colonialismo
tóxico
Lento pero
seguro, Italia avanza hacia la eliminación de estos basureros y a
clarificar un escándalo trágico, aunque hasta ahora ha habido pocos
juicios, y la gente que ha orquestado las campañas se muestra
pesimista respecto de que los perpetradores claves sean castigados.
"Esta gente nunca irá a juicio porque son industriales
importantes" dijo María Caccioppoli, de 40 años, una costurera
cuyo único hijo murió hace tres años del tipo de cáncer de
cerebro que se ve habitualmente como resultado de la exposición a
radiación en adultos. "Han envenenado nuestra tierra y robado
nuestros niños".
Pero mientras los
industriales ya no le pagan a los gangsters para enterrar productos
químicos peligrosos bajo las pasturas de búfalos en Campania,
naciones ricas del norte y compañías multinacionales siguen
descargando desechos químicos, eléctricos e industriales en países
de bajos ingresos. Se ha llamado a esto "colonialismo tóxico";
controles al azar han encontrado que uno de cada tres contenedores
que salen de la Unión Europea contiene desechos ilegales, por
ejemplo. Pero dada la creciente cantidad de evidencias, por no hablar
del simple sentido común, las compañías preocupadas deben ser
conscientes de las consecuencias para los niños que desenredan
cables y sus padres que rebuscan en los basureros de lugares tales
como Filipinas, Nigeria, Ghana.
Cuando visité el
Hospital de Santa Anna y San Sebastián en Caserta, donde se había
dado el más reciente diagnóstico de tumor cerebral en un niño,
conocí a un pediatra apasionado, de nombre Gaetano Rivezzi. Nacido
en una aldea a diez kilómetros de distancia, es el hombre que me
mostró los mapas preocupantes que hacían coincidir casos de cáncer
infantil con los basurales. "Antes esto era un paraíso, había
1000 cosas que se podían cultivar. Entonces los sacerdotes
comenzaron a contar los funerales de niños y los médicos a
preocuparse más", recordó.
Rivezzi me dijo
que hacía tres décadas que practicaba medicina. "Campania es
un laboratorio para entender el vínculo entre el medio ambiente y la
salud. El daño no puede deshacerse, pero es importante que
aprendamos de esto", dijo. "Cuando comencé, era
increíblemente raro encontrar un niño con cáncer. Ahora no, aquí
no. Los tumores son diferentes, las enfermedades son diferentes, la
patología es diferente. Y ahora se ve las mismas cosas en África,
donde la polución lleva a problemas serios".
Tiene razón en
decir que debemos aprender de un escándalo que ha dejado muerte y
devastación a su paso por esta parte hermosa de Europa. Deja su
cicatriz en el estado italiano, no sólo los campos, las colinas y el
agua de Campania. Pero quizás la tragedia última es que los
gangsters de distinto pelaje parecen indiferentes a las consecuencias
de tales acciones y siguen adelante con su juego mortal de descargar
desechos tóxicos en todo el mundo.
Traducción de
Gabriel Zadunaisky. Este artículo apareció en Mosaic Science y se
republica aquí bajo una licencia Creative Commons
Fuente:
Ian Birrell, Cómo es que la mafia produce cáncer, 30/09/16, La Nación. Consultado 07/10/16.
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