La guerra no solo
destruye vidas humanas, sino también la naturaleza y con ello los
medios de subsistencia. En Afganistán, una mujer con sentido común
y resolución hace lo que considera necesario para evitarlo.
por Jenny Peng y
Tamsin Walker
Cuando Farkhunda
Ateel subió al escenario de un teatro parisino en diciembre del año
pasado, no fue solo su colorido y tradicional vestido lo que llamó
la atención del auditorio, sino también las palabras que pronunció.
"Nuestro planeta está enfermo, nuestras comunidades están
enfermas. ¿Cómo podemos relajarnos, cómo podemos dormir, cómo
podemos vivir así?".
Se encontraba
allí para recoger el prestigioso Premio Ecuatorial 2015 en nombre de
la Organización Rural y Ambiental Verde (RGEO, en sus siglas en
inglés) para la que trabaja. La organización trata de restaurar
ecosistemas destruidos con el fin de mejorar la seguridad alimentaria
y crear puestos de trabajo locales, y con ello reducir la tala, así
como la pesca y la caza ilegales, en la remota provincia afgana de
Badakhshan, una de las más pobres de Afganistán.
La recepción del
premio en la ceremonia fue un momento emotivo para Ateel. La joven
afgana había luchado mucho por estar ahí y estuvo a punto de
llorar: "pero me dije a mí misma, ya has llorado lo suficiente
en la vida, ahora es el momento de hacer algo".
De hecho, Ateel
ha estado haciendo más que "algo" desde hace muchos años
y a pesar de las dificultades. Tras pasar su infancia como una niña
refugiada en Pakistán, ser oprimida por los talibanes y maltratada
por su marido, se dedicó a restaurar las tierras áridas de su
patria y a llevar esperanza a quienes las pueblan.
La joven madre
admite haber pensado en salir de Afganistán, tal y como lo hizo su
familia cuando huyó de los muyahidines (grupos de guerrilleros
afganos islámicos) en 1989. Pero ahora, después de ganar una
batalla de cuatro años para separarse de su marido y de ganar el
Premio Ecuatorial, ve muchas razones para establecerse en su tierra
natal.
"Después
de este premio, todo cambió", dice Ateel. "Había estado
realizando el trabajo sin darme cuenta de los cambios que traía a la
gente. Pero de repente, fue como un choque muy fuerte, como
despertarse de un sueño muy profundo", declara.
La visión de un
líder
Afganistán
todavía se está recuperando de una década de ocupación soviética,
en la que pueblos y bosques enteros fueron arrasados de manera
sistemática y la deforestación y pérdida de hábitat se convirtió
en un problema generalizado. Así que tanto ella como su organización
tienen mucho trabajo por delante.
La actividad de
RGEO se basa en décadas de reforestación y protección activa de la
vida salvaje introducida por Haji Awrang, ex gobernador del distrito
de Tagab, en la provincia de Badakhshan, y amigo cercano de Ateel y
su padre, Ahmad Seyer, que a su vez es director de RGEO.
Cuando Awrang
regresó a Tagab, después de la guerra en los años 90, la mayor
parte de los recursos naturales de la región habían sido
destruidos. De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), el 80 % de los ciudadanos afganos dependen de la
agricultura, la ganadería y la minería en pequeña escala, por lo
que las consecuencias fueron catastróficas. Para hacer frente a esta
situación, Awrang introdujo un plan de recuperación que tenía en
cuenta tanto las necesidades ecológicas como sociales de la zona.
De este modo, se
prohibió la pesca y la explotación forestal, se impusieron
controles sobre el pastoreo y la caza y se reclutaron miembros de la
comunidad como guardias voluntarios para hacer cumplir las medidas y
reportar actividades ilegales a la policía. Por temor a la continua
escasez, la población local aceptó y apoyó la visión de Awrang.
Un logro
comunitario
Para 2014, los
esfuerzos conjuntos de la comunidad ya habían dado lugar a un oasis
verde. Cuando Aimal Khan, coordinador nacional de PNUD en Afganistán,
visitó la región se encontró con depósitos bombeando agua desde
los valles a las montañas para el regadío de huertos frutales,
tales como manzanos, albaricoques y nogales. El concepto ideado por
Awrang literalmente había dado sus frutos.
"La primera
cosa que me gustó fue el interés de la comunidad", admite
Khan, agregando que el trabajo conjunto ofrece beneficios concretos.
"Eso hace que todo el asunto sea sostenible", afirma.
Hasta la fecha,
RGEO ha logrado crear unos 6.000 puestos de trabajo, construir cinco
kilómetros de canales de riego, proteger dos kilómetros de río,
construir 125 presas filtrantes y 120.000 metros de terraza, así
como plantar más de 200.000 árboles.
Progreso y
discriminación
Todos estos
logros son alentadores teniendo en cuenta que conseguir la
estabilidad medioambiental no suele ser un objetivo nacional común.
"En un país como Afganistán, la principal prioridad es la
seguridad" explica Khan. "Al medio ambiente se le hace
menos caso", añade.
En la actualidad,
la escalada de violencia, los grupos de insurgentes talibanes en el
norte y las discriminatorias normas contra las mujeres y las niñas
hacen que sea difícil para Ateel viajar a Badakhshan. Así que por
ahora trabaja desde Kabul, mientras Awrang y su padre Ahmad Seyer,
supervisan la mayoría de los proyectos de RGEO sobre el terreno,
implementando los programas que capacitan a los agricultores en la
protección y gestión de los viveros de árboles.
Incluso se han
puesto en contacto con los talibanes y sorprendentemente los
combatientes parecen aceptar la misión ambiental de la organización.
"Esto es muy esperanzador", admite Ateel a DW. "El
medio ambiente no tiene nada que ver con las creencias islámicas.
Sin embargo, son muy sensibles cuando se trata de la actividad
laboral de las mujeres".
Tal
discriminación no solo afecta a su propia actividad, sino también a
la de RGEO, que ha confiado en mujeres para plantar y cuidar de los
árboles jóvenes. Prescindir de ayudantes dispuestas, simplemente
por su género debilita a una comunidad y a su capacidad para hacer
frente a la crisis ambiental que se está produciendo como
consecuencia del cambio climático.
Desafío del
cambio climático
La Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de
2015 señala que “se prevé un aumento de fenómenos meteorológicos
extremos en Afganistán, incluyendo olas de calor, inundaciones y
sequías, así como como desastres relacionados con el cambio
climático, tales como el desbordamiento de los lagos glaciares".
Ateel lo confirma
y teme que la repentina llegada de inviernos tardíos sea una señal
de lo que está aún por llegar. "En Kabul solíamos tener mucha
nieve en invierno, pero el año pasado no nevó", explica. Añade
que no ha llovido lo suficiente hasta la fecha y que cuando lo haga,
la cantidad de agua será tan abundante que causará inundaciones.
Del mismo modo, las temperaturas del verano se disparan muy por
encima de la que ha sido la temperatura media durante años.
No obstante, esa
realidad, así como la inseguridad de su país, la motivan para
seguir con su labor en lugar de disuadirla. En su discurso en París
también se refirió a los terroristas y suicidas que matan a miles
de personas en nombre de la religión o de las creencias. "Pero",
dijo, mirando a la multitud, "soy lo suficientemente fuerte para
vivir y dar mi vida por salvar a miles de personas".
No hubo patetismo
en su mensaje, solo una claridad que pone de relieve su singular
determinación a la hora de concienciar sobre los problemas y sobre
cómo trabajar para resolverlos . "No quiero ser olvidada cuando
esté fuera del escenario", concluyó. De alguna manera, esto
parece poco probable.
Fuente:
Jenny Peng, Tamsin Walker, Una mujer guardiana del clima en medio de la guerra, 12/07/16, Deutsche Welle.
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