por
Mariano González
Cuando
hace más de 66 millones de años se extinguieron los dinosaurios la
concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera era similar a la
de actualidad, tal y como revela un estudio publicado el pasado lunes en NatureGeoscience.
Lo
que nos separa de aquella época no es tan solo una magnitud de tiempo
inabarcable para nuestra mente, sino muchas cosas más. En primer lugar que en
aquel entonces el planeta era muy distinto a como nosotros lo conocemos, entre
otras cosas porque era mucho más cálido, con una temperatura de 5ºC superior a
la actualidad. Como consecuencia no existían los casquetes polares y el nivel
del mar era entre 100 y 250 metros superior al que existe en la actualidad. Y
en segundo lugar porque el predominio de los seres vivos vertebrados
correspondía mayoritariamente a los reptiles, es decir los dinosaurios.
Existen
varias hipótesis sobre la causa que desencadenó la extinción masiva de aquellos
enormes reptiles que durante más de 160 millones poblaron masivamente la Tierra.
Pero más allá de que fuera un meteorito, una intensa actividad volcánica o
cualquier otro fenómeno, en lo que sí existe consenso es en el efecto causado:
una enorme y abrupta alteración del clima que hizo imposible la supervivencia
de los dinosaurios y del 75 % de todas las formas vivas del planeta. Es decir
aquella extinción masiva que se llevó por delante a los dinosaurios fue causado
por un repentino y extremo cambio climático.
Desde
entonces la Tierra nunca ha vuelto a estar tan caliente. En parte por la
continuidad de un proceso que ya venía de atrás, basado en la captura de
carbono atmosférico para formar estructuras vegetales que posteriormente se
acumulaban en enormes yacimientos, bajo la tierra o el mar, por la acción de
fenómenos geológicos durante millones de años. Todo ese carbono capturado es el
que contribuyó junto con otros fenómenos al enfriamiento paulatino de la
Tierra, periodo en el que los mamíferos se hacen con la hegemonía de la vida
vertebrada, y en particular el homo sapiens en la historia geológica más
reciente.
Paradójicamente,
esta última especie, nosotros, hemos devuelto a la atmósfera en tan solo 100
años la mitad de todo ese carbono que la naturaleza tardó millones de años en
extraer de la atmósfera. Las reservas de energías fósiles (petróleo, carbón y
gas) no es más que eso: carbono almacenado por la naturaleza.
Toda
esa cantidad de carbono devuelto en tan corto plazo de tiempo es lo que ya ha
incrementado la temperatura media global un grado centígrado respecto a los niveles
preindustriales, y el que hace que cada año y mes que pasa se batan nuevos
registros históricos de temperatura.
Nuestra
principal ventaja evolutiva respecto a otras especies y los dinosaurios ha sido
nuestro cerebro, con su capacidad de abstracción y raciocinio. Un fenómeno
único en la historia de la vida terrestre que nos ha permitido dominar el
planeta y adaptarnos a sus entornos cambiantes en un periodo geológico de la
Tierra comparativamente muy corto. Los dinosaurios nunca fueron conscientes de
que su extinción andaba cerca ni hicieron nada por tratar de evitarla: no
existen registros fósiles sobre cumbres de dinosaurios preocupados por el clima
ni de movimientos organizados para concienciar a sus congéneres.
Cuando
pensamos en dinosaurios nos viene a la mente enormes y temibles reptiles, de
dientes afilados que actuaban instintivamente. Sin embargo, estos animales sin
conciencia alguna fueron capaces de adaptarse y respetar los límites biofísicos
del planeta durante más de 160 millones de años. El ser humano (actual homo
sapiens), por el contrario, con toda nuestra capacidad de raciocinio tan solo
llevamos habitando la Tierra un suspiro geológico (200.000 años) y no está
claro que sobrevivamos tres generaciones más.
Aún
siendo conscientes del riesgo que implica un cambio climático provocado por nosotros mismos, y de disponer de los medios y la tecnología para ponerlefreno, preferimos anteponer las mismas estructuras económicas, financieras y de
privilegios que hemos creado en las últimas décadas para organizarnos
socialmente. El problema es que todas estas estructuras no resultan compatibles
con los límites biofísicos de nuestro planeta.
Coincidiendo
esta semana el día meteorológico mundial y el día del clima, conviene recordar
a nuestros políticos y a nosotros mismos que si no frenamos cuanto antes la
quema de combustibles fósiles, es decir el aporte de carbono almacenado a la
atmósfera, lo más probable es que provoquemos una regresión de las condiciones
climáticas similar a la que existía hace 66 millones de años en la que no está
claro que podamos sobrevivir, y menos si el cambio si produce de manera muy
abrupta como parece que está ocurriendo.
Todavía
estamos a tiempo de evitar que nuestro paso por el planeta no haya sido más que
una breve anécdota en la historia terrestre, y demostrar que todo nuestro poder
de raciocinio no sólo sirve para tener conciencia de nuestra propia
autodestrucción. Así que en vez de quedarnos esperando, actuemos; que por algo
no somos dinosaurios.
Entrada
de blog por: Mariano González
Ecologista
social. Responsable en campañas de energía y clima para @greenpeace_esp y
activista de Ecologistas en Acción
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Mariano González, La era de los dinosaurios, sin dinosaurios, 23/03/16, Greenpeace España.
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