El 30 de octubre
de 1961 la Unión Soviética detonaba el arma nuclear más grande de
la historia. Una demostración de fuerza que resulta empequeñecida
ante el poder de la naturaleza.
por Sergio Ferrer
El 30 de octubre
de 1961 el comandante Andrei Durnovtsev pasó a la historia, aunque
hoy nadie recuerde su nombre. Este piloto soviético ostenta el
dudoso honor de haber lanzado la mayor bomba nuclear jamás creada,
que provocó la explosión más grande conseguida por la Humanidad.
Una demostración fútil de poder que también sirve para comprender
la insignificancia del ser humano.
Quien opine que
las armas nucleares son más políticas que militares encontrará en
la bomba de hidrógeno AN602 el mejor argumento. Más conocida como
bomba del Zar, este gigante soviético pesaba 27 toneladas y medía
ocho metros de largo. Un tamaño tan exagerado que hubo que adaptar
el avión de Durnovtsev (un Túpolev Tu-95) para que pudiera con
semejante carga.
Lanzada en
paracaídas para dar tiempo a que el piloto se alejara lo suficiente,
el emperador de las bombas liberó una potencia de más de 50
megatones (Mt) que rompió ventanas a 800 kilómetros y levantó un
hongo nuclear de 64 km de altura. El destello fue visible a 1.000 km
de distancia del sitio de pruebas de Nueva Zembla donde impactó. Por
suerte, no se mantuvo la idea inicial de alcanzar una explosión de
100 Mt, que no habría podido garantizar la supervivencia de
Durnovtsev.
Cada megatón
representa la energía liberada por un millón de toneladas de
trinitrotolueno (TNT), una potencia sólo comprensible para la mente
humana a través de comparaciones. La bomba del Zar fue 3.800 veces
más poderosa que la 'Little Boy' detonada en Hiroshima, de 'tan
sólo' 15 kilotones y que mató en el acto a 66.000 personas.
La razón de una
diferencia tan enorme se encuentra en algo tan diminuto como el
núcleo de los átomos. Mientras que las de Hiroshima y Nagasaki
fueron bombas de fisión, la bomba del Zar fue una bomba de
hidrógeno. Es decir, de fusión nuclear. “Son principios
científicos que puedes usar para matar gente o para encender
bombillas, la decisión es tuya”, explica a Teknautas el experto en
Física Nuclear Manuel Fernández.
En el caso de la
fisión nuclear, Fernández explica sus fundamentos: “Coges un
núcleo muy pesado de uranio-235 o plutonio-239 y lo rompes en dos”.
Al partirlo, "la masa de las partes es inferior a la del núcleo
original”. ¿Acaso esa masa ha desaparecido? No, porque la
diferencia, "según la famosa fórmula de Einstein, se
transforma en energía”.
Este proceso se
emplea en las centrales nucleares de todo el mundo, pero bajo ciertas
condiciones puede ser explosivo. “Se cogen unos cuantos kilos de
uranio, se colocan en forma esférica como un balón de fútbol y se
rodean de explosivos”, comenta el físico. “Al detonarlos, la
pelota se comprime por todos los lados al mismo tiempo, haciéndose
más pequeña e iniciando una reacción en cadena. Cada uno de los
miles y miles de millones de núcleos se fisiona a la vez, liberando
en suma una gran cantidad de energía”.
La fusión
nuclear que hizo posible la bomba del Zar es completamente opuesta.
“Juntas dos núcleos muy ligeros en uno más grande que pesa menos
de lo que pesaría la suma de los dos por separado”, asegura el
experto. Nuevamente, las cuentas se cuadran mediante una liberación
de energía. Es el mecanismo de las estrellas como el Sol, que son
reactores nucleares de fusión naturales. En el caso del arma
soviética, eso sí, toda la energía se libera de repente.
En realidad, una
bomba como la del Zar es mucho más que eso: “Está formada por
tres bombas de fisión junto a otra de hidrógeno. La primera de
fisión que detonas arranca la bomba, y la radiación y energía
liberadas inician la segunda, que comprime la de fusión, que a su
vez tiene otra de plutonio en su interior”. Esto hace que el
hidrógeno se encuentre como en casa (el interior de las estrellas),
se caliente a varios millones de grados y pueda fusionarse. La madre
de todas las reacciones en cadena.
Un rasguño para
el planeta
La potencia
máxima de una bomba de fisión está limitada por las leyes de la
física, pues llega un punto en que el uranio no se puede comprimir
más por mucho que se añada. No sucede lo mismo con las de
hidrógeno: “Cuantos más kilos de hidrógeno pongas, más energía
se liberará”, aclara Fernández. Además, un kilo de hidrógeno
genera 10 veces más energía que uno de uranio.
A pesar de eso,
hoy no tiene sentido fabricar armas nucleares tan grandes, ya que
ahora se mandan con misiles a miles de kilómetros de distancia en
lugar de dejarlas caer desde aviones. La bomba del Zar tampoco tuvo
mucha lógica en su momento y su objetivo consistió más en
demostrar el poder de la URSS durante la Guerra Fría que en fabricar
algo eficiente.
La bomba del Zar
fue la mayor explosión de origen humano, pero queda empequeñecida
al compararla con el poder de la naturaleza. La erupción del volcán
Krakatoa en 1883 es quizá la mayor explosión que ha visto la Tierra
en los últimos siglos. Su índice de explosividad volcánica (VEI,
por sus siglas en inglés), la escala con la que se mide la magnitud
de estos fenómenos, alcanzó el grado 6. Traducido, esto representa
una potencia de unos 200 megatones, cuatro veces más que el arma
soviética.
En peor lugar
queda la bomba rusa si la ponemos al lado del asteroide Chicxulub,
responsable de la desaparición de los dinosaurios y que dejó como
prueba un cráter de 180 km de diámetro en el actual México. Ni
siquiera esta catástrofe, responsable de una extinción masiva, pudo
acabar con la vida en la Tierra, que renació de sus cenizas y dio
paso al reinado de los mamíferos, con cierta especie de primate a la
cabeza. Semejante bólido de 10 km de diámetro impactó con una
potencia de 100 teratones, casi cuatro millones de veces superior a
la mayor explosión jamás generada por la Humanidad.
El ser humano
puede usar la energía de las estrellas para la destrucción, pero es
incapaz de lograr lo que la naturaleza difícilmente podría
conseguir: extinguir la vida en la Tierra. En el peor de los
escenarios acabará consigo mismo (y con millones de especies de
propina) para luego caer en el olvido. En ese caso, el planeta se
lamerá las heridas y con tiempo suficiente todo volvería a empezar.
Esa es la lección que deja Durnovtsev.
Fuente:
Sergio Ferrer, Medio siglo de la bomba del Zar, 3.800 veces más potente que la de Hiroshima, 30/1/15, El Confidencial.
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