Vivimos momentos de cambio en nuestra sociedad. El 2015 es un año de elecciones que nos afecta y nos reclama como ciudadanos, en cuanto estamos obligados a ejercer nuestro deber cívico con responsabilidad, exigidos a dar respuestas de nuestros actos de hoy a nuestros conciudadanos, a nuestros hijos, y a las generaciones futuras. En este contexto, a la luz del llamado que nos hace el Santo Padre en su última Carta encíclica Laudato Si’, a cuidar de la casa común, nos vemos en la necesidad de volver nuestros pasos a la preocupación ambiental que venimos destacando en los últimos diez años, formando parte de diversos documentos de nuestra Pastoral Social.
A. El basural de la ciudad
En el año 2010 decíamos: “La problemática de los residuos -cualquiera sea su origen- no es un asunto de otros o del Estado, es nuestro problema. Como recita un viejo adagio cada uno es responsable de la basura que genera. Estamos convencidos que el primer tratamiento de los desechos se deben realizar en nuestros hogares. El Estado deberá administrar los medios para que sean recolectados y tratados en tiempo y en forma. Recordábamos que la “magnitud y complejidad del problema” exigía un “diálogo sereno”, una “búsqueda de consensos” y contar con el “indispensable apoyo de la ciencia y la técnica”. En tal sentido, se hizo una invitación abierta a las universidades y a las empresas especializadas, para que contribuyeran a la solución del problema desde sus conocimientos y aportaran al “diseño de nuevas y definitivas políticas de Estado que den soluciones integrales válidas también para el mediano y largo plazo.
B. Basurales a cielo abierto
La mayoría de estos “basurales a cielo abierto” son generados por falta de una educación ambiental y una gestión irresponsable en el tema de la basura. Todo desecho “sin discriminar” es depositado en estos lugares con una actitud desaprensiva, y sin ningún control; con el agravante de que el número es creciente y sin regulación. Hoy estos basurales son aproximadamente ochenta.
En este contexto, se expone la figura de algunos de los llamados “carreros”, que con su acción descontrolada e irresponsable depositan basura y escombros que retiran de los domicilios, en cualquier espacio verde (baldíos, márgenes del canal, cauces del río, etcétera). En este ejercicio no actúan solos, pues tal basura las generamos los mismos vecinos y les pagamos para que lo hagan.
Mirada perceptiva de la realidad
Se perciben sensaciones ambiguas en el comportamiento social en orden a la búsqueda de una solución responsable al problema de los residuos. Por un lado, tenemos una población creciente e indiferente, y por otro, se está trabajando en la búsqueda de una solución a mediano y largo plazo.
Igualmente, vemos asociaciones responsables abocadas a generar propuestas que respondan a la problemática planteada (UCC, Red Zona Sur, Red Ciudadana Nuestra Córdoba12, vecinos auto convocados, centro vecinalistas, etcétera), siendo su contraparte, el rol de los gobiernos municipales territorialmente afectados.
Estos, si bien están trabajando en conjunto para resolver el problema del enterramiento central de la basura y su tratamiento, no logran poner en común políticas que respondan en tiempo y forma a un interés común. Lo mismo se puede decir de las asociaciones civiles en los ámbitos municipales, cuyas urgencias e intereses varían entre las distintas comunas.
Ello implica que cada municipio dicte sus ordenanzas conforme a intereses propios, dificultando la concordancia de criterios para definir políticas comunes en la zona del Gran Córdoba.
Por otro lado, la presencia que van adquiriendo diferentes grupos organizados en defensa del medio ambiente en las diferentes comunas se contrapone con sectores de la sociedad civil organizada.
Comportamientos que no escapan a la mirada paternal del Santo Padre, quien afirma que existe una verdadera “deuda ecológica” que no queremos reconocer, que exige de un “verdadero planteo ecológico [que] se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.
Es necesario crear una verdadera “cultura ecológica” que se traduzca en el ejercicio de una “ciudadanía ecológica”, siendo condición indispensable: una educación adecuada y una legislación apropiada. Con la educación se forma la conciencia y los hábitos ciudadanos. Las leyes, por su parte, sirven para limitar los malos comportamientos y alentar los buenos.
Para lo cual hacemos los siguientes aportes:
- Considerar el ambiente en su totalidad: tanto el natural como el construido por el hombre, incluyendo aspectos ecológicos, políticos, económicos, sociales, legislativos, culturales y estéticos.
- Constituir un proceso continuo y sostenido para toda la vida.
- Tener un enfoque interdisciplinario y transversal.
- Enfatizar la activa participación de los ciudadanos en la prevención y resolución de problemas ambientales.
- Considerar las cuestiones ambientales en su dimensión presente y futura.
- Estudiar la cuestión ambiental a escala global, considerando las diferencias regionales.
- Analizar las cuestiones del desarrollo y crecimiento económico desde una perspectiva ambiental.
- Promover el valor de cooperación y de corresponsabilidad en el ámbito local, nacional e internacional.
Como Iglesia agradecemos a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del ambiente.
Resumen del documento emitido por la Pastoral Social Arquidiocesana de Córdoba.
Fuente:
El problema ambiental de Córdoba, 16/10/15, La Mañana de Córdoba.
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