sábado, 12 de julio de 2014

Ojos bien abiertos

Gráfica @melidassano

Un nuevo estudio de la UNC relaciona las enfermedades que padecen los pueblos fumigados con la distancia que los separan de los campos pulverizados con agroquímicos.

cobertura ECOS Córdoba
Lea Ross | @LeandroRoss
edición: @melidasanno

A 200 kilómetros de la ciudad de Córdoba, por dirección a sudeste, se encuentra el pueblo de Morrison. Conformada por más de 3.000 habitantes, esta pequeña región, del departamento de Unión, está pegada a los campos donde se cosechan soja y maíz. Morrison ha sido el escenario para un particular trabajo, amparada por la Universidad Nacional de Córdoba. El resultado de la misma: a mayor cercanía con los campos pulverizados con agroquímicos, mayor será el riesgo de padecer síntomas de alguna enfermedad relacionada con infecciones.

La propuesta devino, oficialmente, del Instituto Superior de Estudios Ambientales (ISEA), perteneciente a la UNC. Sin embargo, al consultar a Cristina Arnulphi, directora de éste trabajo de investigación, ella pidió a ECOS Córdoba que lo primero que se mencione sea a todas las personas que participaron del proyecto. Allí, Arnulphi le resalta una lista relativamente extensa: la Asamblea Córdoba Ciudad Despierta, Paren de Fumigar, médicos y vecinos de Morrison, Bell Ville, Marcos Juárez, integrantes del grupo Piedra Libre y la organización social Pacha Pampa. “Todos compañeros de lucha”, sentencia una de las impulsoras de éste proyecto.

El trabajo consistió en una encuesta epidemiológica realizada a los vecinos de Morrison. Para ser más precisos: un estudio epidemiológico multivariado, semiestructurado, autoadministrado y georeferenciado, aplicado en la modalidad de encuestas domiciliarias.

Desde 2010 hasta el 2012, se sondearon en total 169 viviendas, de los cuales viven más de 500 personas. Es decir: el 18 % de la población.

Casa por casa. Entrevistando y conociendo cuál era la situación en materia de salud para cada familia y su distancia hacia los campos, donde las fumigaciones y/o pulverizaciones están a la orden del día. “Recogimos casos espeluznantes”, señala Cristina.

En el primer día de trabajo en Morrison, el equipo de trabajo se encontró con que en el pueblo se estaba llevando a cabo un velorio. Había fallecido un peón rural. Habría muerto por cáncer.

De hecho, durante el trabajo epidemiológico, Arnulphi comentó que una de las viviendas no respondía los llamados a la puerta que realizaba el equipo de trabajo. Un vecino les informó que los cuatro hermanos que vivían en esa casa habían fallecido. También eran peones.

“Once meses después -sigue relatando la directora del proyecto-, habíamos retomado la segunda vuelta de las encuestas. Y nos encontramos en una casa con una viuda y sus ocho hijos. Y ella nos contó que su marido había muerto. Y que trabajaba en el mismo puesto donde trabajaba el peón anterior, aquel que habíamos asistido a su velorio. Y cuando le preguntamos, sorprendidos, dónde estaba el patrón, que qué hacía al respecto, ella respondió que también se había muerto”.

En las conclusiones del trabajo de investigación, se revela que el 66 % de los encuestados viven desde hace 10 años en sus casas o más. Y solamente un 7 % ha estado menos de un año. “Lo interesante de destacar, es que la mayoría de esas personas viven a menos de 150 metros de campos fumigados, lo que demuestra que fueron las prácticas agrícolas las que avanzaron sobre la ciudad y no a la inversa”, señala el informe piloto.

Los resultados del trabajo señalan que el número de personas que manifiestan tener síntomas de enfermedades asociadas a intoxicaciones crónicas o sub-agudas tienen una relación funcional con la distancia a los campos donde se aplican pesticidas.

Así, como se ve en la gráfica, el 41 % de los encuestados que viven hasta 150 metros de los campos fumigados presentaron a algún tipo de síntoma. A diferencia de los que viven a 500 metros, en donde solo el 8 % presentó algún problema de salud.

Una cuestión preocupante son los casos de embarazos declarados. En total son 160. De los cuales hubo 20 nacidos con bajo peso, que representan un 12,5 %, y 22 nacieron antes de término (13,8 %). Esto resulta preocupante cuando se lo compara con la realidad a escala provincial: 7 % y 7,8 % respectivamente. “También declaran que 9 niños nacieron muertos (6 %) y 5 embarazos terminaron en abortos con madres cuyas edades al momento del embarazo oscilaban entre 20 y 34 años”, señala el informe.

Otro cuestión importante tiene que ver con los casos de cáncer. Para eso, los vecinos elaboraron un informe aparte, cuyos resultados todavía están en preparación. De todas maneras, ya se anticipan que los resultados son alarmantes. En los últimos años, 138 personas murieron o se han enfermado de cáncer en Morrison. “Esto representa el 4,18 % de la población general. Además, los casos registrados por los vecinos no se ubican aleatoriamente, sino que muchos de esos casos se presentan en las proximidades de establecimientos industriales donde se acopian cereales y se manipulan las semillas con un procedimiento que despide al ambiente un polvillo altamente irritante, que produce comprobados efectos sobre la salud”, apunta el informe.

Además, se resalta que el 77 % de los encuestados aseguró haber utilizado algún químico para combatir las plagas o malezas; pero solo un 35 % reconoció que lo utilizan diariamente. Aún así, solo el 10 % se dedica a la actividad agrícola. A su vez, el 39 % asegura haber visto un avión fumigador pasar por encima de sus casas.

“Esta todo muy naturalizado -señala Arnulphi-. Y un poco el trabajo sirvió para que el pueblo se mirara así mismo. Porque antes no se hablaba de las fumigaciones”. La organizadora del proyecto comentó además sobre la organización de un taller con distintos vecinos relacionados con las actividades agrícolas. Y en el momento en que se explicó sobre conceptos básicos de la agroecología, los productores que participaron de la misma aseguraron que nunca habían escuchado hablar sobre eso. “Y ahora, esos mismos productores contrataron a un ingeniero agrónomo para que los asesore en materia de la agroecología”, resalta Arnulphi.

El 54 % de los encuestados, según el trabajo, está expuesto de algún modo a los agroquímicos, no solo por dedicarse a fumigar sino por tener su casa cerca de los campos. Y en materia de educación, el 57 % mantiene los estudios primarios, la mayoría todavía sin haberlos completados, y el 4 % jamás fue a la escuela.

“Lo más importante, más allá de los números, es la toma de conciencia. Ahora el pueblo comenzó a cuestionarse. El intendente ha cambiado de actitud sobre este tema y los vecinos comenzaron a organizarse”, resalta Cristina Arnulphi.

Ahora, el proyecto continúa desde el año pasado realizando el mismo trabajo, pero ya en otro pueblo. Esta vez: en Pozo del Molle, en el departamento de Río Segundo, con la esperanza que desde el interior se logré levantar un poco la venda de los ojos.

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Fuente:
Ojos bien abiertos, 11/07/14, ECOS Córdoba.

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