jueves, 7 de noviembre de 2013

El agua que sobra y daña, o la que falta y duele

El agua mostró dos caras en Córdoba en una misma semana. Localidades con daños por crecientes y, a la vez, otras sin agua suficiente para sus vecinos.

por Fernando Colautti

Desde hace años, los científicos sugieren que, por el cambio climático que nos supimos conseguir, las ciudades y países deberían asumir medidas para adaptarse y mitigar sus consecuencias. Anticipan que cada vez habrá más eventos extremos: más inundaciones, pero, a la vez, sequías más severas. ¿Córdoba no vio algo de ambas este año?

El agua mostró dos caras en esta provincia, en una misma semana. Por un lado, localidades inundadas, con destrozos y vecinos evacuados. Por el otro, incluso en la misma región, habitantes a los que se les debe cortar el servicio de agua porque no alcanza para todos. Sobra y falta a la vez, vaya paradoja.

Para la que sobra y daña, no debería haber ya intendente que ignore que, por efecto de ese cambio climático, los desagües serán las obras por las que los recordarán (sobre todo si no las hacen). Para Provincia y Nación, también deberían ser un tema estratégico, controlando situaciones agravantes: si en las cuencas serranas se desmonta o incendia, la erosión se agrava y el agua baja cada vez con más fuerza destructiva. Aunque sabido, no se ven avances en esa línea. Mientras, Córdoba no tiene ni un radar meteorológico que avise a tiempo de crecidas o temporales.

A la vez, cada localidad debería sumar espacios verdes en vez de tanto asfalto (para infiltrar el agua, más que hacerla correr) y controlar el uso de la tierra en los campos que la rodean, para que no se deriven inundaciones hacia las zonas urbanas.

La otra cara es el agua que falta. Sierras Chicas es la muestra. También, la evidencia de que crecimiento no es igual a desarrollo: la región de Córdoba que más habitantes sumó en la última década no planificó esa realidad, y el servicio más vital no alcanza para todos. La carencia no es circunstancial: hace años que la crisis hídrica figura en la agenda urgente de esa región.

Alguna vez fue dicho aquí: en 1880, con 20 mil almas en la ciudad de Córdoba, se hizo el dique San Roque, una proeza para su tiempo. Hoy, con 1.300.000 habitantes en la Capital, parece hasta una enorme complicación reparar el canal Los Molinos-Córdoba para que no pierda el agua que transporta. Si tanto nos cuesta arreglar un canal ya hecho, ¿quién cree lo del faraónico acueducto desde el río Paraná?

Fuente:
Fernando Colautti, El agua que sobra y daña, o la que falta y duele, 06/11/13, La Voz del Interior. Consultado 06/11/13.

No hay comentarios:

Publicar un comentario