lunes, 3 de junio de 2013

Investigadores descubren daños genéticos en familias que viven a mil metros de las fumigaciones

Esas personas sufren el mismo deterioro que quienes están a 300 metros de los campos. Así lo revela un estudio de la UNRC realizado en Marcos Juárez, el cual confirma que los agroquímicos aumentan los riesgos de abortos, malformaciones y cáncer incluso aplicado a un kilómetro de distancia.

por Lucía Maina

Los últimos resultados de la investigación sobre el impacto de los agroquímicos en la salud que llevan adelante los biólogos de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), Delia Aiassa y Fernando Mañas, resultan alarmantes. Los análisis que los investigadores realizaron en la localidad de Marcos Juárez el año pasado revelaron que las familias que viven a mil metros de las fumigaciones poseen el mismo daño genético que quienes habitan a 300 metros de los campos. Debido a las fumigaciones, ambos grupos tienen más riesgo de sufrir abortos espontáneos, malformaciones y cáncer que el resto de la población.

El descubrimiento reabre el debate sobre la legislación vigente en la provincia y el país respecto a la aplicación de agroquímicos. Incluso, pone en duda la efectividad de las ordenanzas sancionadas en los últimos años en distintos municipios cordobeses, ya que la mayoría de estas normativas alejaron las fumigaciones a mil metros de las zonas urbanas.

“No encontramos diferencias, el riesgo es exactamente el mismo”, explicó Aiassa en relación al daño genético detectado en los dos grupos de familias de Marcos Juarez que fueron estudiados. Lo llamativo es que uno de los grupos vive a entre 800 y 1000 metros de las zonas pulverizadas y el otro a sólo 300 metros de los campos. Sin embargo, ambos sufren por igual los efectos tóxicos de los plaguicidas.

En concreto, explicaron los responsables del estudio, el daño encontrado en el material genético aumenta las posibilidades de padecer enfermedades de gravedad, ya que si no es reparado o eliminado por el organismo, quien lo padece puede sufrir abortos espontáneos, malformaciones en su descendencia o contraer algún tipo de cáncer. De hecho, estas son las enfermedades más comunes que vienen detectando desde la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.

Las poblaciones
La investigación de la UNRC se denomina “Evaluación del nivel de daño en material genético en grupos humanos expuestos a agroquímicos y sus implicancias en educación y legislación”  y comenzó a desarrollarse en el año 2006. Desde aquel momento hasta ahora, el estudio fue abarcando a distintos grupos de poblaciones y alcanzando importantes resultados.

En una primera etapa, el estudio se basó en analizar el material genético de los aplicadores de agroquímicos, encontrando importantes daños en sus células. Luego, los investigadores decidieron estudiar a las personas que viven en cercanías de las tierras pulverizadas.

“Hemos trabajado en Las Vertientes, en Marcos Juárez, en los alrededores de Río Cuarto, Saira, tenemos algunas muestras de Rodeo Viejo, de Alcira Gigena”, enumeran los profesionales. Pero agregan que lo significativo no son estas localidades en particular sino la característica que comparten y que se repite en tantas otras: el hecho de estar rodeadas de campos fumigados.

Su último trabajo fue justamente el análisis de las muestras tomadas en Marcos Juárez durante el año pasado, cuyos resultados aún no han sido publicados y recién se están dando a conocer.

En ese marco, Aiassa relató que lo más significativo de este estudio es que tanto las familias que viven a 300 metros de los campos como aquellas que están a un kilómetro de distancia poseen el mismo daño en sus genes.

“Si comparamos el grupo de 300 metros o el grupo de 800 metros a 1000 metros con el grupo de referencia que estábamos utilizando -que son personas con las mismas características pero que viven mucho más alejados- hay un aumento significativo de ese valor de daño”, explicó.

Y agregó que, dada la fisonomía de la localidad de Marcos Juárez, las muestras de referencia no pudieron tomarse en la misma ciudad porque todos sus pobladores se encuentran, como máximo, a mil metros de las fumigaciones. “Eso es lo que creo que es significativo: es una población que está expuesta a contaminantes”, dijo.

Además, la investigadora explicó que todas las personas que son estudiadas deben cumplir con un protocolo, aprobado por un Comité de Ética para eliminar factores de confusión en los resultados. “Tienen que cumplir ciertas características para que nos acerquemos lo más posible a un diagnóstico que tenga que ver directamente con el plaguicida y no con otra sustancia contaminante a la que pueda estar expuesta esa persona”, precisó.

En base a ello, afirmó que los daños genéticos detectados se deberían a la cercanía con las fumigaciones a las que están expuestos estos grupos, más aún si se tiene en cuenta que tanto en Marcos Juárez como en el resto de la provincia de Córdoba se pulveriza entre seis y ocho meses al año.

Las enfermedades
Los investigadores explican que los daños en el material genético actúan de manera silenciosa. En ese sentido, se diferencian de las intoxicaciones agudas, que aparecen luego de que la persona se expone a agroquímicos u otras sustancias contaminantes y se manifiestan con síntomas leves tales como lagrimeo, dolores de cabeza, problemas en la piel, el aparato digestivo o el sistema respiratorio. 

Respecto al deterioro del material genético, Aiassa explicó que existen mecanismos en el organismo que permiten reparar o eliminar las células dañadas. Sin embargo, advirtió que si la exposición al agroquímico se prolonga en el tiempo y el cuerpo ya no puede reparar el daño ocasionado, la salud puede verse seriamente afectada.

Así, si el deterioro ocurre en células sexuales “lo más probable es que la persona tenga óvulos o espermatozoides con algún tipo de defecto en el ADN. ¿Eso a qué va a llevar? A descendencia con algún tipo de alteración, abortos o problemas para poder lograr embarazos, que en realidad es lo que se está viendo en estos pueblos”, aseguró la bióloga local.

Si, en cambio, el daño se produce en las células denonimadas somáticas -continuó la investigadora- ello puede dar origen a determinados tumores y derivar en un cáncer.

Por otro lado, relató: “En Marcos Juárez tenemos una muestra importante de niños que también está entre 300 y 800 metros. Los resultados fueron exactamente iguales: hay un daño aumentado, teniendo en cuenta que los niños son mucho más vulnerables y no tienen su sistema de reparación como lo tiene un adulto. Entonces, ello podría estar explicando lo que nosotros escuchamos a diario, que son las leucemias en edades cada vez más tempranas”.

Las leyes
La investigación que lleva adelante la UNRC no sólo estudia los efectos de las fumigaciones en la salud y el ambiente, sino que también incluye tareas destinadas a difundir los resultados y educar a la población sobre esta problemática. Además, un grupo de profesionales se ocupa de analizar la legislación vigente sobre agroquímicos y plantear los cambios necesarios a partir de los nuevos descubrimientos científicos.

“Pretendemos aportar desde lo científico a que mejoren o complementen esas legislaciones que tenemos, que podamos hacer un aporte desde los resultados que estamos encontrando”, subrayó la bióloga. 

De hecho, los últimos resultados encontrados en Marcos Juárez plantean inevitablemente la necesidad de revisar las distancias permitidas por las leyes nacionales, provinciales y municipales para fumigar cerca de zonas pobladas. La Ley de Agroquímicos de Córdoba, por ejemplo, permite la pulverización terrestre a 500 metros de las viviendas e incluso habilita a aplicar ciertos productos, como el Glifosato, sin que medie ninguna distancia con lugares habitados.

“Lo que estamos viendo, desde mi opinión y con la bibliografía que tenemos de otros lugares, es la consecuencia del aumento de estas sustancias tóxicas en los últimos años”, reflexionó Aiassa. Y advirtió que el problema es aún más complejo si se tiene en cuenta el incremento de la cantidad de plaguicidas aplicados año a año y la expansión de la frontera agropecuaria.

“El Glifosato no es inocuo”

En el marco de la investigación que llevan adelante Fernando Mañas y Delia Aiassa, también se han desarrollado trabajos de laboratorio que demuestran el daño genético ocasionado específicamente por el herbicida Glifosato, uno de los más utilizados actualmente en la provincia y el país.

Así, además de extraer sangre de las poblaciones expuestas a fumigaciones, los investigadores también tomaron sangre de donadores sanos, es decir, que no poseen ningún daño genético, y en laboratorio expusieron esas células a distintas concentraciones de Glifosato.

“Los valores que encontramos son también aumentados cuando están expuestos a distintas concentraciones. Es decir que el Glifosato no es inocuo para el material genético”, afirmó Aiassa al respecto. Y continuó: “Podemos decir que el Glifosato está causando un daño del material genético en células humanas porque lo hemos probado en distintas concentraciones, como así también su metabolito que es el Ampa”.

Además, señaló que existen muchos estudios en el país y el mundo que han comprobado esta situación. Incluso, a nivel local, el investigador Fernando Mañas ha hecho experimentos similares en células de médula ósea de ratones, encontrando nuevamente el daño ocasionado por los agroquímicos.

En base a estas evidencias, los especialistas cuestionaron la clasificación establecida por el Senasa para el Glifosato como un producto de escaso o nulo riesgo toxicológico.

“Las clasificaciones en realidad se basan en lo que es la toxicidad aguda y no están viendo lo que es la toxicidad crónica. O sea, que el producto tenga una banda verde no significa que no sea tóxico. Eso es lo que por ahí es difícil de visualizar por las personas que están en contacto con estas sustancias habitualmente”, aseguró la investigadora local y se refirió especialmente a los aplicadores de plaguicidas.

Por otro lado, los profesionales de la UNRC indicaron que los estudios hechos hasta ahora no permiten distinguir el efecto particular de otros agroquímicos, aunque están comenzando a avanzar en este tipo de investigaciones.

“Cipermetrina, Atrazina, Clorpirifos y Glifosato son los plaguicidas más utilizados en las zonas donde nosotros hemos trabajado. Ahora estamos haciendo un trabajo en colaboración con la Universidad de Rosario en ratas expuestas al Clorpirifos”, relataron.

Fuente:
“El Glifosato no es inocuo”, 02/06/13, La Nación.

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