Decenas de vecinos de La Plata siguen sin poder volver a sus hogares; aún
se pueden ver autos abandonados en las calles, muebles y electrodomésticos
arruinados tirados a la basura; cambian la regulación para el otorgamiento de
créditos.
por Valeria Musse
No hay cifras sobre cuántos no pudieron regresar a sus
hogares, pero recorriendo los barrios es posible toparse con sus historias. En
su mayoría no estuvieron en centros de evacuados y, eludiendo la estadística
oficial, muchos se mudaron a la casa de familiares o amigos.
En las calles platenses todavía hay vehículos abandonados,
cubiertos de polvo y de ramas. El gobierno provincial informó que se
recolectaron más de 22.500 toneladas de basura, pero todavía se pueden ver en
las veredas muebles, electrodomésticos y todo tipo de enseres.
Los hospitales y escuelas comienzan a normalizar sus
actividades. Los comerciantes también sufrieron la fuerza del temporal. Muchos
pudieron reabrir sus negocios y la cámara que los agrupa convocó a ayudar a los
más perjudicados; unos 2000, según estimaciones de la comuna, para que
denuncien su situación y así solicitar que se creen créditos blandos para el
área.
Un cálculo preliminar realizado por la municipalidad estimó
en 4000 millones las pérdidas patrimoniales. Ese trabajo indicó que hubo daños
patrimoniales por un valor estimado en 78.000 pesos en cada una de las 58.582
propiedades que resultaron afectadas directamente. Sólo en ese concepto el
monto total de pérdidas ronda los 2337 millones de pesos.
El Banco Provincia de Buenos Aires (Bapro) es una de las entidades
que habilitó una línea de crédito para los damnificados. En un principio se
preveía financiar hasta 50 mil pesos, con una tasa fija anual del 9,9 % a pagar mensualmente a lo largo de cuatro años. La cuota por pagar podía
representar hasta un 25 % del ingreso del solicitante. Sin embargo, a
partir del miércoles último esas condiciones variaron a partir de una circular
interna que emitió la entidad. Ahora, el Bapro fijó en el 9 % el
porcentaje máximo de afectación del sueldo de quien pide el crédito. Así, para
obtener 50 mil pesos, es preciso acreditar ingresos por unos 15 mil pesos,
cuando antes podía conseguirse aquella cifra con un sueldo de 6 mil pesos. La
decisión será oficializada mañana.
El presidente de la entidad, Gustavo Marangoni, dijo a La Nación que la medida busca
"alcanzar a un universo mayor de afectados por la catástrofe". El
directivo informó que hasta el viernes el banco atendió en La Plata a un promedio de 500
solicitantes diarios y otorgó créditos a cerca de 5000 beneficiarios por un
total de $ 150 millones -a razón de unos $ 30 mil por carpeta- y la semana
próxima se entregarán otros por $ 200 millones a damnificados cuyas solicitudes
ya fueron aprobadas.
Marangoni confirmó, asimismo, que se detectaron ciertas
irregularidades en los certificados otorgados por la comuna, por lo que se
dispuso realizar una mayor fiscalización mediante un cruzamiento de datos entre
ARBA y el municipio. "Tenemos que ser cautelosos porque se han presentado
certificados truchos y en blanco", reveló el funcionario.
Pero el problema no es sólo económico, la reconstrucción
implica para muchos vecinos fortalecer el espíritu. El temor de que otra lluvia
similar está presente y no puede calcularse en dinero. Marta Defranza (55), vecina
de Tolosa, está aterrada. Hace una semana cayeron algunas gotas en La Plata y ningún integrante de
la casa pudo dormir. "¿Qué vas a poder reconstruir si viene otra lluvia y
te lleva todo?", se pregunta repitiendo una inquietud generalizada en los
barrios más afectados..
Cinco amontonadas en colchones inflables
"¿Qué le voy a hacer? Era un asco como estaba el barro
pegado", recuerda. Aunque hace muchos días que no puede volver a habitar
su casa en el barrio La Loma ,
su templanza parece intacta.
Con el correr de los días surgen más problemas y los gastos
se acrecientan. Por eso Mirta reclama algún crédito que pueda pagar. Primero,
hubo que reponer los colchones de ella y de sus tres hijas, Annabella (6),
Dulcinea (12) y Antonela (16). Luego, arreglar la computadora y pedirle a un
mecánico amigo que le revisara la moto, su medio de transporte esencial. La
proximidad de los días más fríos la obligó a reparar la cocina. Y, como si
fuera poco, anteayer se quedó sin gas.
Por todo ello tuvo que resguardarse en la casa de su tía
Susana, en Gonnet. Con una leve sonrisa, describe: "Dormimos las cinco
amontonadas en colchones inflables".
Por suerte para ella y sus hijas, durante la tarde y noche
del martes 2 de abril, cuando la tormenta desató toda su furia, no había nadie
en la casa. Pero, al otro día, el panorama dentro de la vivienda era desolador.
Los muebles estaban desparramados en todos los ambientes. Había mucho desorden,
recuerda. La más chica de sus nenas le rogó: "Guardame los
muñequitos". Y la abuela se ocupó de comprarle a Antonela los libros para
la escuela a los que el agua tampoco había perdonado. Los amigos y la gente que
trabaja en el Círculo Cultural Tolosano hicieron posible parte de la recuperación
de la mujer.
La casa de Mirta, a la que se accede por un largo pasillo,
tiene aún todo fuera de lugar. Salvo las camas y algún que otro mueble, el
resto de las cosas permanece en lo alto. "Necesitamos volver a la
normalidad", repite una y otra vez con la misma tranquilidad que la
caracteriza.
Los Miño intentan convivir con un cráter
Desde que parte de los cimientos de su vivienda de 8 y 32 se
derrumbara, producto de la acumulación de agua en el pozo de una obra lindera,
los hermanos ya no pudieron alojarse en su hogar porque el peligro de derrumbe
es inminente. Y la agencia de lotería, también en el mismo predio, tampoco
puede ser abierta.
"¿Por qué tengo que estar sin casa y sin
trabajo?", cuestiona Alicia en tanto las lágrimas comienzan a rodar sobre
sus mejillas. Por estos días reside en la casa de una tía, a sólo cinco
cuadras.
Su problema no es únicamente habitacional. Hace algunos
años, junto a su hermano alquilan parte del inmueble para hospedar a
estudiantes extranjeros. Esa es una de las fuentes económicas con la que por
ahora no pueden contar. El otro ingreso provenía de la actividad en la agencia
de lotería. "Necesitaba trabajar y por suerte me llamaron desde una
cooperativa de agua", dice Alicia, algo aliviada.
Antes de viajar a Tandil su casa, la misma en la que vive
hace 38 años, estaba intacta. Aún abrumada, enfatiza: "Imaginate la
sorpresa que me llevé cuando volví y vi que una parte ya no existía". Los
cimientos de la cocina y del lavadero desaparecieron. Se convirtieron en
escombros esparcidos en la obra.
"Recién ahora están apuntalando. Pero a este paso no sé
quién se va a hacer cargo de este desastre", reflexiona Alicia.
Al mudarse a la casa de su tía se llevó con ella al
estudiante que al momento del temporal alquilaba una habitación de su casa. La
otra inquilina, oriunda de Chile, fue alojada en la vivienda de un conocido.
El inmueble al otro lado de la polémica construcción también
sufrió por la acumulación de agua en lo que serían las cocheras subterráneas
del futuro edificio. Las paredes cedieron, se rasgaron y los zócalos se
desprendieron del piso, por lo que la familia que lo habita debió mudarse de
manera urgente.
Primero, el agua y después, el fuego
Judi, como le dicen sus familiares, alquila una vivienda en
el barrio La Loma
y, como la mayoría de los vecinos de esa zona, sufrió el cruento temporal. Unos
80 cm de
agua arruinaron casi todas sus pertenencias y las de su hija de 15 años,
Katherine.
Sólo la solidaridad que había entre los vecinos y la de
aquellos personajes anónimos que arribaron a la ciudad devolvió a Judi y su
hija un poco de tranquilidad. Era el momento de terminar los preparativos para
la fiesta de 15 de la jovencita.
La vida parecía volver a su cauce pero... otra vez la
tragedia. Judi se despertó el jueves último y sintió que algo la ahorcaba.
"El humo me asfixiaba", recuerda, y con sus manos grafica la presión
que sentía.
Tomó aire en el patio y con todas sus fuerzas empujó la
puerta de entrada. Estaba sola, ya que su hija dormía en la casa de sus
abuelos. La mujer, miembro de la policía bonaerense, no podía creer lo que le
estaba pasando: el fuego terminaba de arruinar lo poco que se había salvado del
agua o aquellos objetos, como la ropa y colchones, que le habían donado.
Arrodillada en la vereda, gritó: "¡Auxilio! ¡Que
alguien me ayude!". Entró en una crisis de nervios y debió ser asistida
por psicólogos.
Aparentemente, el fuego se inició en un enchufe de la
habitación de la adolescente, que habría entrado en cortocircuito por el agua
acumulada que quedaba en las paredes. Enseguida, tomó el machimbre de la pieza
y se esparció por la vivienda. Las paredes se tiñeron de negro y el olor a
quemado se filtró tanto como lo había hecho el agua.
"¡Mira cómo quedó todo! -exclama Judi, visiblemente
perturbada, mientras señala la casa-. Y el dueño de la casa quiere que me haga
cargo de todo y que no me atrase con el alquiler".
Fuentes
Valeria Musse, Tres semanas después del temporal sigue la lucha para recuperar casas, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Cinco amontonadas en colchones inflables, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Los Miño intentan convivir con un cráter, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Primero, el agua y después, el fuego, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
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