lunes, 22 de abril de 2013

Tres semanas después del temporal sigue la lucha para recuperar casas

Decenas de vecinos de La Plata siguen sin poder volver a sus hogares; aún se pueden ver autos abandonados en las calles, muebles y electrodomésticos arruinados tirados a la basura; cambian la regulación para el otorgamiento de créditos.

por Valeria Musse

La Plata. Héctor Eguaras atraviesa las habitaciones de su casa en el barrio La Loma; intenta ordenar; busca qué limpiar. Pese a que ya pasaron casi tres semanas de la inundación todavía no sabe por dónde empezar. Cómo él, cientos de platenses no pueden, o no quieren, volver a sus viviendas. Son una parte incalculada de los 55.716 hogares que, según estimaciones del municipio, resultaron damnificados por la inundación. Muebles irreparables, paredes húmedas y cientos de recuerdos arrasados conforman el escenario de esta ciudad que busca recomponerse.

No hay cifras sobre cuántos no pudieron regresar a sus hogares, pero recorriendo los barrios es posible toparse con sus historias. En su mayoría no estuvieron en centros de evacuados y, eludiendo la estadística oficial, muchos se mudaron a la casa de familiares o amigos.

En las calles platenses todavía hay vehículos abandonados, cubiertos de polvo y de ramas. El gobierno provincial informó que se recolectaron más de 22.500 toneladas de basura, pero todavía se pueden ver en las veredas muebles, electrodomésticos y todo tipo de enseres.

Los hospitales y escuelas comienzan a normalizar sus actividades. Los comerciantes también sufrieron la fuerza del temporal. Muchos pudieron reabrir sus negocios y la cámara que los agrupa convocó a ayudar a los más perjudicados; unos 2000, según estimaciones de la comuna, para que denuncien su situación y así solicitar que se creen créditos blandos para el área.

Un cálculo preliminar realizado por la municipalidad estimó en 4000 millones las pérdidas patrimoniales. Ese trabajo indicó que hubo daños patrimoniales por un valor estimado en 78.000 pesos en cada una de las 58.582 propiedades que resultaron afectadas directamente. Sólo en ese concepto el monto total de pérdidas ronda los 2337 millones de pesos.

El Banco Provincia de Buenos Aires (Bapro) es una de las entidades que habilitó una línea de crédito para los damnificados. En un principio se preveía financiar hasta 50 mil pesos, con una tasa fija anual del 9,9 % a pagar mensualmente a lo largo de cuatro años. La cuota por pagar podía representar hasta un 25 % del ingreso del solicitante. Sin embargo, a partir del miércoles último esas condiciones variaron a partir de una circular interna que emitió la entidad. Ahora, el Bapro fijó en el 9 % el porcentaje máximo de afectación del sueldo de quien pide el crédito. Así, para obtener 50 mil pesos, es preciso acreditar ingresos por unos 15 mil pesos, cuando antes podía conseguirse aquella cifra con un sueldo de 6 mil pesos. La decisión será oficializada mañana.

El presidente de la entidad, Gustavo Marangoni, dijo a La Nación que la medida busca "alcanzar a un universo mayor de afectados por la catástrofe". El directivo informó que hasta el viernes el banco atendió en La Plata a un promedio de 500 solicitantes diarios y otorgó créditos a cerca de 5000 beneficiarios por un total de $ 150 millones -a razón de unos $ 30 mil por carpeta- y la semana próxima se entregarán otros por $ 200 millones a damnificados cuyas solicitudes ya fueron aprobadas.

Marangoni confirmó, asimismo, que se detectaron ciertas irregularidades en los certificados otorgados por la comuna, por lo que se dispuso realizar una mayor fiscalización mediante un cruzamiento de datos entre ARBA y el municipio. "Tenemos que ser cautelosos porque se han presentado certificados truchos y en blanco", reveló el funcionario.

Pero el problema no es sólo económico, la reconstrucción implica para muchos vecinos fortalecer el espíritu. El temor de que otra lluvia similar está presente y no puede calcularse en dinero. Marta Defranza (55), vecina de Tolosa, está aterrada. Hace una semana cayeron algunas gotas en La Plata y ningún integrante de la casa pudo dormir. "¿Qué vas a poder reconstruir si viene otra lluvia y te lleva todo?", se pregunta repitiendo una inquietud generalizada en los barrios más afectados..

Cinco amontonadas en colchones inflables

La Plata. Mirta Burgos, de 42 años, acaba de terminar de pintar la pared del comedor. Optó por un amarillo muy suave. Pero algo salió mal. Se acerca, toca el muro varias veces. El primer metro desde el suelo tiene un color más fuerte. Vuelve a palparlo. Está húmedo. A casi tres semanas de aquel inolvidable temporal, el agua todavía está dentro de su casa.

"¿Qué le voy a hacer? Era un asco como estaba el barro pegado", recuerda. Aunque hace muchos días que no puede volver a habitar su casa en el barrio La Loma, su templanza parece intacta.

Con el correr de los días surgen más problemas y los gastos se acrecientan. Por eso Mirta reclama algún crédito que pueda pagar. Primero, hubo que reponer los colchones de ella y de sus tres hijas, Annabella (6), Dulcinea (12) y Antonela (16). Luego, arreglar la computadora y pedirle a un mecánico amigo que le revisara la moto, su medio de transporte esencial. La proximidad de los días más fríos la obligó a reparar la cocina. Y, como si fuera poco, anteayer se quedó sin gas.

Por todo ello tuvo que resguardarse en la casa de su tía Susana, en Gonnet. Con una leve sonrisa, describe: "Dormimos las cinco amontonadas en colchones inflables".

Por suerte para ella y sus hijas, durante la tarde y noche del martes 2 de abril, cuando la tormenta desató toda su furia, no había nadie en la casa. Pero, al otro día, el panorama dentro de la vivienda era desolador. Los muebles estaban desparramados en todos los ambientes. Había mucho desorden, recuerda. La más chica de sus nenas le rogó: "Guardame los muñequitos". Y la abuela se ocupó de comprarle a Antonela los libros para la escuela a los que el agua tampoco había perdonado. Los amigos y la gente que trabaja en el Círculo Cultural Tolosano hicieron posible parte de la recuperación de la mujer.

La casa de Mirta, a la que se accede por un largo pasillo, tiene aún todo fuera de lugar. Salvo las camas y algún que otro mueble, el resto de las cosas permanece en lo alto. "Necesitamos volver a la normalidad", repite una y otra vez con la misma tranquilidad que la caracteriza.

Los Miño intentan convivir con un cráter

La Plata. Se asemeja a una imagen de ficción. Pero no, es la triste realidad. Alicia y Marcelo Miño todavía aguardan a que alguien se haga cargo del cráter -no hay otra forma de llamarlo- que "decora" su cocina y comedor.

Desde que parte de los cimientos de su vivienda de 8 y 32 se derrumbara, producto de la acumulación de agua en el pozo de una obra lindera, los hermanos ya no pudieron alojarse en su hogar porque el peligro de derrumbe es inminente. Y la agencia de lotería, también en el mismo predio, tampoco puede ser abierta.

"¿Por qué tengo que estar sin casa y sin trabajo?", cuestiona Alicia en tanto las lágrimas comienzan a rodar sobre sus mejillas. Por estos días reside en la casa de una tía, a sólo cinco cuadras.

Su problema no es únicamente habitacional. Hace algunos años, junto a su hermano alquilan parte del inmueble para hospedar a estudiantes extranjeros. Esa es una de las fuentes económicas con la que por ahora no pueden contar. El otro ingreso provenía de la actividad en la agencia de lotería. "Necesitaba trabajar y por suerte me llamaron desde una cooperativa de agua", dice Alicia, algo aliviada.

Antes de viajar a Tandil su casa, la misma en la que vive hace 38 años, estaba intacta. Aún abrumada, enfatiza: "Imaginate la sorpresa que me llevé cuando volví y vi que una parte ya no existía". Los cimientos de la cocina y del lavadero desaparecieron. Se convirtieron en escombros esparcidos en la obra.

"Recién ahora están apuntalando. Pero a este paso no sé quién se va a hacer cargo de este desastre", reflexiona Alicia.

Al mudarse a la casa de su tía se llevó con ella al estudiante que al momento del temporal alquilaba una habitación de su casa. La otra inquilina, oriunda de Chile, fue alojada en la vivienda de un conocido.

El inmueble al otro lado de la polémica construcción también sufrió por la acumulación de agua en lo que serían las cocheras subterráneas del futuro edificio. Las paredes cedieron, se rasgaron y los zócalos se desprendieron del piso, por lo que la familia que lo habita debió mudarse de manera urgente.

Primero, el agua y después, el fuego

La Plata. Primero fue el agua. Días después, el fuego. Pareciera que el cruel destino se hubiera ensañado con Débora Judit Cabrera. En menos de tres semanas, la mujer lo perdió todo, lo suyo y lo que las manos solidarias le habían repuesto tras la inundación. "¿Por qué a mí?", se pregunta, sentada en el escalón de entrada de su casa.

Judi, como le dicen sus familiares, alquila una vivienda en el barrio La Loma y, como la mayoría de los vecinos de esa zona, sufrió el cruento temporal. Unos 80 cm de agua arruinaron casi todas sus pertenencias y las de su hija de 15 años, Katherine.

Sólo la solidaridad que había entre los vecinos y la de aquellos personajes anónimos que arribaron a la ciudad devolvió a Judi y su hija un poco de tranquilidad. Era el momento de terminar los preparativos para la fiesta de 15 de la jovencita.

La vida parecía volver a su cauce pero... otra vez la tragedia. Judi se despertó el jueves último y sintió que algo la ahorcaba. "El humo me asfixiaba", recuerda, y con sus manos grafica la presión que sentía.

Tomó aire en el patio y con todas sus fuerzas empujó la puerta de entrada. Estaba sola, ya que su hija dormía en la casa de sus abuelos. La mujer, miembro de la policía bonaerense, no podía creer lo que le estaba pasando: el fuego terminaba de arruinar lo poco que se había salvado del agua o aquellos objetos, como la ropa y colchones, que le habían donado.

Arrodillada en la vereda, gritó: "¡Auxilio! ¡Que alguien me ayude!". Entró en una crisis de nervios y debió ser asistida por psicólogos.

Aparentemente, el fuego se inició en un enchufe de la habitación de la adolescente, que habría entrado en cortocircuito por el agua acumulada que quedaba en las paredes. Enseguida, tomó el machimbre de la pieza y se esparció por la vivienda. Las paredes se tiñeron de negro y el olor a quemado se filtró tanto como lo había hecho el agua.

"¡Mira cómo quedó todo! -exclama Judi, visiblemente perturbada, mientras señala la casa-. Y el dueño de la casa quiere que me haga cargo de todo y que no me atrase con el alquiler".

Fuentes
Valeria Musse, Tres semanas después del temporal sigue la lucha para recuperar casas, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Cinco amontonadas en colchones inflables, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Los Miño intentan convivir con un cráter, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.
Primero, el agua y después, el fuego, 21/04/13, La Nación. Consultado 21/04/13.

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