A diez meses del terremoto y tsunami, los pueblos fantasmas
que rodean Fukushima y la destrucción representan el escenario actual de Japón.
Hace 10 meses, Fukushima estaba saliendo apenas de las
nevadas invernales cuando ocurrió el desastre: un terremoto de 9 grados de
magnitud, el más fuerte registrado en la historia de Japón, causó destrozos.
La masa colosal de agua destruyó gran parte de la costa
noreste el 11 de marzo. En la región noreste de Fukushima se estaba gestando un
desastre distinto: tresreactores de la planta nuclear de Fukushima Dai-ichi se
estaban derritiendo, dañados irreparablemente por el megatemblor.
En estos días, cuando la nieve comienza a caer de nuevo, el
gobierno anunció que la planta alcanzó un nivel de estabilidad llamado
"parada en frío". Unos 3.000 trabajadores -entre plomeros, ingenieros
y técnicos- acuden a esas instalaciones cada día.
La destrucción del tsunami sigue siendo visible por doquier.
Camiones destrozados, volcados por el mar, permanecen abandonados junto a los
caminos dentro del complejo. Hay montones de escombros donde se derrumbaron las
paredes de las estructuras del reactor y muchos charcas siguen cubriendo partes
del lugar.
En los pueblos fantasmas que rodean Fukushima Dai-ichi, las
enredaderas han avanzado por las calles, mientras vacas y perros abandonados
deambulan por los campos. Pollos muertos se pudren en los gallineros.
Las decenas de miles de personas que antes vivían alrededor
de la planta huyeron. Desde entonces viven amontonadas en gimnasios, aulas de
escuelas primarias, en literas con amigos y a veces durmiendo en sus coches,
mudándose de un lugar a otro en búsqueda de alternativas.
Quienes vivieron en el perímetro de la planta nuclear solían
recibir de vez en cuando folletos en el correo que explicaban que esto podría
suceder algún día. La mayoría de la gente los veía como correo basura, así que
los desechaban tras darles en el mejor de los casos un vistazo.
Quienes sí los leyeron dicen que los volantes estaban
redactados siempre con un tono tranquilizador, al indicar que aunque ocurriese
un accidente nuclear catastrófico, lo que era muy poco probable, sólo habría una
evacuación temporal de la zona.
Nunca llegaron a insinuar que podrían pasar años o décadas
antes de poder volver. En la mayoría de los refugios, la comida se reparte al
estilo militar, en horas fijas. El espacio personal es muy limitado, apenas
para encajar un sillón. La necesidad de que todos duerman juntos significa un
coro de ronquidos que hace intermitente el sueño, en el mejor de los casos. Los
baños son públicos, hacinados y oscuros.
Aún se desconoce la cantidad total de radiación que liberó
la planta. El impacto de la exposición crónica a bajas dosis de radiación en
los alrededores sigue siendo cuestión de debates científicos.
Estudios recientes muestran también que Japón sigue
subestimando significativamente la magnitud de la catástrofe, algo que podría
tener implicaciones de salud y seguridad en el futuro.
De acuerdo con un estudio dirigido por Andreas Stohl, del
Instituto Noruego para la
Investigación del Aire, a la atmósfera llegó el doble del
radiactivo cesio-137 -un agente cancerígeno- de lo que Japón había anunciado, y
que alcanzó un nivel equivalente al 40 % del total del que emanó de Chernobyl.
El Instituto Francés para la Protección Radiológica
y la Seguridad
Nuclear halló 30 veces más cesio-137 lanzado al Pacífico que
lo que ha reconocido el propietario de la planta.
Según un plan de trabajo detallado, el operador de la planta -Tokyo Electric Power Co.- eliminará el combustible nuclear derretido, la
mayoría del cual se cree que cayó a la parte inferior del núcleo o incluso
hasta el fondo de la zona de contención, más grande y en forma de vaso, un
proceso que se espera que comenzará en 10 años.
En total, el desmantelamiento de la planta probablemente
tome unos 40 años.
Fuente:
Observador Global.com, 01/01/2012, "Japón: tras la pesadilla nuclear, permanece la destrucción". Consultado 01/01/2012.
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