En notas anteriores comentamos que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) reconoce que el funcionamiento rutinario de los reactores nucleares emite radiaciones al ambiente. Por eso recomienda tomar medidas para reducir los niveles de radiación a dosis tan bajas como sea razonablemente posible, teniendo en cuenta los factores sociales, económicos y ambientales.
Por Juan Vernieri
La recomendación resulta risible: ¿Qué se entiende por “razonablemente”?, si se tiene en cuenta que está científicamente comprobado que la radiación, aun de bajo nivel, daña los tejidos, las células, el ADN y otras moléculas vitales, causando mutaciones genéticas, cánceres, leucemia, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, inmunológico y endocrino, pueden romper enlaces moleculares, causando reacciones químicas impredecibles.
“No existe un nivel seguro de exposición y no existe una dosis de radiación (ionizante) tan baja que el riesgo de una enfermedad maligna sea cero”. Así lo expresa el Dr. Karl Morgan, el padre de la Física de la Salud.
Esto no solo lo ignora deliberadamente el OIEA, sino que también lo hacen los organismos de regulación de la energía atómica en todo el mundo.
Las normas nacionales de protección radiológica no logran proteger a los más vulnerables, los niños, de los efectos nocivos de la radiación.
Suele argumentarse que la radiación de fondo, es decir los rayos cósmicos y otras radiaciones que provienen de elementos radiactivos naturales en el suelo, rocas y minerales, etc. son también ionizantes, pero como sus niveles son bajos el cuerpo humano está acostumbrado a manejar esas pequeñas dosis sin efectos adversos significativos, sin mencionar que radiación emitida por los reactores nucleares se suma a la radiación de fondo.
La ICRP es una organización internacional independiente (benéfica sin fines de lucro) que promueve la ciencia de la protección radiológica para el beneficio público, en particular brindando recomendaciones y orientación sobre todos los aspectos de la protección contra la radiación ionizante.
El Parlamento Europeo estuvo de acuerdo en que existe suficiente evidencia disponible que muestra que la exposición de bajo nivel a la radiación de origen humano causa problemas de salud y que los modelos utilizados por la ICRP no lograban predecir estos efectos.
El informe del Parlamento Europeo aborda no solo la base científica que sustenta el debate sobre las dosis bajas, sino también la base ética de las exposiciones permisibles a la radiación. Pone en evidencia la escasa seriedad de la OIEA.
La entidad más hipócrita del mundo.
El mandato del OIEA de difundir usos “pacíficos” de la tecnología nuclear entra en conflicto con la necesidad de la OMS de realizar estudios de salud imparciales.
Alguna vez dijimos que este Organismo es una de las entidades más hipócritas del mundo: Por un lado, promueve, por interés, la energía nuclear y por otro advierte de sus peligros, tratando de mostrarse como una entidad de bien público, benefactora de la humanidad.
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