Exceptuados
por el DNU que permite la actividad en la cadena agropecuaria y de la
alimentación, los productores siguen aplicando agrotóxicos, que en
medio de la pandemia irritan las vías respiratorias y debilitan el
sistema inmune de las poblaciones expuestas.
por
Gastón Rodríguez
Aún
en un contexto de pandemia mundial, donde todas las voluntades
deberían estar puestas en proteger la salud de la población, no son
pocos los productores que se aprovechan de los recursos ocupados en
contener la propagación del Covid-19 para fumigar sin ningún tipo
de control o escrúpulo. “Continuar con este sistema de producción
que libera veneno, no sólo no disminuye la cadena de contagio, sino
que, en realidad, habilita el desarrollo de patologías respiratorias
graves”, advierten los especialistas.
El
DNU 297/2020 establece en su artículo 6 que las cadenas
agropecuarias y de la alimentación quedaran exceptuadas del
“aislamiento social, preventivo y obligatorio” que rige en la
Argentina, al momento del cierre de esta edición, hasta el 31 de
marzo. La fría letra del decreto presidencial ampara, por desgracia,
a aquellos que privilegian la economía de sus bolsillos sobre la
salud de sus semejantes.
“La
primera pregunta que hay que hacerse es si la producción de
commodities agroindustriales para la exportación forma parte de la
cadena agroalimentaria. Luego, por un lado, está el Covid-19 con una
especial morbilidad (capacidad de enfermar) en aquellas personas con
problemas en las vías respiratorias, y por el otro, los productos
que se usan para fumigar, que sabemos que son irritativos para las
vías respiratorias y gastrointestinales. Y esto no es una hipótesis,
porque lo dicen los membretes de los mismos envases. La siguiente
pregunta que debería hacerse el sistema en general, es decir, el
poder político y el resto de la sociedad, es por qué exponer a la
gente a químicos que generan irritación en las dos vías
fundamentales del ataque del coronavirus”, dice a Tiempo Damián
Verzeñassi, especialista en Medicina Legal e investigador en temas
de salud socioambiental.
“Pese
a la situación en la que está sumida la humanidad ante la pandemia
del nuevo coronavirus, en función de la cual el gobierno nacional
estableció el aislamiento social preventivo y obligatorio, el avance
de avionetas y máquinas terrestres con agroquímicos sobre las casas
de lxs vecinxs continúa, poniendo en riesgo la salud de las
comunidades”, denunció en un comunicado la Mesa Provincial de
Agrotóxicos y Salud de Santiago del Estero, aludiendo a las
fumigaciones constantes que se registraron en El Bagual, Casilla del
Medio, El Charco Bobadal y otros parajes de la zona, limítrofe con
Tucumán.
“La
situación está peor que antes, porque la justicia también está en
cuarentena. Cuando hacemos la denuncia, el fiscal nos dice que está
solo porque la gente trabaja desde la casa, y con la policía, la
mayoría está cuidando los accesos. Así que los sojeros se
aprovechan y le meten con todo, no les importa, te tiran el veneno
por la cabeza. Es un desastre”, se queja Sergio Raffaelli, párroco
de Pozo Hondo y referente de la lucha de las comunidades.
El
comunicado de la Mesa exige, “en un momento en que los organismos
del Estado no dan abasto con los controles, y que los sistemas de
seguridad están concentrados en la emergencia sanitaria”, el cese
de fumigaciones y pulverizaciones conforme la aplicación del
principio precautorio.
“En
este contexto, continuar con un sistema de producción que libera
veneno, no solo no disminuye la cadena de contagio, sino que, en
realidad, habilita el desarrollo de patologías respiratorias graves.
Esa gente fumigada tiene un riesgo mayor de padecer una infección
grave por coronavirus respecto de las personas que no están
expuestas”, destaca Verzeñassi.
Hipocresía
Selva,
una modesta localidad de 2500 habitantes en el sur de Santiago del
Estero, tuvo hace unos días la fama repentina que otorga la noticia
sensacionalista: la supuesta infidelidad de uno de sus vecinos causó
el aislamiento total del pueblo. Pero ni antes y tampoco después los
medios nacionales cubrirán el drama cotidiano.
“En
el pueblo de la novela, como le decimos a Selva, de los primeros
nueve días de aislamiento, en cuatro los vecinos vieron salir al
avión aplicador del hangar. En un contexto de pandemia y emergencia
sanitaria esto es muy grave, porque los agroquímicos provocan
debilitamiento del sistema inmunológico. Los vecinos nos mandan
videos de los aviones pasando sobre las cabezas de los chicos. Es una
situación constante”, se lamenta Virginia Toledo López, doctora
en Ciencias Sociales, investigadora del Conicet y miembro del Grupo
Ecología Política, dependiente de la Universidad Nacional de
Santiago del Estero.
López
elaboró junto a un equipo del Instituto Gino Germani (UBA) un
trabajo que analizó los riesgos e impactos socio–sanitarios de las
fumigaciones con agrotóxicos en la zona, detectando que “las
comunidades carecían de los medios, recursos e información para
denunciar” los atropellos de los productores. “Encontramos muchos
campesinos despojados de sus medios de vida por el avance de la
frontera agropecuaria y que la creciente conflictividad social por
las fumigaciones no es debidamente atendida”.
La
misma tragedia se repite en cada área rural del país. En Entre
Ríos, por ejemplo, el martes 24, con una temperatura que superaba
los 30 grados, un "mosquito" descargó miles de litros de
insecticida cerca de la casa de Lidia Moreyra, en la zona del Sexto
Distrito, departamento de Gualeguay. Lidia, que tiene 50 años, vive
con su hijo de 24, su madre de 91 enferma de Parkinson, y su pareja
de 70 con antecedentes de cáncer de colon.
“El
olor me descompuso, me causó vómitos y mareos, se me fue la fuerza
de las piernas, estuve en cama hasta el otro día”, cuenta la
mujer, que desde 2017 denuncia las aplicaciones en campos linderos,
sin ninguna respuesta.
“Es
paradójico que, en épocas de pandemia, donde hemos parado un país
para proteger a nuestra gente, no sólo sigamos con el modelo que nos
enferma, sino que, ante la falta de controles, recrudezca la
exposición”, dice María Fernández Benetti, abogada entrerriana e
integrante de la Coordinadora Basta es Basta y agrega: “En época
de coronavirus, el agronegocio demuestra hipocresía y desprecio por
la vida”.
Fuentes:
Gastón Rodríguez - @Soyelpapadeleon, Las fumigaciones no paran, ni su efecto inmunodepresor, 29 marzo 2020, Tiempo Argentino. Consultado 30 marzo 2020.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un mural de Germán Villamor, realizado en la ciudad de Trenque Lauquen en el SUM Chiquito Tello. Se recuerda al científico Andrés Carrasco, a Fabián Tomasi y a las escuelas, maestras y niños fumigados de Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario