Una decena de
familias tuvieron que abandonar sus casas por derrumbes y
hundimientos, aunque son más de 200 las casas que están en riesgo.
Según registros oficiales, hay tres familias desalojadas y otras
tres en proceso, con ayuda de la Provincia.
por Tomás
Vázquez
Los ríos de
aguas servidas, el olor nauseabundo y las grietas en las paredes de
las casas son denominadores comunes de prácticamente todas las
manzanas de Villa El Libertador.
Lo que en otros
barrios podría ser una distinción o una excepcionalidad allí es
regla.
Nadie podría
indicar su domicilio destacando que está en la cuadra con la casa
del techo derrumbado o el canal de líquidos residuales. Tampoco
sería característico decir que es vecino de la edificación
agrietada, la del porche hundido o la de los escombros en el patio
delantero.
Desde hace años,
la subida de las napas freáticas provoca daños en las estructuras
de las casas del barrio y desalojos obligatorios de familias que
escaparon de los derrumbes, aunque estas miran con nostalgia su viejo
hogar, al que algunos llegaron por herencia y otros, tras años de
esfuerzo.
“Hace 19 años
pudimos comprarla con mi marido. Fue muy duro emocionalmente
abandonar un proyecto de vida que teníamos, no sólo para nosotros,
sino también para nuestros hijos; pero uno va priorizando y, con tal
de que su familia esté bien, acepta perder todo”.
En su nuevo hogar
de Congreso al 5300, Patricia Oliva aclara: “Ahora puedo hablar de
esto, pero hace unos meses lloraba si lo contaba; fue un agotamiento
y un estrés permanentes”.
Hoy puede
contarlo, pero sus ojos aún se humedecen al recordar su hogar de
Tilcara al 1400, donde durante casi dos décadas vivió con su
esposo, Sergio Flores, sus tres hijos y su nieta. Siguen yendo
periódicamente, pero sólo por miedo a usurpaciones, para controlar
que no hayan intentado ingresar y que no se roben las cosas que no
pudieron mudar.
En septiembre de
2017, empezaron a ver cómo las paredes se marcaban con las lluvias y
el baño necesitaba ser reparado tras caerse el techo. Hasta que
rápidamente se empezó a agrietar todo, a hundirse y ceder su
estructura.
Dos meses
después, con la etiqueta de “inhabitable” en su registro, desde
la Provincia les dijeron que corrían peligro y brindaron el alquiler
para que la familia pudiera emigrar.
“Cuando sucede
algo, el vecino llama al 108, de Defensa Civil. Ellos hacen arribo al
lugar y nos avisan a nosotros si notaron algún riesgo para que
vayamos junto con una trabajadora social. Yo hago una inspección
ocular técnica y, si se encuentra una situación de riesgo de
derrumbe, se invita a los vecinos al ministerio a iniciar el trámite
de la ayuda económica para el alquiler”, detalló el arquitecto
Rodrigo Antona, del Ministerio de Desarrollo Social.
Por razones
particulares, algunos vecinos no aceptan el traslado, por lo que
desde el órgano hacen un informe de daños que se eleva al juez -ya
que la emergencia barrial tiene un amparo- para que él decida si
se tienen que ir.
“Uno se
consuela pensando que estamos todos bien, vivos, pero es muy duro
abandonar tu hogar, perderlo. Por suerte, hay gente que nos brinda
toda su ayuda, que nos da su teléfono para que la llamemos a
cualquier hora, que viene a nuestra casa cuando lo necesitamos. Y,
como nosotros, hay muchísimas personas más; algunas fueron mudadas,
pero son un montón más”, concluyó Patricia.
“Con tantos
años trabajando en el ministerio, uno va formando un perfil, hace
que te pongas en el lugar del otro y que tengas que cumplir otros
roles más que, en mi caso, el de arquitecto”, dice Antona para
explicar el vínculo que finalmente terminan teniendo con los vecinos
de Villa El Libertador.
Como ellos, otras
dos familias abandonaron sus casas con la colaboración del
ministerio, y otras dos están en proceso, aunque el número de
exiliados es mayor y en crecimiento.
Según el último
informe recibido por el CPC de Villa El Libertador, son 233 las casas
en riesgo y allí contabilizan 10 familias que abandonaron sus
hogares, aunque muchos no se quieren ir; si no, el número sería
sustancialmente mayor. Para el grupo de vecinos amparistas, 20
familias huyeron.
Entre ellas, hay
grupos que pudieron reubicarse completamente y otros que quedaron
desmembrados, con padres e hijos separados viviendo en hogares de
distintos familiares.
“Al principio,
mi mujer y yo estuvimos en una casa, mis hijos en otra y mis hijas en
otra, y hace un tiempo logramos que nos dieran para el alquiler y
pudimos volver a estar todos juntos”, indicó Luis Rocha, uno de
los vecinos amparistas que activamente trabajan para lograr cambios
en el barrio.
“Lo que pasa en
Villa El Libertador duele. Lo que a cada familia nos costó levantar
con cada ladrillo hoy se nos está yendo, se nos hunde”, agregó.
Al igual que
todos los que dejaron su casa, teme que algún día su hogar sea
usurpado, por lo que, en algunas jornadas, Luis duerme bajo el techo
de la edificación que tiene peligro de derrumbe. En otra de las
viviendas, la de Norma Rodríguez y Néstor Pereyra, su perro es
quien custodia, y a quien van a alimentar todos los días.
Ellos fueron
trasladados a una casa “en la villa”.
“Ahora estamos
viviendo a más de 15 cuadras. Son más gastos porque uno tiene dos
casas en realidad; el alquiler me lo pagan, pero yo pago impuestos de
las dos. Todos los días vuelvo para darle de comer al perro, que lo
dejo por seguridad. Abro la casa, doy una vuelta, veo que la chapa
que está tapando el techo -que se cayó- no la hayan corrido
para entrar a robar o a usurpar. Tenemos que ir continuamente, de lo
contrario, no sabemos con qué nos vamos a encontrar”, explicó
Néstor a este diario.
Matilde Oviedo
vive en Molinari al 5400, donde en menos de 100 metros se encuentran
dos de las casas con la descripción de “ruina casi total”.
“En diciembre
se empezó a rajar todo el techo del patio, se cayó, y ahora se está
partiendo toda la casa y cayendo el techo. Este fin de semana se me
cayó la mampostería de una pieza y el pasillo; entonces, estoy
esperando que me digan si es una casa habitable o no. En la pieza ya
no dejo que duerma nadie porque se rompió todo”, sostuvo Matilde.
Relevamiento
De las 400 casas
afectadas por el amparo judicial, 233 son las más riesgosas, según
el relevamiento de Defensa Civil. Desarrollo Social actuó sobre 71
de ellas y destacó que 20 son las de mayor peligrosidad, al tiempo
que seis están en condición prácticamente de ruina total.
En estas últimas,
aún quedan tres familias por desalojar.
“La casa es
vieja y se han derrumbado varios excusados. Los techos están todos
cortados, las paredes están agrietándose y se llovía muchísimo
adentro, así que le hice un arreglo para que mejorara, pero es un
peligro, todo roto, se llena de agua. Hace siete meses que estamos
esperando para mudarnos con mi mujer y mis cuatro hijos”, apuntó
Lucas Daniel Ontivero, uno de los que aún viven en una casa
“inhabitable”.
Y otros, quienes
habían tenido daños en su infraestructura por la subida de napas
que se profundizaron durante el último temporal de 14 días, esperan
que alguien les diga si bajo ese techo corren peligro, aunque la
caída de las estructuras y el desnivel de los suelos son una
respuesta contundente.
Un diagnóstico
de zona muy dinámico
Los últimos
hundimientos sucedieron la semana pasada.
En los últimos
días, ocurrieron nuevos hundimientos en la zona de emergencia de
Villa El Libertador, área que incluye más de 30 manzanas en las que
la subida de las napas provocó no sólo que el agua servida
emergiera a la superficie y circulara por la calle, sino también que
se verificaran daños en más de 200 casas que están consideradas en
riesgo.
Napas: el nivel
variará por las obras de cloacas
La parte técnica
ya tiene el visto bueno. Aún falta la firma a fin de dar el gran
paso para la solución de la emergencia sanitaria que atraviesa el
sector.
El ascenso de las
aguas subterráneas que provocaron hundimientos, derrumbes y grietas
en cientos de casas de Villa El Libertador tiene parte de su solución
en una obra que es solicitada desde hace años, y que debería
iniciarse próximamente, ya que entró en proceso de licitación: las
cloacas.
En menos de un
mes, arrancaría la obra del drenaje lineal -por 13 millones de
pesos-, indispensable para a posteriori hacer la obra de cloacas.
El “dren”
(dispositivo que se utilizará para esa acción) succionará
lentamente el líquido para no ocasionar otros inconvenientes en el
suelo, bajando las napas para regularizar o mejorar el funcionamiento
de pozos negros hasta que se construya la red cloacal.
“La zona de
conflicto son 30 manzanas, de las cuales el 30 por ciento se va a
hacer con aportes del municipio y el 70 restante, con un crédito del
Banco Mundial. Para el resto del barrio, que también se va a hacer,
está el acuerdo con el Ente Nacional de Obras Hídricas de
Saneamiento (Enohsa)”, informó Daniel Bardagi, director de Redes
Sanitarias y Gas de la Municipalidad de Córdoba.
El pasado 24 de
mayo se licitó la red colectora cloacal del sector “A”, por algo
más de 24 millones de pesos, para el sector comprendido entre
Carmelo Ibarra, Calamuchita, Bogotá y Villa María (unas 13
cuadras).
Frente al miedo
de algunos vecinos que consideran que el drenaje previo a la obra de
cloacas puede provocar derrumbes, desde Defensa Civil explicaron que
“no genera un riesgo derivado, ya que se trabaja de una forma
metódica y lenta para que no sea traumático el evacuado de
fluidos”.
Sin embargo, el
mayor temor de los habitantes de Villa El Libertador pasa por que no
se otorguen los fondos que deberían llegar desde Nación para el
resto del barrio, que se prometieron para 2019. Si bien este proyecto
no está abocado a la zona crítica, es el más grande y prevería
inconvenientes futuros.
La parte técnica
ya tiene el visto bueno. Aún falta la firma a fin de dar el gran
paso para la solución de la emergencia sanitaria que atraviesa el
sector.
Fuentes:
Tomás Vázquez, Los exiliados de Villa El Libertador, 03/06/18, La Voz del Interior. Consultado 05/06/18.
Napas: el nivel variará por las obras de cloacas, 03/06/18, La Voz del Interior. Consultado 05/06/18.
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