Representantes de las Cortes de numerosos países se reunieron en un Congreso en Brasilia para tratar el derecho humano al agua.
por
Ricardo Lorenzetti
La
nueva procuradora del Brasil, Raquel Dodge, que tiene a su cargo las
investigaciones sobre corrupción más importantes de ese país, se
hizo un tiempo para compartir conmigo un panel en el Congreso Mundial
de Agua, que se realizó durante el mes de marzo en Brasilia. Ella
dijo: el mundo tiene sed de agua y sed de justicia.
La
comisión directiva del “Global Judicial Institute” que integro
junto a miembros de las Cortes de Inglaterra, Bélgica, Noruega,
India, China, Brasil, Kenya, Usa, Indonesia, se reunió durante dos
días para redactar una serie de principios para resolver conflictos
sobre aguas, y un documento sobre “Water Justice”.
Es un
dato importante observar que personas tan ocupadas dediquen su tiempo
a este tema que, para algunos, es una distracción académica.
Estas
expresiones no son abstractas y tal vez la apreciaríamos de modo
diferente si nos dijeran: ud sólo puede consumir cinco litros de
agua por día y que no puede utilizarla para la ducha cotidiana ni
para regar ni puede tener una piscina en su casa o en su quinta. Sin
embargo, es lo que está sucediendo en varias ciudades del planeta,
en las que el líquido elemento se ha vuelto escaso.
Si
estudiamos el fenómeno desde el punto de vista histórico, llegamos
a la conclusión de que las generaciones anteriores a la nuestra
utilizaron el agua sin restricciones; nosotros tenemos límites y
pagamos por el uso del agua; las generaciones futuras lucharán por
ella.
Esta
tendencia histórica obedece a varias causas.
En
primer lugar, desde la revolución industrial ha existido un
indudable impacto de la actividad humana sobre la naturaleza, que ha
perdido capacidad de resiliencia, es decir, de mantener su propia
identidad. Ello significa que el equilibrio del sistema se está
quebrando. Por eso vemos tormentas y huracanes que sorprenden,
inviernos helados, veranos agobiantes; todo va hacia los extremos.
Hay sitios donde hay demasiada agua y se provocan inundaciones y hay
otros en los que ya no alcanza para vivir. Por exceso o por defecto,
vemos una alteración de la armonía natural.
En
segundo lugar, todo indica que la demanda de agua aumenta. La
población mundial ha crecido exponencialmente y se necesita agua
para consumo humano. Los usos industriales son cada vez más
intensos, las exploraciones petroleras usan agua para el “fracking”,
la minería consume mucha agua, y el desperdicio es notable, los
procesos de elaboración de muchos productos usan este elemento.
La
oferta disminuye. Las áreas desérticas han aumentado por efecto de
la deforestación, los ríos y napas están contaminados, los
glaciares retroceden, el cambio climático está calentando el
planeta y todo eso tiene un efecto muy directo.
Cuando
aumenta la demanda y disminuye la oferta de un bien, se vuelve escaso
y hay conflictos, lo cual altera el modo de vivir, las relaciones
económicas, sociales y la estructura institucional.
Las
soluciones son difíciles pero lo bueno es que hay una gran cantidad
de personas y recursos estudiando el problema.
El
aumento de la oferta se puede lograr con inversiones dentro de un
plan nacional de agua, como ha hecho Israel, que es un ejemplo en la
materia. La tecnología está evolucionando rápidamente y es
necesario utilizarla.
La
demanda de agua puede ser orientada hacia usos más eficientes. Los
precios de mercado pueden ser un indicador en el sector industrial y
sobre todo minero, para que internalicen los costos de su
utilización. Es urgente terminar con la contaminación de los ríos,
napas, y frenar el desmonte irracional que altera los ciclos de
lluvias.
El
consumo humano es distinto: hay que reconocer un derecho humano al
agua potable porque hay muchas personas que no pueden pagar,
combinado con regulaciones para un uso más eficiente del recurso.
Las
ciencias pueden ayudar mucho para solucionar el problema, pero
también es relevante la filosofía. La visión antropocéntrica del
agua ha llevado a considerarla una propiedad del humano, pero ello
está en crisis. El agua sirve también para otras especies y tiene
un ciclo que hay que respetar. Por eso se requiere una visión
ecocéntrica, es decir, sistémica, en la que existe una regla
básica: nadie puede alterar el funcionamiento del sistema.
Esta
es la razón por la cual hemos encomendado a jueces de todo el mundo
lo que ha hecho la Corte Suprema de Argentina, que tiene un liderazgo
reconocido en estos temas. Por eso los poderes judiciales están
dictando sentencias que reconocen el derecho al agua potable, ordenan
la limpieza de los ríos, frenan los desmontes y protegen los ciclos
de agua.
Podemos
satisfacer la sed de agua sólo si también satisfacemos la sed de
justicia.
El
arte nos ha brindado esta enseñanza hace mucho tiempo. Suelo
recomendar con frecuencia la lectura de Ibsen, quien a fines del
siglo XIX nos dio una lección cuando planteó el problema: si una
persona buena y querida aconseja cerrar un balneario porque descubre
que las aguas están contaminadas y la reacción de todos es
declararlo el enemigo del pueblo, lo que en realidad está
contaminado son las bases morales de la sociedad.
Fuentes:
Ricardo Lorenzetti, Sed de agua y sed de justicia, 03/04/18, Clarín.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Refresh" de Richard Claremont.
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