por Daniel Díaz
Romero
La señal
inequívoca del rabdomante se presenta.
Una anciana de
manos curtidas camina en silencio sin distraer su mirada de una vara
de jarilla en forma de Y.
La sostiene con
fuerza, paralela al suelo árido que transita hasta que se detiene en
una loma. El extremo de la horqueta señala, apuntando al piso, la
presencia de agua en las entrañas del desierto, a varios metros de
profundidad. La búsqueda ha terminado y el fenómeno de la
rabdomancia vuelve a repetirse reavivando un antiguo fenómeno que
pone al descubierto un enigma milenario que aun no encuentra
respuestas en el mundo científico.
Con fama de
artificio, esta extraña práctica recuerda al ser humano que todavía
queda mucho por entender y señala las limitaciones de nuestra
divinizada ciencia.
“La magia no
existe -dice el ingeniero agrónomo Eduardo Budini, un apasionado
practicante de la rabdomancia- y me encantaría encontrarle una
explicación a esto… Pero lo importante, continúa diciendo, es que
funciona y puedo ayudar a la gente. El agua es un bien cada vez más
valioso y algunos tenemos la posibilidad de encontrar un arroyo
subterráneo o una napa, la oportunidad de marcar un lugar y perforar
obteniendo agua, lo que me parece maravilloso”.
Gabriel Saal, del
Programa de Espacio Rural de la Facultad de Ciencias Agronómicas de
la Universidad Nacional de Córdoba, opina que “habría que
prestarle atención y empezar a estudiar un poco más los saberes
populares”. El agrónomo, dice a Sala de Prensa Ambiental que “está
claro que la rabdomancia funciona y que los rabdomantes encuentran
agua, eso es indiscutible”. Saal aclara que no se puede determinar,
a ciencia cierta, por qué estas personas provistas de una rama en
sus manos establecen dónde hay agua debajo de la tierra. “No sé
cómo se produce este suceso, tal vez obedezca a un fenómeno de
conductividad, a través de un principio eléctrico en el que la masa
de agua genera una onda magnética.” El agrónomo aclara también,
que “hay personas que saben que cuando le duelen los huesos va a
llover… y llueve… entonces ¿Por qué no sería posible que haya
gente que capte masas de agua de esa forma?” se pregunta el técnico
y agrega que “soy ateo de tercera generación, es decir que no creo
que sea un don divino o brujería. No creo en nada de nada pero la
varita se mueve… yo mismo hice la experiencia”, agrega.
La radiestesia
Eduardo Budini,
de 53 años, es ingeniero agrónomo y, desde hace 5 años, practica
la rabdomancia o -como él aclara rápidamente- la radiestesia.
El agrónomo
explica que “en un congreso realizado en París, en las primeras
décadas del siglo XX, se reunieron radiestesistas de todo el mundo y
decidieron que el nombre correcto para este método es radiestesia y
no rabdomancia porque esta última alude a un acto mágico y en este
caso no hay ninguna magia, es simplemente algo que no podemos
entender”.
Budini, es
propietario de un vivero en la localidad serrana de Agua de Oro, en
la provincia de Córdoba y comenta que “durante tres meses, no
vendí nada porque mis clientes o vecinos no tuvieron agua para regar
las plantas que me compraron” y agrega que “si no llueve un poco,
preveo un pésimo año para mi actividad. Lo que sí -dice sonriendo-
voy a marcar pozos de agua como loco”.
“está claro
que la rabdomancia funciona y que los rabdomantes encuentran agua,
eso es indiscutible”
Eduardo Budini
afirma: “Creo en la radiestesia porque es algo real y comprobable.
Parece increíble pero funciona” dice el agrónomo e
inmediatamente, se dirige a un árbol cualquiera, elige una fina
horqueta, la toma con sus manos disponiéndola paralela al piso y
comienza a caminar lentamente hasta que el extremo de la horqueta
empieza a descender con dirección al piso, allí marca una corriente
de agua subterránea, invisible desde la superficie del lugar.
Budini señala un
pozo y cuenta que “Yo no creía en esto pero estaba urgido de agua
y como no tenía dinero para hacer estudios previos, convoqué al Dr.
Darío Urbano y al señor Álvarez, ambos radiestesistas, antes de
realizar la perforación. Ellos coincidían en que el agua que
buscaba la encontraría a poco más de 30 metros y marcaron el lugar
donde debía perforar. En efecto, el líquido elemento apareció a
esa profundidad”, testimonia el agrónomo Budini y recuerda que “en
aquellos tiempos tenía una ligera idea acerca de lo que significaba
la radiestesia, por entonces, lo veía con algo de picardía
burlona”.
Eduardo Budini,
empezó a aplicar esta técnica hace 5 años y por una causalidad,
cuando un amigo lo invitó a que probara esta experiencia. A la hora
de buscar definiciones, Budini dice que “creo que es algo así como
una técnica, basada en algo que podríamos llamar un don o una
sensibilidad especial hacia determinada cosa que no sé lo que es.
Aparentemente viene dado, es decir, algo que no se puede desarrollar
con el tiempo.” Desde su descubrimiento, el agrónomo no oculta que
es radiestesista, porque aclara que muchos sienten vergüenza y lo
esconden para no ser víctimas de burlas o comentarios maliciosos.
“El déficit de agua es realmente un tema importante -asegura
Budini- y si tenemos un don que le puede ser útil a la sociedad,
debemos usarlo. Por eso, desde hace muchos años, numerosas empresas
de perforaciones tienen sus propios radiestesistas en sus equipos
técnicos”, afirma el agrónomo.
El péndulo del
rabdomante
Cuenta Eduardo
Budini que “cuando comencé a aplicar la técnica de la radiestesia
no cobraba pero me llamaban de muchos lugares para divertirse como si
fuera un monito que con una rama encontraba agua. Entonces, dije
basta y comencé a cobrar.” Desde hace un tiempo, por sus
servicios, aplica una tarifa de $150 y explica que “cobro,
fundamentalmente, por el tiempo que demanda el trabajo, a veces hay
que recorrer campos enteros que consumen 6 horas de caminata y yo
tengo que trabajar en mi vivero para vivir”. Budini, alega también,
que, abonar ese dinero implica un compromiso del interesado para
hacer la perforación luego, porque al rabdomante le interesa conocer
si el sitio que marcó era el correcto.
A más de la
horqueta de una rama, quienes practican la rabdomancia se valen de
otro elemento para encontrar agua subterránea: un péndulo que
además de detectar la presencia de agua también puede indicar la
profundidad a la que se encuentra y estimar el caudal de la corriente
subterránea. Para Budini, esto último es un desafío porque “no
tengo certezas al respecto, pero se le puede preguntar al péndulo,
por ejemplo, si la vertiente tiene más de 1000 litros y el péndulo
se balanceará a la izquierda si es sí y a la derecha si es no. El
punto es que, en ocasiones, eso no funciona”, reconoce. El
ingeniero agrónomo cuenta que, hace poco tiempo, realizó una
experiencia con el péndulo que resultó muy interesante, cambiando
las unidades de escala: “supongamos que el agua estaba a 10 metros
de profundidad, entonces, el péndulo giraba 10 veces, cambiamos la
escala y pedimos que un giro equivaliese a un pie, entonces dio una
determinada cantidad de giros que cuando hicimos la conversión era
equivalente a los metros a los que estaba el agua. Es increíble”,
concluye Budini.
Las tres
presunciones
En la natural
búsqueda de una explicación para el fenómeno de la radiestesia, el
agrónomo Budini marca tres posibles caminos que, para él, podrían
acercar una respuesta: “Podría decir que existen tres conjeturas
fundamentales en el mundo de la radiestesia, la primera habla de
magnetismo o del poder para detectar pequeñas cantidades de
electricidad que genera el agua en su fluir. Sin embargo, eso no
explica porque el péndulo se mueve en un sentido u otro para afirmar
o negar una respuesta”, dice Budini y completa que “una segunda
hipótesis habla de un estado inconsciente, en el que la varita y el
péndulo actuarían como una antena que permitiría el paso hacia un
estado consciente. Eso explicaría porque, además del agua, se
pueden encontrar objetos perdidos, también. Una tercera
especulación, habla de niveles de conocimiento en otros lugares y
otros tiempos que se comunicarían a través de la varita y con gente
de sensibilidad especial”. El agrónomo dice que aproximadamente un
10 % de los seres humanos tienen ese don para aplicar la radiestesia.
Eduardo Budini
cuenta que “mientras yo marcaba un pozo -un vecino de la localidad
de La Granja y capataz de la municipalidad- esbozaba una sonrisa
burlona, aunque no decía nada. Entonces, lo desafié a que probara y
resultó ser más sensible que yo, cuando le bajó la varita se
asustó y la tiró al demonio mientras exclamaba: ¡Qué es esto!.
Por ahora -dice Budini- decidió no continuar pero me dijo que cuando
se jubile va a empezar con este tema. Ese día se asustó mucho y
supongo, que lo mismo me pasó a mí la primera vez que utilicé la
horqueta”, dice sonriendo.
Acerca del
descrédito al que se somete a la radiestesia, el agrónomo opina que
“sucede que somos muy formales y existe un desmerecimiento burlón
sobre esto. Por ejemplo, el año pasado presenté un proyecto para la
escuela en donde trabajo ante un organismo nacional, que financiaba
proyectos de institutos agrotécnicos para tener agua propia en el
establecimiento. Entonces -refiere el agrónomo- elaboré un proyecto
para hacer una perforación. Naturalmente, con mi varita, ya sabía
dónde estaba el agua, pero tuvimos que conseguir un ingeniero para
que realizara un estudio geoeléctrico, con electrodos y demás para
determinar la factibilidad de la presencia del agua y la profundidad
en la que se hallaba. Yo no podía presentar un proyecto a la Nación
con datos basados en radiestesia porque se hubiesen reído y lo
hubieran descartado inmediatamente”.
Sin embargo,
Budini tuvo su revancha cuando la municipalidad de un pueblo de las
Sierras Chicas requirió sus servicios, “porque en los pueblos sí
se cree en esto -asegura y explica que- desde hace siglos, en el
campo, encuentran agua con rabdomantes, porque allí no hay dinero
para contratar a un ingeniero geólogo, es más -dice Budini- hay
mucha gente que ni sabe que existen, entonces, siempre hubo un
viejito que marcaba el agua”.
Hipótesis de la
ciencia
Desde el siglo XV
los científicos buscan una respuesta plausible al fenómeno de la
rabdomancia y de allí surgen algunas hipótesis, tales como que los
rabdomantes detectan una pequeña anomalía del campo magnético
terrestre. De esta forma, el cuerpo de la persona reacciona a la
alteración magnética con un reflejo inconsciente del tono muscular,
en virtud del cual se debilita repentinamente la presión que ejerce
en la varita: ésta tiende entonces a anular la deformación elástica
que le imponía el rabdomante. Por eso, él tiene la impresión de
que la varita desarrolla una fuerza irresistible.
La capacidad de
reaccionar a las variaciones magnéticas no es un don excepcional,
sino un “sexto sentido” que todo hombre posee normalmente, aunque
en mayor o menor medida, y que la vida moderna, en un entorno
magnéticamente saturado (cables eléctricos, aparatos
electrodomésticos, radio, televisión, objetos metálicos), tiende a
debilitar. Esta sensibilidad se localiza en ciertos lugares del
cuerpo: arcos superciliares, zona posterior del cráneo, partes
internas de las articulaciones del codo y de la rodilla (sangría,
corval). Las mismas hipótesis darían cuenta del funcionamiento del
“péndulo explorador” en algunas de sus aplicaciones.
Mientras tanto,
el misterio del rabdomante sigue su silencioso camino y una horqueta
infalible continua desvelando al conocimiento académico desde hace
siglos. Tal vez, la radiestesia, por mucho tiempo mas, le recuerde al
hombre aquel designio que señala que la mejor forma de dominar a la
naturaleza es obedeciéndola.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, El milenario enigma de los rabdomantes, 22/03/18, Sala de Prensa Ambiental.
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