sábado, 31 de marzo de 2018

El milenario enigma de los rabdomantes

por Daniel Díaz Romero

La señal inequívoca del rabdomante se presenta.

Una anciana de manos curtidas camina en silencio sin distraer su mirada de una vara de jarilla en forma de Y.

La sostiene con fuerza, paralela al suelo árido que transita hasta que se detiene en una loma. El extremo de la horqueta señala, apuntando al piso, la presencia de agua en las entrañas del desierto, a varios metros de profundidad. La búsqueda ha terminado y el fenómeno de la rabdomancia vuelve a repetirse reavivando un antiguo fenómeno que pone al descubierto un enigma milenario que aun no encuentra respuestas en el mundo científico.

Con fama de artificio, esta extraña práctica recuerda al ser humano que todavía queda mucho por entender y señala las limitaciones de nuestra divinizada ciencia.

La magia no existe -dice el ingeniero agrónomo Eduardo Budini, un apasionado practicante de la rabdomancia- y me encantaría encontrarle una explicación a esto… Pero lo importante, continúa diciendo, es que funciona y puedo ayudar a la gente. El agua es un bien cada vez más valioso y algunos tenemos la posibilidad de encontrar un arroyo subterráneo o una napa, la oportunidad de marcar un lugar y perforar obteniendo agua, lo que me parece maravilloso”.

Gabriel Saal, del Programa de Espacio Rural de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad Nacional de Córdoba, opina que “habría que prestarle atención y empezar a estudiar un poco más los saberes populares”. El agrónomo, dice a Sala de Prensa Ambiental que “está claro que la rabdomancia funciona y que los rabdomantes encuentran agua, eso es indiscutible”. Saal aclara que no se puede determinar, a ciencia cierta, por qué estas personas provistas de una rama en sus manos establecen dónde hay agua debajo de la tierra. “No sé cómo se produce este suceso, tal vez obedezca a un fenómeno de conductividad, a través de un principio eléctrico en el que la masa de agua genera una onda magnética.” El agrónomo aclara también, que “hay personas que saben que cuando le duelen los huesos va a llover… y llueve… entonces ¿Por qué no sería posible que haya gente que capte masas de agua de esa forma?” se pregunta el técnico y agrega que “soy ateo de tercera generación, es decir que no creo que sea un don divino o brujería. No creo en nada de nada pero la varita se mueve… yo mismo hice la experiencia”, agrega.

La radiestesia
Eduardo Budini, de 53 años, es ingeniero agrónomo y, desde hace 5 años, practica la rabdomancia o -como él aclara rápidamente- la radiestesia.

El agrónomo explica que “en un congreso realizado en París, en las primeras décadas del siglo XX, se reunieron radiestesistas de todo el mundo y decidieron que el nombre correcto para este método es radiestesia y no rabdomancia porque esta última alude a un acto mágico y en este caso no hay ninguna magia, es simplemente algo que no podemos entender”.

Budini, es propietario de un vivero en la localidad serrana de Agua de Oro, en la provincia de Córdoba y comenta que “durante tres meses, no vendí nada porque mis clientes o vecinos no tuvieron agua para regar las plantas que me compraron” y agrega que “si no llueve un poco, preveo un pésimo año para mi actividad. Lo que sí -dice sonriendo- voy a marcar pozos de agua como loco”.

está claro que la rabdomancia funciona y que los rabdomantes encuentran agua, eso es indiscutible”

Eduardo Budini afirma: “Creo en la radiestesia porque es algo real y comprobable. Parece increíble pero funciona” dice el agrónomo e inmediatamente, se dirige a un árbol cualquiera, elige una fina horqueta, la toma con sus manos disponiéndola paralela al piso y comienza a caminar lentamente hasta que el extremo de la horqueta empieza a descender con dirección al piso, allí marca una corriente de agua subterránea, invisible desde la superficie del lugar.

Budini señala un pozo y cuenta que “Yo no creía en esto pero estaba urgido de agua y como no tenía dinero para hacer estudios previos, convoqué al Dr. Darío Urbano y al señor Álvarez, ambos radiestesistas, antes de realizar la perforación. Ellos coincidían en que el agua que buscaba la encontraría a poco más de 30 metros y marcaron el lugar donde debía perforar. En efecto, el líquido elemento apareció a esa profundidad”, testimonia el agrónomo Budini y recuerda que “en aquellos tiempos tenía una ligera idea acerca de lo que significaba la radiestesia, por entonces, lo veía con algo de picardía burlona”.

Eduardo Budini, empezó a aplicar esta técnica hace 5 años y por una causalidad, cuando un amigo lo invitó a que probara esta experiencia. A la hora de buscar definiciones, Budini dice que “creo que es algo así como una técnica, basada en algo que podríamos llamar un don o una sensibilidad especial hacia determinada cosa que no sé lo que es. Aparentemente viene dado, es decir, algo que no se puede desarrollar con el tiempo.” Desde su descubrimiento, el agrónomo no oculta que es radiestesista, porque aclara que muchos sienten vergüenza y lo esconden para no ser víctimas de burlas o comentarios maliciosos. “El déficit de agua es realmente un tema importante -asegura Budini- y si tenemos un don que le puede ser útil a la sociedad, debemos usarlo. Por eso, desde hace muchos años, numerosas empresas de perforaciones tienen sus propios radiestesistas en sus equipos técnicos”, afirma el agrónomo.

El péndulo del rabdomante
Cuenta Eduardo Budini que “cuando comencé a aplicar la técnica de la radiestesia no cobraba pero me llamaban de muchos lugares para divertirse como si fuera un monito que con una rama encontraba agua. Entonces, dije basta y comencé a cobrar.” Desde hace un tiempo, por sus servicios, aplica una tarifa de $150 y explica que “cobro, fundamentalmente, por el tiempo que demanda el trabajo, a veces hay que recorrer campos enteros que consumen 6 horas de caminata y yo tengo que trabajar en mi vivero para vivir”. Budini, alega también, que, abonar ese dinero implica un compromiso del interesado para hacer la perforación luego, porque al rabdomante le interesa conocer si el sitio que marcó era el correcto.

A más de la horqueta de una rama, quienes practican la rabdomancia se valen de otro elemento para encontrar agua subterránea: un péndulo que además de detectar la presencia de agua también puede indicar la profundidad a la que se encuentra y estimar el caudal de la corriente subterránea. Para Budini, esto último es un desafío porque “no tengo certezas al respecto, pero se le puede preguntar al péndulo, por ejemplo, si la vertiente tiene más de 1000 litros y el péndulo se balanceará a la izquierda si es sí y a la derecha si es no. El punto es que, en ocasiones, eso no funciona”, reconoce. El ingeniero agrónomo cuenta que, hace poco tiempo, realizó una experiencia con el péndulo que resultó muy interesante, cambiando las unidades de escala: “supongamos que el agua estaba a 10 metros de profundidad, entonces, el péndulo giraba 10 veces, cambiamos la escala y pedimos que un giro equivaliese a un pie, entonces dio una determinada cantidad de giros que cuando hicimos la conversión era equivalente a los metros a los que estaba el agua. Es increíble”, concluye Budini.

Las tres presunciones
En la natural búsqueda de una explicación para el fenómeno de la radiestesia, el agrónomo Budini marca tres posibles caminos que, para él, podrían acercar una respuesta: “Podría decir que existen tres conjeturas fundamentales en el mundo de la radiestesia, la primera habla de magnetismo o del poder para detectar pequeñas cantidades de electricidad que genera el agua en su fluir. Sin embargo, eso no explica porque el péndulo se mueve en un sentido u otro para afirmar o negar una respuesta”, dice Budini y completa que “una segunda hipótesis habla de un estado inconsciente, en el que la varita y el péndulo actuarían como una antena que permitiría el paso hacia un estado consciente. Eso explicaría porque, además del agua, se pueden encontrar objetos perdidos, también. Una tercera especulación, habla de niveles de conocimiento en otros lugares y otros tiempos que se comunicarían a través de la varita y con gente de sensibilidad especial”. El agrónomo dice que aproximadamente un 10 % de los seres humanos tienen ese don para aplicar la radiestesia.

Eduardo Budini cuenta que “mientras yo marcaba un pozo -un vecino de la localidad de La Granja y capataz de la municipalidad- esbozaba una sonrisa burlona, aunque no decía nada. Entonces, lo desafié a que probara y resultó ser más sensible que yo, cuando le bajó la varita se asustó y la tiró al demonio mientras exclamaba: ¡Qué es esto!. Por ahora -dice Budini- decidió no continuar pero me dijo que cuando se jubile va a empezar con este tema. Ese día se asustó mucho y supongo, que lo mismo me pasó a mí la primera vez que utilicé la horqueta”, dice sonriendo.

Acerca del descrédito al que se somete a la radiestesia, el agrónomo opina que “sucede que somos muy formales y existe un desmerecimiento burlón sobre esto. Por ejemplo, el año pasado presenté un proyecto para la escuela en donde trabajo ante un organismo nacional, que financiaba proyectos de institutos agrotécnicos para tener agua propia en el establecimiento. Entonces -refiere el agrónomo- elaboré un proyecto para hacer una perforación. Naturalmente, con mi varita, ya sabía dónde estaba el agua, pero tuvimos que conseguir un ingeniero para que realizara un estudio geoeléctrico, con electrodos y demás para determinar la factibilidad de la presencia del agua y la profundidad en la que se hallaba. Yo no podía presentar un proyecto a la Nación con datos basados en radiestesia porque se hubiesen reído y lo hubieran descartado inmediatamente”.

Sin embargo, Budini tuvo su revancha cuando la municipalidad de un pueblo de las Sierras Chicas requirió sus servicios, “porque en los pueblos sí se cree en esto -asegura y explica que- desde hace siglos, en el campo, encuentran agua con rabdomantes, porque allí no hay dinero para contratar a un ingeniero geólogo, es más -dice Budini- hay mucha gente que ni sabe que existen, entonces, siempre hubo un viejito que marcaba el agua”.

Hipótesis de la ciencia
Desde el siglo XV los científicos buscan una respuesta plausible al fenómeno de la rabdomancia y de allí surgen algunas hipótesis, tales como que los rabdomantes detectan una pequeña anomalía del campo magnético terrestre. De esta forma, el cuerpo de la persona reacciona a la alteración magnética con un reflejo inconsciente del tono muscular, en virtud del cual se debilita repentinamente la presión que ejerce en la varita: ésta tiende entonces a anular la deformación elástica que le imponía el rabdomante. Por eso, él tiene la impresión de que la varita desarrolla una fuerza irresistible.

La capacidad de reaccionar a las variaciones magnéticas no es un don excepcional, sino un “sexto sentido” que todo hombre posee normalmente, aunque en mayor o menor medida, y que la vida moderna, en un entorno magnéticamente saturado (cables eléctricos, aparatos electrodomésticos, radio, televisión, objetos metálicos), tiende a debilitar. Esta sensibilidad se localiza en ciertos lugares del cuerpo: arcos superciliares, zona posterior del cráneo, partes internas de las articulaciones del codo y de la rodilla (sangría, corval). Las mismas hipótesis darían cuenta del funcionamiento del “péndulo explorador” en algunas de sus aplicaciones.

Mientras tanto, el misterio del rabdomante sigue su silencioso camino y una horqueta infalible continua desvelando al conocimiento académico desde hace siglos. Tal vez, la radiestesia, por mucho tiempo mas, le recuerde al hombre aquel designio que señala que la mejor forma de dominar a la naturaleza es obedeciéndola.

Fuente:
Daniel Díaz Romero, El milenario enigma de los rabdomantes, 22/03/18, Sala de Prensa Ambiental.

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