Casi un mes después no hay ninguna pista seria sobre Santiago Maldonado y la movilización llega incluso a la selección de fútbol.
por Carlos E. Cué
El pasado sábado,
20 supervivientes de la ESMA, el centro de torturas más famoso de la dictadura argentina, protagonizaron un sobrecogedor recorrido por las
instalaciones, hoy convertidas en un modélico centro de memoria para
no olvidar la represión. Uno tras otro, en las zonas donde fueron
recluidos y torturados, donde murieron centenares de compañeros, en
el mismo sótano donde otros eran drogados para ser introducidos
sedados en aviones y después lanzados con vida sobre el Río de la
Plata, narraban sus durísimas experiencias a centenares de personas
allí reunidas. Y todos ellos, al presentarse, en la puerta de la ex
ESMA, dijeron la misma frase: “Estuve aquí como
detenido-desaparecido y quiero que aparezca con vida Santiago Maldonado ¿Dónde está?”.
El público
aplaudía cada vez que se citaba el nombre. Algunos jóvenes, en vez
de preguntar por los horrores del lugar, por los recuerdos de los
supervivientes, les pedían que les aconsejaran qué hacer para
presionar a favor de la reaparición de Maldonado, el último desaparecido argentino, del que no se sabe nada hace casi un mes.
Se le perdió la
pista el 1 de agosto, durante una protesta de un grupo de mapuches en la Patagonia que han ocupado tierras del grupo Benetton. Los
indígenas aseguran que a Maldonado se lo llevó la Gendarmería, los
agentes lo niegan y el Gobierno los defiende. La principal hipótesis
instalada en Argentina apunta a que lo mataron de algún golpe y
escondieron el cadáver. Pero aún no ha aparecido ninguna evidencia
que incrimine a los agentes y los testigos mapuches solo hablan
encapuchados y sin ofrecer su nombre, porque este grupo de indígenas
no reconoce a la justicia local. El caso se complica cada vez más, y
hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha reclamado al
Gobierno que lo resuelva ya.
El escándalo
crece cada día, y ya se ha convertido en un problema serio para el
Gobierno de Mauricio Macri. Este fin de semana la campaña a favor de
Maldonado estalló en las redes sociales: casi 500.000 tuits pedían
al Gobierno que aclare dónde está el último desaparecido de un
país en el que esta palabra tiene un significado especial.
Argentinos famosos en todo el mundo se están interesando y se
solidarizan con la causa en las redes. “Soy Gustavo Santaolalla y
estoy grabando en Los Ángeles ¿dónde está Santiago Maldonado?”
escribía el famoso músico, ganador de dos óscar.
El caso ha
llegado incluso al fútbol. El fin de semana, San Lorenzo y
Temperley, dos equipos de primera, pusieron pancartas en sus estadios
reclamando la reaparición. El Patón Guzmán, portero suplente de la
selección argentina, se colocó una camiseta con el reclamo. Y el
entrenador, Jorge Sampaoli, contestó cuando le preguntaron en la
rueda de prensa previa al partido Uruguay-Argentina del jueves: “Como
argentino, para los que vivimos aquella época [por la dictadura]
molesta un poco que este tema no esté resuelto”.
El asunto ya no
solo moviliza al sector más crítico con el Gobierno, los
kirchneristas, empieza a extenderse entre su propio público, lo que
es más inquietante para el Ejecutivo. La conductora estrella Mirtha
Legrand, que apoya al Gobierno, fue especialmente dura en sus
preguntas sobre el asunto a Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, que insiste en defender a los gendarmes y aún no ha
apartado siquiera a los responsables del operativo.
Bullrich, que fue
cercana al mundo montonero -su hermana fue pareja de Galimberti,
uno de los más conocidos dirigentes del grupo- y recorrió casi
todos los partidos hasta llegar al macrismo, alimentó la polémica
con una frase sobre los represores y los guerrilleros: “Ni los
demonios eran tan demonios ni los ángeles tan ángeles”.
El Gobierno trata
de alentar otras hipótesis para la desaparición de Maldonado, como
la posibilidad de que en realidad fuera víctima de una pelea 10 días
antes en la que no participaron los agentes, pero tampoco aporta
ningún elemento sólido para esa alternativa. La familia insiste en
que Maldonado desapareció a manos de la policía. Ahora además han
publicado un vídeo para demostrar que él estaba allí el 1 de
agosto, pero el hombre que ellos señalan aparece encapuchado, con lo
que tampoco hay certezas.
El Ejecutivo está
cada vez más inquieto y se molesta mucho cuando tratan de asociar a
Maldonado con los desaparecidos de la dictadura. La comparación no
resiste un mínimo análisis: entre 1976 y 1983 un gobierno militar
organizó una represión masiva sin juicio ni garantías que terminó
con 30.000 desaparecidos. Desde hace 34 años en Argentina se suceden
gobiernos democráticos y ha habido escándalos de desaparecidos,
pero nunca ningún plan sistemático.
El Gobierno
insiste en que están trabajando para encontrarlo pero no hallan
ninguna evidencia de que se lo llevaran los gendarmes. De hecho no
dan ningún crédito a los testigos ni a la familia y aseguran que ni
siquiera tienen claro que estuviera en ese lugar el 1 de agosto.
El juez del caso,
Guido Otranto, sigue buscando evidencias y está haciendo todo tipo
de pruebas de ADN, pero el caso ha entrado en un marasmo de confusión
habitual en Argentina. Dos años y medio después no se sabe si el fiscal Nisman murió o fue asesinado. 23 años después aún no hay
autores claros ni condenados del atentado a la AMIA, que dejó 85
muertos y que precisamente investigaba Nisman cuando apareció muerto
con un tiro en la cabeza.
Los argentinos
están pues muy acostumbrados a los casos sin esclarecer y la
impunidad. Sin ir más lejos, la justicia permitirá a Carlos Menem que se presente a las elecciones al Senado a pesar de estar condenado
por tráfico de armas. Pero este caso ha superado el alto nivel de
tolerancia de los ciudadanos del país austral a los escándalos. El
Gobierno ya sabe que tiene un problema mayúsculo en plena campaña
electoral, pero mientras no aparezca el cuerpo la solución está muy
lejana y el caso solo puede empeorar.
Fuente:
Carlos E. Cué, El caso del último desaparecido argentino se convierte en un problema grave para Macri, 30/08/17, El País. Consultado 30/08/17.
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