Hablan de un canal aliviador que no estaría funcionando como
tal. El barrio Ituzaingó Norte todavía experimenta los destrozos que causó la
inundación, lo mismo que todos los sectores ubicados más allá de la ruta 226.
Pasando la ruta nacional 226, todo gira en torno de las
aguas desbordadas por el arroyo Tapalqué, que profundizaron las condiciones de
precariedad en la que ya vivían decenas de vecinos olavarrienses.
A diferencia de la zona más densamente urbanizada, donde ya
desapareció la "vuelta al perro" por los puentes y el Parque Mitre,
los sectores de Cuarteles, Belén y Matadero todavía sufren los perjuicios que
la inundación dejó en sus hogares de tierras bajas. Lo mismo -aunque tal vez
menos difundido- sucede del otro lado del arroyo, en el barrio Ituzaingó Norte,
un puñado de casas al que este Diario llegó ayer para comprobar una situación
que, según los propios interesados, se solucionaría "si se realizaran
tareas de limpieza del canal aliviador que alguna vez hizo construir don Helios
Eseverri", en la zona donde el curso de agua dibuja una curva cerrada y se
ubica a apenas 100 metros
de lo que sería la prolongación norte de la calle San Lorenzo.
"Desde que empezó la inundación, por acá no pasó nadie;
este barrio no lo nombró nadie", asegura Ana María Siebenhar mientras
observa con tristeza las alfombras húmedas tendidas al aire libre, las pilas de
libros que debieron desechar cuando la inundación dio por tierra con la
biblioteca, el sillón de tres cuerpos que junto con su esposo, Joaquín De
Sousa, descartaron definitivamente y el rincón que alguna vez albergó la leña,
arrastrada por la fuerza del agua la semana pasada.
Ambos comparten desde hace años esa casa, en el 1780 de la calle136, a
unos 200 metros
de la prolongación de la avenida que conduce al Relleno Sanitario Municipal.
Que conducía, en realidad, porque para desagotar su predio, uno de los vecinos
cruzó la ruta de tierra con una zanja e inhabilitó el tránsito, con lo que el
lugar se ha convertido en el receptor de los desechos de los que pretendieron
pasar, sin lograrlo.
Ambos comparten desde hace años esa casa, en el 1780 de la calle
La vecina de los De Sousa, Natalia Abasto, no la pasó mejor.
Apenas pudo sacar unas cobijas y algo de ropa para sus hijos -los menores
tienen 4 y 8 años y todavía no pudieron regresar a clase porque no tienen
calzado que se los permita- en la noche del viernes y para las cinco de la
mañana del sábado, a su precaria vivienda habían entrada unos 90 centímetros de
agua. Ahora, mientras permanece autoevacuada en la casa de un familiar, la
mujer retorna cada mañana para ventilar, limpiar, secar los pisos y volver a
secar cuando se vuelve a humedecer, mientras espera que algún alma solidaria le
acerque ayuda. "Esta vez no me dejó nada", dice, en referencia a las
tres crecidas que se dieron en los cuatro últimos meses y que su vecina tiene
perfectamente agendadas. "Fueron el 18 de mayo, el 18 de junio y, ahora,
el 23 de agosto", describe sin dudarlo ni un segundo.
Desolación
Mientras Natalia observa los dos colchones que, después de
cuatro horas de deambular por oficinas municipales y una salita, terminó
consiguiendo en la capilla Medalla Milagrosa, sus vecinos -jubilados ambos-
todavía están impactados por todo lo que perdieron y el barro que encontraron a
la vuelta. Lo que conservan no está en las mejores condiciones, ya que los
muebles han sido elevados con una estructura hecha de bloques contra el piso y
pallets por encima de ellos, pero como ellos mismos dicen "con el agua no
se puede" y los efectos de la humedad se hacen sentir en todas partes.
En la misma zona, se supo después, una familia completa pasó
los días de anegamiento en una carpa montada sobre el techo, con seis
criaturas.
Como Natalia -a la que le dijeron que no se molestara hasta La Callejeada porque allí
habrían sido robados los elementos destinados a los afectados-, los De Sousa
también se autoevacuaron con la ayuda de un familiar. Joaquín volvió cada día,
con el agua a la cintura y congelándose, para "poder darles de comer a los
perros, que se salvaron arriba de esa mesa de piedra" que conservan debajo
del alero. Ahora, en medio de ese panorama desolador, explica que "hay un
par de problemas en el arroyo: de acá para adelante está todo tapado" y
recuerda que "cuando vivía (el ex intendente) Helios Eseverri hizo un
canal aliviador de más o menos 300 metros , porque hay una curva que tapona el
curso del arroyo. Pero no lo tocaron nunca más". Ese canal, según sus
palabras, tiene 6 metros
de profundidad por 10
metros de ancho, pero ahora debe haber dos metros de
profundidad, está casi tapado (de basura, desechos y la propia tierra que
arrastra cada crecida). Cuenca arriba está todo limpio, pero el agua que viene
de allí se rebalsa acá y, así, nosotros nos vamos a inundar siempre",
señala, tal vez esperanzado con "zafar" si es que, Dios no lo
permita, hay una próxima vez.
Fuente:
En el barrio Ituzaingó Norte, la crecida también pegó duro, 01/09/12, El Popular.
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