Barrio Ituzaingó, como reflejo de esta realidad, presenta
más de 170 enfermos oncológicos (sobre cinco mil habitantes) y allí, en los
últimos 10 años, el 33,3 % de los vecinos murió por cáncer.
por Medardo
Ávila Vázquez (1)
Los cambios demográficos que enfrenta nuestra civilización
generan nuevos desafíos para la medicina y la sociedad. Hoy, en Argentina, como
también en países como Estados Unidos, cada vez son más las personas que viven
“con” cáncer y se estima que un 20 % de los muertos han fallecido por
esta enfermedad.
Debido a los avances en biología molecular, ahora sabemos
que el cáncer se desarrolla a partir de una compleja red multifactorial de
causas. Dieta, estilo de vida, agentes virales, genética y exposición laboral y
ambiental son factores que pueden contribuir en diversas etapas a la iniciación
o progresión de un tumor.
Las células de nuestro organismo sufren un daño en el ADN
nuclear y generan una mutación genética, mutación que no puede ser eliminada
por ninguno de los múltiples mecanismos de control biológico que poseemos.
Pueden estas células anómalas, en algún momento, escapar a los sistemas de
restricción de crecimiento y así comenzar a invadirnos.
Hoy sabemos cómo actúan los agentes cancerígenos, los
cocancerígenos y los promotores de tumores. Paralelamente, avanzaron también
las técnicas de tratamiento, que permiten mayor sobrevida.
Sustancias peligrosas. La Agencia Internacional
de Investigación del Cáncer (Iarc) viene identificando sustancias cancerígenas
y confirmó como tales 107 químicos. Más de 300 figuran con distinto grado de
sospecha, entre ellos muchos agrotóxicos como el 2,4D, Atrazina, Mirex,
Clordano y DDT. También sabemos que existe una susceptibilidad aumentada en
niños y embarazadas, y en algunas personas en particular por su carga
hereditaria.
Los expertos alertan sobre los sistemas productivos
actuales, en los que la población tiene mayores niveles de exposición a
sustancias tóxicas que contaminan el hábitat.
Pero respecto al cáncer, crece la polémica entre los que
propician poner todo el esfuerzo en desarrollar diagnósticos y tratamientos
oncológicos, con el obvio apoyo de las grandes empresas de fármacos (en 10
años, los costos de medicamentos oncológicos aumentaron mil por ciento en
Estados Unidos) y los que reclaman la necesidad de combatir las causas del
cáncer para prevenir y que disminuya la cantidad de enfermos, utilizando el
conocimiento que ya se tiene.
Falta de acción política. Investigadores de la Escuela de Salud Pública
de la Universidad
de Harvard denuncian que fracasamos en actuar con la información que tenemos,
que se siguen utilizando sustancias que generan cáncer y que las autoridades
políticas no actúan, por el enorme peso de los intereses económicos en juego
(Cristiani, 2012; Clapp, 2008).
La situación en Argentina es aún más grave cuando
corroboramos que los pueblos fumigados, que albergan a 12 millones de personas,
reciben una carga de venenos potencialmente cancerígenos que aumenta cada año,
por las limitaciones del sistema de agricultura tóxica imperante (plantas e
insectos desarrollan resistencias y adaptaciones y se necesita aumentar la
dosis y potencia de los venenos para mantener los cultivos).
No deja de sorprendernos la emergencia de numerosos casos de
cáncer en poblaciones donde, antes del año 2000, estos eran muy raros. Barrio
Ituzaingó, en el sudeste de la ciudad de Córdoba, como reflejo de esta
realidad, presenta más de 170 enfermos oncológicos (sobre cinco mil habitantes)
y allí, en los últimos 10 años, el 33,3 % de los vecinos murió por
cáncer, mientras que en toda la ciudad ese porcentaje no llega al 20 %.
A lo largo y a lo ancho del país sojero, encontramos
realidades similares, empresarios, trabajadores y vecinos enfermos por igual
ante el impacto de los agrotóxicos, pero el sistema de inequidad en que vivimos
nos muestra también la desigualdad ambiental: los pobres del campo, sus
mujeres y niños, los originarios y los campesinos ancestrales son los que más
enfermos y muertos cuentan en esta historia.
Son destacables los avances en diagnóstico y tratamiento,
pero no podemos aceptar la falta de decisión política respecto a la necesaria
prevención que se debe desarrollar combatiendo las causas ambientales del
cáncer y aplicando el principio precautorio de nuestra legislación para
preservar el derecho a la salud de la población.
- Red de Pueblos Fumigados
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