jueves, 10 de marzo de 2016

La crecida del río obliga a un pueblo de Argentina a convivir entre canales


Para el arquitecto, responsable jefe de arquitectura de obras públicas del departamento, lo más complicado a la hora de acondicionar las instalaciones es el transporte de materiales, que se tiene que hacer a través del agua.

La localidad argentina de Villa Paranacito, en la provincia norteña de Entre Ríos, se encuentra semisumergida desde hace dos meses por la crecida de los ríos colindantes Paraguay y Paraná, que han obligado a los vecinos a diseñar un particular sistema de transporte sobre el agua.

"Se trata de un municipio de unos 4.200 habitantes situado en el delta de ambos ríos que cada cierto tiempo sufre inundaciones a raíz del incremento de los márgenes y, aunque este año la crecida ha duplicado su nivel habitual (de 1,5 a 3 metros), desde la municipalidad hablan de una situación controlada.

“En la calle principal tenemos agua hasta la cintura”, relata Mariana Romero, secretaria de la Dirección Departamental de Escuelas de Islas del Ibicuy, quien explica que cuando se dan estas crecidas los vecinos improvisan un sistema de taxis consistentes en lanchas a remo, para facilitar el desplazamiento diario.

En este sentido, afirma que las poblaciones de la zona ya previeron en noviembre eventuales crecidas y, junto con la experiencia de las ocurridas en años anteriores, las casas y los edificios institucionales están preparados para este tipo de fenómenos que considera “inevitables”.

De hecho, el inicio del curso escolar, que estaba en jaque ante el tamaño de la crecida, solo se retrasó una semana, según afirma, después de que las asociaciones, en trabajo conjunto con la municipalidad, lograsen habilitar entradas en los pisos superiores de los colegios.

Lo explica detalladamente el arquitecto Esteban Mazaeda, quien contó a Efe que ayer consiguieron habilitar la última escuela de las 54 que existen en el departamento, un trabajo que consiste en comunicar con plataformas de cemento las plantas superiores de todos los edificios que forman el complejo escolar.

Dos años atrás
Algunas de estas obras están acondicionadas desde hace dos años, aunque no todas.

Para el arquitecto, responsable jefe de arquitectura de obras públicas del departamento, lo más complicado a la hora de acondicionar las instalaciones es el transporte de materiales, que se tiene que hacer a través del agua.

Más allá de los servicios diarios (correos, el colegio, el supermercado…), que para Romero funcionan con normalidad, el problema real es el acceso al agua potable ya que las tuberías de la potabilizadora, que circulan bajo tierra, ahora están cubiertas de agua, lo que prácticamente imposibilita su mantenimiento.

Ganadería y agricultura
Además, los ganaderos del lugar, donde la agricultura y la ganadería son dos de los sectores de mayor actividad económica, se han visto obligados a transportar sus cabezas a lugares secos, lo que les ha supuesto un coste extra por el traslado de las reses y por el arrendamiento de fincas donde colocarlos temporalmente.

Otro de los sectores afectados es el turismo. “Es una fuente de ingreso que se pierde. Muchas personas viven de ello acá: del comercio, artesanos, campings de la zona…”, indica Romero, quien valora la solidaridad de los vecinos y el trabajo de las instituciones a la hora de frenar los efectos de este fenómeno.

Tanto Romero como Mazaeda coinciden en que no se puede hacer mucho más ante la crecida de los ríos ya que, según apunta la secretaria de escuelas.

El jefe de Obras Públicas explica que los diques y los levantamientos de tierra para evitar el impacto de la subida del nivel del agua son opciones que ya se llevan a cabo pero que no sirven para paliar de manera total la acción de la crecida.

“Hay que adaptarse, después todo se llevan con naturalidad”, concluye Romero. 
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