sábado, 31 de octubre de 2015

Las heridas abiertas de Alta Córdoba

Todavía hay sectores en reconstrucción. Muchos vecinos se fueron y otros se quieren ir. Afirman que la ayuda oficial no fue suficiente. Historias de recuperación y de lucha.

Explosión en Alta Córdoba, el 6 de noviembre de 2014
por Diego Marconetti

Los rastros de la explosión no están tan visibles pero están. La mayoría de las casas ya fue arreglada -bien o mal- y muchos negocios volvieron a abrir. Los rastros están, aunque hay que hacer más que un golpe de vista para identificarlos: hay que mirar detenidamente y, sobre todo, escuchar a los vecinos.

Hace casi un año, el 6 de noviembre de 2014, la vida de un sector de barrio Alta Córdoba cambió para siempre. Un depósito clandestino de la empresa Química Raponi se incendió y luego explotó, provocando daños materiales, decenas de heridos y una víctima fatal.

El depósito se encontraba en el fondo del local de Raponi, ubicado en calle Avellaneda 2971. Toda esa manzana delimitada por Góngora, Argensola y Rodríguez Peña se llevó la peor parte. El terreno que ocupaba la química tiene forma de “L”, así que poseía otro ingreso por el pasaje Cordeiro, donde los daños fueron mayores.

Zona cero
La Voz del Interior ingresó al lugar exacto donde se produjo la explosión. El pasaje Cordeiro se interrumpe por un vallado a la altura de donde comenzaba el depósito. Las dos casas de la izquierda están habitadas, y todo el inmueble de la derecha -donde funcionaba un local de viviendas prefabricadas- está vacío y con los daños visibles.

Traspasando el vallado, está la zona cero. De los galpones de Raponi casi no quedan rastros: sólo las medianeras se mantienen en pie y con marcas violáceas, el mismo color que teñía todo el lugar luego de la deflagración.

El cráter fue tapado y un grupo de obreros reconstruye dos viviendas que se encontraban sobre el pasaje Cordeiro. Un enorme pino todavía muestra ramas quebradas.

Atravesando las ruinas de Raponi, se llega al galpón donde se reparaban autos de lujo y que sigue destruido.

Cruzando una calle que, según los mapas catastrales, era la continuación de Sánchez de Loria pero que poseía un local sobre Góngora y departamentos en la intersección con Cordeiro, la destrucción sigue intacta.

Esas construcciones están dañadas y la medianera que separa de un complejo de departamentos está deformada por la onda expansiva, mientras que la pared de las habitaciones superiores está derrumbada.

Todas esas viviendas siguen inhabitables desde octubre del año pasado.

Sobreponerse
Caminando por el barrio, todavía se ven albañiles trabajando. Algunos lo hacen contratados por el Estado, aunque muchos vecinos aseguran que tuvieron que poner de sus bolsillos para recuperar sus casas y pertenencias.

Ana María Medina vive sobre calle Rodríguez Peña al 2900. Su vivienda sufrió la rotura de casi todas sus aberturas y rajaduras en paredes y techos. Asegura que obreros que contrató el municipio parcharon la fachada, pero que del resto de las reparaciones tuvo que encargarse ella. Lleva gastados miles de pesos.

A Esteban y Layla Villamarín la explosión les cambió la vida. Hasta el 6 de noviembre del año pasado, imprimían una revista de historia y vivían de la publicidad que vendían. Perdieron los equipos de impresión y tuvieron que dedicarse a la venta de comida para sobreponerse.

La casa de Diego Di Pasquale estaba a pocos metros del lugar del estallido. Por los daños que sufrió, aguarda para ser demolida. A Diego y su familia la Provincia les paga un alquiler hasta que les construyan una nueva vivienda. Las pérdidas que sufrieron son incalculables. Además de los muebles, los electrodomésticos y su ropa, perdió recuerdos en forma de fotografías.

“La ropa la tuve que tirar porque la lavábamos y no se le iba el olor a químicos. De cuatro televisores, sólo quedó funcionando uno. A nosotros nos cambió la vida en un segundo, no hicimos nada para que nos pasara esto”, relata Diego.

Sobre calle Góngora al 950, vive Mercedes Yacante. Su casa, a menos de 30 pasos del centro de la explosión, está en venta. Dentro, un albañil repara fallas que provocó la onda expansiva. Le paga con los pocos pesos que puede juntar como vendedora.

Hace un año, ella vivía con su hermano, que falleció pocas semanas después de la voladura. Dice que había quedado muy afectado por lo que pasó aquella noche, y que no pudo sobreponerse de una depresión que empeoró su estado de salud.

“Me dieron un subsidio. Estuve tres meses sin gas y esa plata me alcanzaba para comprar las garrafas y para comer. Se enfermó mi hermano, hacía nueve meses que mi mamá había fallecido. Quedé sola”, cuenta Mercedes.

“Me quiero ir de acá, estoy traumada y con tratamiento psiquiátrico. Tengo miedo a cualquier ruido. Además, mi hermano estaba bien y falleció después de la explosión”, comenta, al tiempo que no ahorra críticas contra el municipio y la Provincia.

El panorama se completa en calle Góngora con locales que antes estaban alquilados y hoy están vacíos y una fábrica de pastas que ya no funciona en calle Rodríguez Peña.

La zona ya no es lo que era. Los daños están ahí, no sólo en las estructuras, sino también en las personas.

El cráter ya no existe
La deflagración provocó un cráter importante, que ya no está.

Fue tapado, y un grupo de obreros reconstruye ahora dos viviendas que se encontraban sobre el pasaje Cordeiro.

Un enorme pino de la zona aún muestra sus ramas quebradas.

Documentos para descargar
Los daños materiales de la zona cero (101.84 KB)

La detonación que cambió para siempre una calle

La escenografía de la Góngora se modificó totalmente. Los daños no fueron solamente estructurales y quedan expuestos en cada charla.

La calle Góngora al 900, en plena Alta Córdoba, cambió radicalmente desde aquel 6 de noviembre de 2014.

En la cuadra había unos 15 comercios, mucho movimiento y vecinos que transcurrían sus vidas. “Pero ya no es lo mismo”, cuenta Jorge Sasía, un comerciante que con mucho esfuerzo pudo reabrir su pollería.

“Tuve ayuda estatal, los proveedores me ayudaron y, por suerte, ya llevaba mucho tiempo en el barrio, así que la gente volvió a comprar”, comenta el hombre que, en la noche del 6 de noviembre, fue uno de los primeros en llamar a los bomberos cuando comenzó el incendio que precedió a la explosión.

El techo del local que alquila Jorge perdió el techo de madera, que quedó hecho añicos sobre las heladeras y balanzas.

Todavía quedan 16 familias trasladadas

El Ministerio de Desarrollo Social informó que el mes pasado se comenzaron a construir dos de las 10 casas que quedaron inhabitables.

El Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia informó que se destinan más de 72 mil pesos mensuales para los alquileres de 16 familias que debieron abandonar sus casas por la explosión de la empresa Química Raponi.

También se informó que la Provincia entregó subsidios no reembolsables: 50 mil pesos a disposición de la Municipalidad de Córdoba; 536 mil pesos para un total de 130 vecinos damnificados para reparaciones menores; y 387 mil pesos repartidos en cinco empresas vidrieras para colocación de cristales rotos en viviendas. Se repusieron los vidrios de 263 viviendas.

Además, en septiembre comenzó la reconstrucción de dos de las 10 viviendas que deben volver a ponerse en pie. Se trata de dos casas ubicadas frente al sitio de la explosión. Se indicó que es un trabajo conjunto entre la Municipalidad de Córdoba y el Gobierno provincial, en el cual la Provincia aporta los materiales y el municipio la mano de obra.

Por otra parte, recordaron que hay 412 propiedades beneficiadas con la eximición del Impuesto Inmobiliario Urbano durante el 2015. Los inmuebles son todos los comprendidos entre las calles Anacreonte, Mendoza, Urquiza y Lope de Vega, en un radio de nueve manzanas.
Fuentes:
Diego Marconetti, Las heridas abiertas de Alta Córdoba, 31/10/15, La Voz del Interior. Consultado 31/10/15.
La detonación que cambió para siempre una calle, 31/10/15, La Voz del Interior. Consultado 31/10/15.
Todavía quedan 16 familias trasladadas, 31/10/15, La Voz del Interior. Consultado 31/10/15.

No hay comentarios:

Publicar un comentario