Salitre es conocida como la ‘Capital Montubia del Ecuador’.
Pero también año a año hace noticia por su vulnerabilidad en el invierno.
Al
ser el cantón más bajo de la cuenca del Guayas, en época de lluvias, extensas
zonas agrícolas de Salitre quedan bajo el agua.
Los ríos Vinces y Salitre, que
pasan junto a la población, causan daños a los sembradíos de arroz, el producto
que caracteriza al sector. Pero con apenas tres semanas de lluvias, ya
predomina en varios sitios un espejo de agua.
Los agricultores ubicados en
partes altas sufren menos que el común de los salitreños cuyos arrozales, en
muchos de los casos, se encuentran bajo el agua, una vez que empezaron a
desbordarse los afluentes.
Con los campos anegados empieza otro drama: buscar
otra forma de ingreso familiar.
Así, al cambiar la rutina en el campo por las
lluvias, los agricultores buscan otras formas de subsistencia hasta que vuelva
el verano. Como Néstor León, quien ahora pesca en el sector de Santa Rosa, o
Juan Almeida, de El Golfo, quien dejó su arrozal para trabajar como albañil.
Son apenas dos casos que representan las miles de historias de agricultores que
viven alrededor de la siembra del arroz y que, paradójicamente, hoy el exceso
de agua los obliga a dejar momentáneamente su tradicional labor.
"Aquí es muy sufrido, no solo se vive del arroz"
"Aquí es muy sufrido, no solo se vive del arroz"
Dijo Néstor León, campesino del sector de Las
Pozas, cercano al barrio Santa Rosa (Salitre-Guayas), está inundado. Un manto
verde de lechuguines aparece sobre lo que, hasta hace poco, eran arrozales.
Con
las primeras lluvias y la creciente del río Salitre, el estero La Pitaya tomó vida. No solo
aumentó su caudal sino que se desbordó los últimos días anegando vastas zonas
agrícolas. Afecta a centenares de agricultores, en su mayoría arroceros.
Uno de ellos, Néstor León, está
junto a una alcantarilla. Tras amarrarse una soga en su mano izquierda lanza su
atarraya. Al sacar la red del agua se encuentra con dos damas pequeñas.
En esta
época en que las inundaciones causan una obligada paralización de las tareas
del campo, agricultores como León se dedican a otros oficios, entre ellos la pesca.
“Aquí cogemos damas, ratones de agua dulce, guanchiches, bocachicos.
Básicamente es para nuestra alimentación diaria y si hay suficiente pescado, el
resto lo vendemos”.
Ni la repentina garúa amaina el ánimo de este salitreño de
46 años quien por estos días vive del
remanente de los 140 sacos que le dejó -en diciembre- la cosecha veraniega en
sus 4 hectáreas .
A veces vende 3 ó 4 sacos de arroz para
la comida semanal.
“La siembra en verano depende de cómo empieza a bajar el
agua. Y vamos sembrando por la irregularidad del terreno”.
Allí, además,
siembra pequeñas parcelas de maíz y sandía, para aprovechar que la tierra queda
húmeda al inicio del verano.
León debe buscar el sustento diario para su esposa, Mercedes Freire, y sus 8 hijos, de entre 2 y 23 años. Dos de ellos aún se encuentran en
la escuela.
Por estos días, León
permanece, a diario, de 06:00 a 10:00 en el sitio, junto a un camino de tierra
que conecta a otras zonas agrícolas de Salitre, como el recinto Candilejo.
Luego se dirige a pie a su casa, a 700 metros .
“El resto del tiempo lo paso en la casa,
reparando alguna cosa o acostado. Con las lluvias y las inundaciones aquí no
hay nada más que hacer, sino esperar que
pase el tiempo y que el invierno no sea muy inclemente”.
Aunque con tiempo debe
empezar a ahorrar algo de dinero para
financiar la siembra cuando deje de llover. “El Banco de Fomento pone muchas
trabas y caemos en manos de las piladoras que cobran hasta el 20 % de interés”,
dice preocupado.
Esas tierras también las sembró Segundo León, su padre.
“Contaba que era un sufrimiento en invierno pero que había que ser persistente.
Por ello nunca he pensado en vender mi terreno que quedará para mis hijos”.
A
media mañana, cinco pescados pequeños se mueven en un balde plástico color
azul. Es hora de volver a casa con el almuerzo.
Datos
Santa Rosa está ubicado en el ingreso a Salitre. Desde allí se accede a varios
recintos. Sus moradores viven de la agricultura.
El camino de tierra que conduce al recinto Candilejo
puede quedar bajo el agua si se desborda el río Vinces.
Los moradores piden la limpieza de canales. También, el mantenimiento de los caminos.
"Nos
acostumbramos a vivir en medio del agua"
Dijo Juan Almeida, agricultor de El Golfo. Todas las
mañanas, Juan y sus vecinos se levantan
para ver el estero Guachapelí.
Este pasa frente a la comunidad
integrada por 60 familias de
agricultores.
La preocupación mayor en este recinto, ubicado a un kilómetro de
la parroquia Vernaza, de Salitre, es que
la fuerza del afluente rompa el débil muro de tierra y deje bajo el agua los
extensos cultivos de arroz y cacao.
“Tengo sembrada una cuadra (hectárea) de
arroz y dependo de que el estero no se desborde o nos rompa el muro de tierra. Por eso todos los
días le pido a mi Dios que no nos inundemos, porque quedaríamos muchos
agricultores afectados”, cuenta mientras hace algún dinero extra para la
comida. De él dependen su esposa Carmina Cabello y sus hijos Leydi, Vanessa y
Dennis. Los dos últimos estudian en colegio.
Hasta ver qué pasa con las aguas y
su cultivo, las lluvias le permiten a Juan -de 56 años- desarrollar otras de
sus habilidades: la albañilería.
Desde la semana anterior trabaja en el aumento
de un muro de la piladora Don Carlos, en
Barrio Lindo, Vernaza. La fuerza con la que ingresa el río Vinces al
poblado, por el estero Guachapelí, pone en riesgo un muro. De romperse, el agua
entraría al negocio de Carlos Jiménez.
“Con Don Carlos somos viejos amigos y
ahora me dio este trabajito. El invierno es tan impredecible que no hay cómo
depender únicamente de la agricultura”, cuenta, tras colocar el cemento en los filos de un bloque.
Pero, como
él dice, en esta época hace ‘cachuelos’ de electricidad, especialmente en
construcciones. “Hay que buscar la comida diaria. Mi esposa cría chanchos y
gallinas, pero nuestro fuerte es el arroz y el cacao”.
El estero rompió un
tramo de muro y con los vecinos colocamos sacos con tierra para reforzar la
orilla. Pero eso no significa que el peligro haya desaparecido.
Él dice que del
éxito de su cosecha dependerá su familia. Y también le permitirá cubrir
préstamos hechos a amigos y vecinos para poder sembrar.
“El banco (de Fomento) no me quiere prestar.
Ahora piden muchos requisitos tanto a mí como al garante. Quería 500 dólares y les dije que al menos me dieran 300. Pero nada. Por ello recurrí a
pedir dinero a conocidos”.
Para su arroz ya tiene comprador, pero debe esperar
primero que el invierno le permita cosechar. En verano, en cambio, siembra soya, maíz y fréjol. “Somos
agricultores por herencia. Mi padre, José Almeida, también fue agricultor.
Desde pequeño lo acompañaba en el campo y nos acostumbramos a vivir en medio
del agua en los inviernos. Por ello y al ser una herencia no he pensado vender mi tierrita”.
El lugar
El Golfo es un recinto conocido antes como Las
Maravillas. Está en la carretera Vernaza-Baba.
Para acceder al caserío hay que cruzar puentes
endebles de caña construidos por los moradores.
En el 2011, las inundaciones afectaron unas 100 casas y plantaciones de arroz y
verde de La Menaida , La Pavana , Pijío...
Fuente:
El Comercio.com, 24/01/2012, "Los campesinos de Salitre se acostumbran a las inundaciones". Consultado 24/01/2012.
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