El elevado precio del gas, consecuencia de la invasión de Ucrania, ha reabierto un debate recurrente: el de la energía nuclear. Cada vez que se encarece la energía o aparece incertidumbre sobre la seguridad energética, se vuelve a mirar a la nuclear en un vano intento de reinventarla, redefinirla o, simplemente, considerarla un mal menor imprescindible.
Por Juan Vernieri
Para ello es necesario soslayar que la nuclear es una energía obsoleta, peligrosa, antisocial, antiambiental y antieconómica.
Además de las falencias del contrato suscrito por Nucleoeléctrica SA, por la compra del reactor Hualong One, hay numerosas razones que desaconsejan esa compra. Esbozaremos algunos de esos motivos.
Con el desarrollo de las tecnologías lo que los expertos repiten de forma unánime es que ya no se necesitan de las grandes centrales nucleares. Hay energías mucho más convenientes. Directamente, la energía nuclear no es rentable.
La cuestión de los costos es clave
Las energías eólica y solar tienen un costo medio de entre 32 y 49 €/MWh, la energía nuclear se sitúa en los 61-148 €/MWh, según la Agencia Internacional de la Energía y la consultora Lazard.
Mientras que la nuclear ha experimentado un aumento en sus costos, la solar ha disminuido su precio en un 85% y la eólica en un 50% en la última década. Como ejemplo, en 2020 se instaló en España una potencia renovable cinco veces superior a la suma de gas, carbón y nuclear.
La situación económica de la energía nuclear la resumió de manera clara Piotr Naimski, quien fuera jefe de Seguridad de Suministro Energético de Polonia (un país con planes nucleares en la actualidad): «Es imposible en estos días construir un plan de energía nuclear sin el apoyo del Estado».
Como las cuentas no dan, alguien tiene que pagar las facturas, y quién mejor que el Estado, que solo puede invertir a fondo perdido. Esto de cargar al Estado con los malos resultados de las empresas oficiales es típico en nuestro país. (Yacimientos Carboníferios Fiscales, Aerolíneas Argentinas, Astilleros Río Santiago, etc.)
Sucede en todo el mundo. Solo puede ir adelante si el Estado asume los quebrantos. Como ejemplo: Hinkley Point C, en Reino Unido. Para asegurar la inversión privada que permitiera la construcción de esta ampliación, el gobierno se tuvo que comprometer a comprar la electricidad que se va a generar durante 35 años por el reactor a un precio fijo de 131,5 €/MWh, un valor muy superior a la media de los últimos 10 años en el mismo país, que es de 54,3 €/MWh. El gobierno pagará por la diferencia, a fondo perdido, más de 68.000 millones de euros por este reactor nuclear.
Largos tiempos de implantación
Uno de los argumentos más decisivos para descartar la energía nuclear son sus largos tiempos de implantación comparados con las demás tecnologías.
Según datos del IPCC, el tiempo de construcción de energías eólica y solar oscila entre varios meses y 2-3 años, mientras que en el caso de un reactor nuclear supone 9 años, que aumentan a 10-19 años si se tiene en cuenta no solo la etapa de construcción, sino todo el proceso necesario para conectar un reactor nuclear que incluye revisiones de seguridad, permisos, licencias y puesta en marcha.
Si bien es cierto que el tiempo de construcción en China es relativamente corto (entre 6 y 9 años), los reactores actualmente en construcción en la Unión Europea (Francia y Eslovaquia) o recientemente terminados (Finlandia) acumulan más de 14 años entre el inicio de su construcción y su puesta en marcha final, ya que siempre acumulan importantes retrasos y sobrecostos.
Otro ejemplo es Polonia, que tras perder una década y 1.000 millones de dólares en dos reactores soviéticos que nunca llegaron a terminarse, propuso un nuevo programa nuclear en 2005. Según los planes, el primer reactor entraría en funcionamiento en 2020, año que posteriormente se retrasó a 2033. Es decir, van a estar al menos 28 años más quemando carbón (fuente actual del 70% de su electricidad). Si hubieran apostado decididamente por las renovables se habría reducido este tiempo y se habría quemado mucho menos carbón.
El planeta necesita descarbonizar la producción de energía lo más rápido posible y al menor costo.
Residuos nucleares y accidentes
Los combustibles gastados de los reactores constituyen un desecho muy peligroso y de larga vida (más de 10.000 años, con niveles de radiactividad detectables durante más de un millón de años). Y la cruda realidad es que ningún país tiene soluciones de almacenamiento seguro de estos residuos a tan largo plazo.
Ya hemos visto que el reprocesamiento de los combustibles usados no es solución.
Las 250 mil toneladas acumuladas de desechos altamente radiactivos es uno de los principales riesgos medioambientales asociados a la energía nuclear, sobre todo teniendo en cuenta que en el mundo ningún país dispone actualmente de un sistema de gestión adecuado para estos restos.
El riesgo de un accidente se define como el producto de la probabilidad de que ocurra y la gravedad de los impactos que tengan lugar. Los accidentes nucleares graves son poco probables, pero su impacto es de una magnitud catastrófica. No solo se trata de muertes debidas al propio accidente, sino a las consecuencias posteriores a largo plazo sobre las personas y el medio ambiente. Los costos económicos de accidentes significan cifras astronómicas.
No se conoce ningún inversor que ponga su dinero en la energía nuclear sin el respaldo del Gobierno correspondiente. La compra del Hualong One de Antúnez que, con intereses, seguros, etc. llegará a 13 mil millones de dólares, la pagaremos nosotros.
Lo que necesitamos es acelerar la transición a un menor consumo energético, una mayor eficiencia energética y una mayor proporción de la energía que proceda de tecnologías realmente limpias y seguras.
(Fuente Fernando Valladares Profesor de Investigación y profesor asociado de la U. Rey Juan Carlos. Eloy Sanz es Profesor Titular de la Universidad Rey Juan Carlos.)
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