“Doctrina de shock ambiental”.
Por Pablo Sigismondi
Especial agradecimiento al Geólogo Doctor Ricardo Astini.
En la Provincia de Córdoba, las consecuencias sociomedioambientales de las continuas políticas públicas en detrimento de la Naturaleza se producen como efecto dominó. Por eso implican un asesinato social, cultural y ecológico de tal magnitud que alcanza el grado de “ecocidio”. Córdoba tiene una larga cantidad de ejemplos de la constante interferencia y destrucción de sus recursos naturales.
La sustentabilidad y el equilibrio ecológico deteriorados por el efecto nocivo de las políticas estatales, del accionar del propio gobierno, se suman a la complicidad, ignorancia o pasividad de los poderes legislativo y judicial. Los tres tienen una significativa responsabilidad en el deterioro progresivo e irreversible del medio ambiente. Si bien la dilapidación del monte nativo y el bosque a través de incendios; la deformación de las montañas para trazar caminos y la contaminación de los suelos y de las aguas son una constante vigente, ahora llegamos al colmo: la preservación de la principal riqueza natural de la provincia, las mismísimas Sierras de Córdoba, está siendo, literalmente, destruida. Verdaderas milicias empresariales-policiales amparadas por la satrapía ecocida del cordobesismo las dividen a su antojo, adjudicándose los “derechos” -que pertenecen a toda la ciudadanía- para beneficio propio.
Las construcciones y emprendimientos privados avanzan de forma descontrolada y, a continuación, vienen las autovías. Las de Punilla y de Paravachasca se constituyen en la mayor agresión medioambiental de la historia de la Provincia de Córdoba. Como auténticas serpientes venenosas, ellas están devorando todo a su paso.
El respeto al mayor bien natural público de la sociedad, las montañas, está ausente. Nos dinamitan las sierras. Las destruyen con licencias ambientales apócrifas, avaladas por su mafia judicial y policial. Así, los valles y las cuencas hídricas se convierten en contaminación, cemento y basura. La flora y la fauna quedan, primero incendiados y luego sumergidos en un mar de hormigón y cemento que va expandiéndose más con el pretexto que significan “desarrollo”, “progreso” y “modernidad”; incluso en áreas en las cuales sus propias leyes han calificado como “bosques nativos zona roja”. La degradación ambiental de Córdoba requerirá alguna vez, cuando la satrapía no exista, una profunda investigación hacia toda la clase política que controló la provincia y fue funcional al ecocidio durante este oscuro período. Y quedarán las cicatrices del doloroso tiempo presente como ejemplo sin par de la violación al medio ambiente. Nuestros herederos sólo podrán observar el paisaje hobbesiano, testimonio de la voracidad de la Geografía ilegal.
Pablo Sigismondi, geógrafo
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