
En
Argentina, el Día Internacional del Agua nos deja la alegría del
sabernos viviendo en un fuerte salto organizativo.
por
Mariela Silvestein
La
unión y articulación entre asambleas y organizaciones
socioambientales de cada rincón del país, personas conscientes,
comunidades indígenas, pequeños productores, campesinos,
movimientos populares, y ONGs, como Conciencia Solidaria, es un hecho
que aún, cuarentena mediante, se evidencia. Porque trasciende el
abrazo en las calles, llevando nuestras banderas de lucha. Porque se
estableció ya, como filosofía de Vida.
Este
salto en la articulación, fruto de más de dos décadas de
encuentros, intenta siempre, ubicar en el centro, el Agua y la Vida,
poniendo en tensión, una economía carente de solidaridad, con
pretensiones de desarrollo y progreso, escindida de la naturaleza y
de toda Humanidad.
La
“Primera Marcha Plurinacional del Agua para los Pueblos”,
caminaría el domingo 22 de marzo, desde Congreso a Plaza de Mayo.
Nos encontraríamos compañeras y compañeros de todo el país, como
corolario de dos días de acampe, charlas y exposiciones en Plaza
Congreso. Con un objetivo: que llegue a los ojos de la Capital, todo
lo que nos atraviesa como país, a lo largo y ancho de variados
escenarios-territorios, que tiene nuestra Argentina profunda, muchas
veces, invisibilizados.
Es
que el agua está en riesgo. Y la vida, también. Y aquí, no hay
lugar para hipérboles. Atravesados por el extractivismo
transnacional, los pueblos somos condenados al sacrificio, para que
vivan las empresas contaminantes y saqueadoras. Es un modelo, dentro
del sistema capitalista imperante, que hemos hecho carne, y al cual
pareciera, no estaríamos dispuestos, como sociedad, a renunciar.
Porque no todos tienen la osadía para revisar sus privilegios y
soltarles la mano.
Mientras
tanto, algunos seguimos trabajando para hacer realidad las utopías,
que el agua sea un derecho humano inalienable. Que cada río, cada
animal, incluso el ambiente, en su conjunto, sean reconocidos como
sujetos de derecho. Transitamos un momento histórico, donde la
consciencia pugna, la naturaleza exige, y a eso nos invitan.
El
agua, bien común, es mega-consumida por empresas transnacionales.
Mientras que en el mundo, 3 de cada 10 personas no tienen acceso a la
misma, lo que equivale a decir, 2.100 millones de personas. Un solo
emprendimiento minero usa, en una hora, lo que una familia campesina
en veinte años. La cultura del monocultivo transgénico, y la
ganadería intensiva, arrasan monte nativo, corren la frontera
agropecuaria, violan sistemáticamente los derechos de pueblos
originarios y comunidades campesinas. La biodiversidad se pierde,
mutan los ciclos climáticos. Los suelos, devastados, pierden su
capacidad de dar Vida y regular el recurso hídrico. La temperatura
aumenta. Los glaciares, derretidos, incrementan el nivel de los
océanos, las ciudades, se inundan. Las centrales nucleares,
envenenan y matan silenciosamente. La contaminación ambiental, baja
las defensas. Con un sistema inmunológico vapuleado, sin barreras,
dengue y coronavirus. El que quiera venir, que venga.
En
Argentina, anualmente, se utilizan 10 litros de agrotóxicos por
persona y 107 plaguicidas, prohibidos en el resto del mundo.
Paralelamente, avanza el movimiento hacia una economía solidaria de
comercio justo, orgánica, y sin uso de agroquímicos. Grupos
humanos, como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), son
prueba fehaciente que, así las cosas, comer sano es posible. Los
productos agroecológicos, llegan al colectivo para quedarse.
La
actualidad nos interpela, y pone a prueba la solidaridad, otra vez.
Las medidas asumidas desde el Gobierno Nacional, estratégicas, ante
la pandemia del coronavirus, nos proponen llevar las banderas de la
Justicia Social, y la protección ambiental, al living de nuestro
hogar. Un encuentro diferente, íntimo, en el vasto sentido del
término, del proyectado para este 22 en las calles, pero que nos
llama a reflexión profunda. Porque nos da la posibilidad de ser
observadores activos de lo que pasa afuera, desde adentro. Porque nos
corre de la rutina que abruma, y nos obliga a mirar. Y mirar, en
alguna medida, implica comprometerse. Porque no hay antídoto ante
una Verdad que se planta y ruge. Texto en co-auotoría con Lic. Luciana Gagliardo, presidente de Conciencia Solidaria..
Fuentes:
Mariela Silvestein, ¿Qué hacemos los argentinos con el agua?, 22 marzo 2020, Ámbito.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Refresh" de Richard Claremont.
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