Los
desechos electrónicos son un problema mundial y la extracción de
materias primas para su fabricación deja una secuela devastadora.
Cuanto más avanzados son nuestros dispositivos, más difícil es
reciclarlos.
por
Greg Norman
En
el interior de nuestro teléfono inteligente, tableta, ordenador
portátil o incluso televisor, podemos encontrar una gran cantidad de
materiales valiosos. Cuando se estropea el dispositivo, estos tesoros
permanecen donde están: olvidados en un cajón o pudriéndose en un
vertedero.
El
proveedor de servicios británico Electrical Waste Recycling Group
(Grupo de Reciclaje de Residuos Eléctricos) se ocupa de sacar el
máximo provecho de dispositivos electrónicos en desuso. La empresa
recoge los desechos procedentes de comerciantes, vertederos o
empresas que se deshacen de equipos antiguos.
Frente
a la planta, que se encuentra en una antigua fábrica textil en la
ciudad de Huddersfield, en el norte de Inglaterra, llegan camiones
llenos de productos electrónicos desechados. En el interior de la
nave, se clasifica la chatarra electrónica. Enormes y ruidosas
máquinas separan los hilos metálicos de las fundas aislantes y
aplastan los metales.
Materiales
como el cobre se desmenuzan en pequeñas partículas, se funden y se
venden a comerciantes del metal para ser transformados en nuevos
productos.
Las
baterías se separan del resto de los componentes para evitar
cortocircuitos e incendios y los televisores se desarman. Jane
Richardson, oficial de cumplimiento de la empresa, estima que cada
trabajador desmantela alrededor de 80 televisores al día.
"Cuando
hacemos visitas guiadas a escuelas”, cuenta a DW, "muchos de
los niños dicen que nunca han visto una televisión tan vieja”.
Los
escolares están más familiarizados con las nuevas pantallas planas,
que también se pueden ver en la fábrica, clasificadas en cestas
junto a otros dispositivos y piezas. Pero el asombro de los niños
por los modelos más antiguos muestra la rapidez con la que
reemplazamos la tecnología en nuestros hogares.
Obsesionados
por el último modelo
Aunque
los productos electrónicos contienen muchos materiales valiosos, los
dispositivos se consideran esencialmente productos desechables.
"En
este momento, la mayoría de los electrodomésticos tienen una vida
lineal en lugar de circular”, cuenta Elizabeth Jardim de Greenpeace
a DW. "Los dispositivos se usan y luego, después de unos años,
la mayoría termina en la basura”.
La
planta de Huddersfield procesa alrededor de 8.000 toneladas de
residuos electrónicos al año, una gota en el océano en comparación
con los más de 44 millones de toneladas, que estiman las Naciones
Unidas que se producen en todo el mundo.
En
el caso de los teléfonos inteligentes son "muy difíciles de
reciclar, y los fabricantes no buscan el contacto con la industria
del reciclaje”, critica Shaun Donaghy, gerente de operaciones de
Electrical Waste, a DW. "El producto no tiene ningún interés,
después de alcanzar su vida útil”.
Según
un informe de Greenpeace de 2017, el consumo energético anual para
la producción de teléfonos inteligentes aumentó de 75
teravatios-hora (TWh) en 2012 a unos 250 TWh en 2016. Además, los
teléfonos inteligentes contienen tierras raras cuya extracción
tiene un costo elevado en varios sentidos.
Desperdicio,
toxicidad y abuso
Según
un informe reciente de la Real Sociedad Británica de Química (en
inglés, British Royal Society of Chemistry, RSC), un teléfono
inteligente medio contiene 30 elementos químicos diferentes. Otras
estimaciones, calculan que, en el caso de los modelos de gama alta,
pueden ascender a 75. El tántalo, el itrio, el galio, el indio y el
arsénico se encuentran entre los principales constituyentes y
podrían agotarse en 100 años.
El
indio, por ejemplo, es indispensable tanto para las pantallas
táctiles como para los paneles solares.
"Es
transparente, se adhiere al vidrio y por el momento no hemos
encontrado una alternativa mejor”, explica Elisabeth Ratcliffe, de
la RSC. "Es uno de los elementos más raros de la tierra, un
subproducto de la minería del zinc. Para obtener unos miligramos de
indio, es necesario extraer un kilogramo de zinc”. Estos recursos
minerales son muy difíciles de encontrar.
La
extracción de estos depósitos es costosa, consume mucha energía y
deja residuos tóxicos a su paso. La gran mayoría de las tierras
raras se extraen en China, donde las fuentes de agua de las
provincias de Jiangxi y Shandong, así como la Región Autónoma de
Mongolia interior, han quedado contaminadas.
Las
tierras raras son una categoría específica de 17 minerales
diferentes. Al igual que otros componentes tecnológicos como el
cobalto, el estaño, el wolframio, el tántalo y el oro, están
asociados a prácticas de explotación. Es decir, aquellas que
emplean mano de obra infantil, financian conflictos en África y
propagan enfermedades respiratorias entre los mineros.
Conflictos
por el dinero
A
través del reciclaje de residuos electrónicos se pueden recuperar
materiales como el cobre, el aluminio, el plomo, el vidrio y el
plástico de los teléfonos inteligentes. No obstante, es todo un
reto porque el uso de adhesivos fuertes en lugar de tornillos
dificulta el desmontaje.
Por
otro lado, la extracción de tierras raras puras y reutilizables es
también complicado, ya que se requieren procesos químicos complejos
y costosos. Esto va más allá de las capacidades de la planta de
Huddersfield.
Los
científicos trabajan en mejorar los métodos para recuperar estos
materiales preciosos. En este momento, se estima que solamente se
recicla el uno por ciento de las tierras raras. Y a medida que
avanzamos hacia un futuro sin combustibles fósiles, necesitaremos
cada vez más de estos elementos para apoyar un sistema cada vez más
electrónico.
"A
medida que se electrifica más la economía mundial, aumenta la
demanda de baterías”, explica Josh Lepawsky a DW. El investigador
de la Universidad Memorial de Terranova, en Canadá traza un mapa de
los desechos electrónicos. "Hay muchas preguntas abiertas sobre
cómo se puede conciliar la transición a una economía libre de
carbono y electrificada con el daño ambiental causado por la
extracción de materias primas”, advierte.
Cerrando
el círculo
Para
los consumidores, existen alternativas a las principales marcas de
teléfonos inteligentes. Fairphone, por ejemplo, intenta utilizar
materiales más sostenibles y desarrollar productos con una vida útil
más larga y más fáciles de reparar.
No
obstante, los clientes se han acostumbrado a los diseños de
vanguardia y a las pantallas táctiles, y las empresas líderes se
han centrado en crear dispositivos cada vez más complejos y con
mejores aplicaciones. Por eso Apple y Samsung necesitan producir más,
según Lepawsky.
"Podemos
ir a una tienda y elegir entre una variedad de modelos, pero la
química subyacente de esos modelos es muy similar”, aclara
Lepawsky. "Solo los fabricantes pueden cambiar esa química. Así
que la idea de un cambio impulsado por el consumidor no tiene
sentido”, concluye.
Autor:
Greg Norman (ar/cp)
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Fuente:
Greg Norman, Malas notas en reciclaje para los dispositivos inteligentes, 19 noviembre 2019, Deutsche Welle. Consultado 22 noviembre 2019.
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