Lo dijo José
Sánchez, integrante del centro vecinal Malvinas Argentinas. El
último monte nativo de la ciudad, con 23 hectáreas y un ecosistema
de origen ancestral, corre peligro de desaparecer en manos de un
inminente loteo.
Cualquier ciudad
del mundo puede tener un palacio municipal, un predio ferrourbano y
siete puentes. Cualquier ciudad del mundo puede tener, a falta de
parque natural, un parque automotor cuyos coches superen ampliamente
el número de habitantes. Incluso puede tener dos universidades y ser
declarada “Ciudad del Aprendizaje”. Pero lo que no puede tener
cualquier ciudad del mundo es un bosque nativo de 23 hectáreas con
algarrobos y pájaros latiendo desde el génesis, como lo tiene Villa
María.
Se trata, en
efecto, de El Algarrobal; un fabuloso ecosistema que, lindando con el
Malvinas Argentinas, mágicamente se unió a los barrios del norte.
Un predio verde en el desolado mapa de la negra desforestación
nacional y provincial; edén donde los árboles se reproducen en una
tierra fértil y cantan las aves de todas las especies, acaso hoy más
que nunca. Y es que muchas han encontrado entre sus ramas, tras la
fumigación y el desmonte, el último refugio en el universo.
Sin embargo y
pese al privilegio (o mejor dicho, a “la bendición”) que
significa tener un espacio verde semejante, Villa María está a
punto de dilapidarlo.
¿La razón? Un
loteo caso inminente que se avecina y al que están tratando de
frenar tanto los activistas del barrio Malvinas Argentinas junto a
los voluntarios de la Asamblea Socioambiental “El monte nativo
vuelve”.
Pero ellos son
optimistas. No sólo en cuanto a los beneficios del monte (cuya
prestación es impagable con la moneda de este mundo) sino y, sobre
todo, a la toma de conciencia de las autoridades municipales sobre un
tema que involucra de forma directa el futuro.
Por eso decimos
que cualquier ciudad del mundo puede tener pavimento y servicio de
gas en los suburbios y presumir de su “transformación”. Pero lo
que también puede tener es la impericia o la falta de visión (o las
dos cosas a la vez) como para perder un don de la naturaleza para
siempre. Y en ese sentido, Villa María va camino a ser “cualquier
ciudad” o una “ciudad cualquiera”. Esa que ha llenado de
cemento el Parque Pereyra y Domínguez (su único pulmón céntrico);
esa que quiere vender Plaza Ocampo para que se construya un hotel, y
ahora, además, va camino a permitir que se lotee su último bosque
nativo. Ese don de la creación que cualquier gran ciudad del mundo
pagaría por tener pero que, de momento y por alguna extraña e
incomprensible conjunción astral, sólo le pertenece a los
villamarienses.
Juguezos en el
bosque
En un garage de
calle Santiago del Estero frente al playón del barrio, funciona la
imprenta de José Sánchez. Miembro del centro vecinal y ecologista,
José junto a su esposa Natalia e hijos habitan el barrio desde el
2009. “Fuimos una de las primeras familias de esta cuadra”,
comenta con orgullo.
- ¿Y sabías de
El Algarrobal?
- No. Y de hecho,
lo descubrí cuando llegamos. Y me pareció fabuloso tener a cuatro
cuadras este ecosistema. Aunque antes sólo funcionaba como
contención y por eso no lo talaron, porque absorbía el agua de las
lluvias. De hecho, en el medio hay una laguna artificial.
- Y un día
redactaste un proyecto para que el monte fuese declarado reserva
natural…
- Si. El
intendente Martín Gill nos había convocado a los vecinos para hacer
un diplomado de gestión vecinal y yo participé. Y como había que
presentar un proyecto final relacionado con el barrio o la ciudad, yo
armé este proyecto.
- Por lo visto,
la ecología te toca muy de cerca…
- Sí, y no sólo
por el barrio sino por Córdoba, que es una de las provincias más
deforestadas del país. Acá se ha desmontado el 97 por ciento del
monte virgen. Y algo de ese 3 por ciento está en el Malvinas
Argentinas... ¿Cómo no lo vamos a defender y cuidar?
- ¿Se puede
declarar reserva al Algarrobal?
- Ojalá... Esa
es nuestra lucha. Pero no será un tema fácil. Hay que tener tiempo
para ir al Municipio, gestionar y averiguar quiénes son los dueños
de las tierras.
- Por suerte no
estás solo…
- No. Todo se
hizo más fácil cuando conocí a un grupo de estudiantes y
profesores de la UNVM que estaba interesado en preservar el monte
nativo. Juntos fundamos la Asamblea Socioambiental y elaboramos un
proyecto en conjunto, que presentamos en noviembre pasado en el
Concejo Deliberante.
- ¿Y qué les
dijeron?
- Que lo
presentáramos más adelante porque ellos tenían que expedirse por
el “sí” o por el “no”. Y no querían rebotarnos un proyecto
ecológico que está muy bueno y que es para la ciudad.
- ¿Y por qué lo
vetarian?
- Porque para
aprobarlo tenían que expropiar los terrenos. Y, según nos dijeron,
no tenían el dinero suficiente. Aparentemente hay cuatro o cinco
dueños de los terrenos y quieren hacer un loteo para construir; algo
que ya es casi un hecho...
- ¿Y al final lo
presentaron?
- Sí. Y como nos
habían advertido, lo rechazaron. Igual, quedamos en colaborar,
creando un grupo de trabajo entre la asamblea y el Concejo con la
idea de buscar fondos, ya sea con empresas privadas o en el exterior
para poder expropiar o comprar los terrenos. Pero no sabemos el valor
de esas tierras.
- ¿Y cómo están
las negociaciones?
- De momento nos
prometieron que El Algarrobal será declarado “patrimonio cultural
y natural”. Aún no lo hicieron, pero con esa medida estará
resguardado; ya que si alguien quiera edificar tendrá que pedir
permiso. La idea es que esto se mantenga hasta que apruebe el
proyecto.
- ¿Hay otras
razones para que no se lotee El Algarrobal?
- Muchas. Germán
Tisera del Área de Medioambiente, hizo un trabajo sobre los
paliocauces, que son los antiguos brazos del río. El barrio Vista
Verde, por ejemplo, está sobre un paliocauce y por eso se inunda
todo el tiempo, porque es el lugar natural hacia donde baja el agua.
Y “El Algarrobal” está en zona de bajorrelieve también. Si lo
edifican, se va a inundar siempre. Pero ya sin bosque para absorber
el agua se irá a otros barrios.
- ¿Cuál es la
importancia de El Algarrobal para los vecinos?
- Es fundamental
para que los chicos crezcan con la vivencia de la naturaleza.
Queremos que El Algarrobal se declare reserva natural y pluricultural
por el futuro del barrio y de la Villa toda.
De maestra
jardinera a ecologista
Pamela Demarchi
está a punto de recibirse de maestra jardinera. Y acaso pocos años
atrás no hubiera soñado que se convertiría en militante en favor
de la naturaleza. Pero eso fue lo que pasó; y de este modo explica
su curiosa metamorfosis.
“En realidad
empecé a militar casi sin querer. Me fui enterando de lo que pasaba
en El Algarrobal por amigos en común, estudiantes de la Licenciatura
en Medioambiente y Energías Renovables de la UNVM que me fueron
contando. Ellos habían empezado a trabajar en el monte por
cuestiones de la carrera y se empezó a mover la noticia: la
existencia de un monte urbano de gran importancia ecológica. También
tengo amigos en común de Takku Reforestaciones, un vivero de
especies autóctonas que lleva adelante y a pulmón una familia de la
ciudad. O sea que cada día fui escuchando un poco más sobre el
montecito de algarrobos hasta que me acerqué”.
- ¿Y creés que
hubo un día concreto en que empezaste con tu actividad?
- Sí, creo que
fue el día en que el gobernador Schiaretti vino a la ciudad y se
organizó un escrache en el Concejo. Fue en el año 2017. Él había
hecho la apertura legislativa diciendo que la prioridad iba a ser el
ambiente, y todavía tenemos postergada la ley de ordenamiento
territorial en la provincia. Y no está actualizada qué es y no es
zona roja y zona verde. Y entonces la ley de bosques no se puede
aplicar. Mientras tanto, van aprobando leyes que van en contra del
espíritu por conservar la naturaleza de la provincia. Ese día del
escrache me encontré con muchas de las personas con las que después
se inició la asamblea.
- ¿Te considerás
ecologista?
- No exactamente,
yo no siento que haga nada en especial sino que participo como simple
ciudadana. Veo que la ciudad crece mucho y los intendentes hacen
chapa con eso. Pero esa noticia es un arma de doble filo; ya que trae
aparejada una explosión urbana mórbida. Se empieza a construir en
lugares donde no se debe ni puede; se tala, se contamina y no vemos
que haya un criterio sobre las especies que se cuidan. Y Córdoba
está entre las primeras diez provincias a nivel mundial de mayores
tasas de deforestación. O sea que en la Ciudad del Aprendizaje y de
Mayor Crecimiento no hay criterios ecológicos. De hecho, predominan
los principios de “ecocidio” más que ecológicos.
Un monte para la
ciudad, las universidades y las escuelas
- ¿Cómo ves la
relación entre la universidad y la realidad ecológica de Villa
María?
- Creo que la
universidad va a tener un papel fundamental en el desarrollo
ecológico. Sobre todo desde carreras como la licenciatura en
Medioambiente y Energías Renovables. De hecho, muchos estudiantes
junto a José y la gente del centro vecinal estuvieron diseñando
proyectos muy interesantes, en vista de la declaración del montecito
como reserva natural y pluricultural.
- ¿Como cuáles?
- Como realizar visitas guiadas con los colegios primarios y secundarios de la ciudad, explicar y vivenciar un ecosistema y que los chicos participen en el sembrado de especies autóctonas.
- Muchos
cuestionan que los proyectos ecológicos impiden el progreso laboral
¿Cómo lo ves?
- Es exactamente
lo contrario. El cambio de paradigma o la vuelta al cuidado del
ambiente no puede traer más que beneficios. Incluso en lo laboral
imaginamos varios emprendimientos como fabricar harina de algarroba
de las chauchas caídas y preparar pastelería autóctona, una suerte
de emprendimiento gastronómico que también generaría ingresos y
una suerte de turismo intercultural.
- ¿Hubo para vos
un antes y un después desde que participás de la asamblea?
- Totalmente. Es
increíble todas las cosas que aprendí en este tiempo. No me
considero una especialista, sólo alguien que se interesa por llevar
una vida más humana y en contacto con la naturaleza. Al principio no
creí que pudiera aportar como maestra. Pero luego supe que sí, que
eso me facilitaba el armado de charlas en los colegios, que eso es lo
que hago todo el tiempo. Así como me pasó a mí, todo el que se
quiera sumar a la asamblea puede aportar muchísimo, aunque aún no
lo sepa.
Fuente:
“Queremos que El Algarrobal se declare reserva por el futuro del barrio y la Villa”, 28/01/19, El Puntal de Villa María. Consultado 31/01/19.
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