En 2012, el
territorio de Moscú se duplicó de un plumazo en el mapa. Se está
llevando a cabo una rápida construcción para la creciente
población, lo que supone una carga para el medio ambiente y las
comunidades rurales.
por Geert Groot
Koerkamp
Aleksei
Zakharinsky comparte con diez gatos su modesta casa de madera a las
afueras de Moskovsky considerada satélite de Moscú. No hace mucho
tiempo, este hombre de 51 años y sus vecinos vivían al borde del
bosque. Moscú parecía estar muy lejos.
Pero en pocos
años, la ciudad ha avanzado hasta su puerta. Los bosques de los
alrededores están desapareciendo rápidamente. Un exuberante valle
adyacente cubierto de árboles se ha convertido en un depósito de
tierra, que ha sido excavada para la construcción de una nueva línea
de metro.
Todo comenzó en
2012, cuando el Kremlin decidió duplicar el tamaño de la capital
rusa anexando una zona de campo, de la mitad del tamaño de
Luxemburgo, al suroeste de la ciudad.
El proyecto
"Nuevo Moscú” fue construido desde cero para ofrecer vivienda
a una población en rápido crecimiento. Eso aliviaría la presión
sobre la parte antigua. Esta decisión fue una sorpresa para los
vecinos como Zakharinsky, que no fueron consultados.
"Al
principio fue realmente horrible, como si me hubieran cortado una
parte de mí mismo”, confiesa el experto en hongos y plantas,
refiriéndose a la desaparición de la naturaleza que lo rodeaba.
"Solía considerar toda la tierra como nuestra propiedad. Todos
los que vivíamos aquí éramos libres para ir al bosque a recoger
setas o simplemente a caminar”, relata.
Zakharinsky sabía
mejor que nadie lo que estaba en juego.
"En estos
bosques crecen muchas plantas raras”, cuenta a DW, refiriéndose a
los bosques locales. Por ejemplo, "el ajo de oso, la anémona
del bosque, o la Crepis paludosa. Aquí se demostró por primera vez
que esta especie también crece en la región de Moscú. Es un
argumento más para preservar al menos algunas partes de los bosques
del Nuevo Moscú”, explica.
La ciudad ideal
En 2012, el
entonces presidente ruso Dmitri Medvédev consideró que los planes
de expansión eran una oportunidad perfecta para construir una ciudad
modelo diferente a todo lo que Rusia había visto antes. Según este
plan, los edificios de poca altura deberían dominar las futuras
zonas residenciales, una arquitectura atípica en Moscú.
Además, deberían
construirse centros especializados en innovación y educación para
crear nuevos puestos de trabajo. Las instituciones gubernamentales
debían trasladarse a una nueva ubicación justo detrás del gran
anillo de autopistas, que marca la frontera con la parte vieja de la
ciudad.
"Definitivamente
no deben convertirse en barrios sin carácter, de los que ya tenemos
demasiados en Moscú y en todo el país”, declaró durante la
presentación de los planes.
Casi siete años
más tarde, el sueño de Medvédev no se ha materializado. Los nuevos
barrios están llenos de grandes bloques de apartamentos de hormigón,
típicos de las ciudades dormitorio a las afueras de las grandes
metrópolis, que tanto había criticado el ex presidente.
Por otro lado,
las instituciones gubernamentales también han permanecido en gran
medida donde estaban antes. El actual alcalde de Moscú, Sergei
Sobyanin, ha criticado públicamente los planes de descentralización
de la administración municipal. Sobyanin argumenta que tiene más
sentido para la mayoría de los moscovitas que todas las
instalaciones de servicio permanezcan dentro de los límites de la
parte antigua.
Voces críticas
han condenado la falta de debate público sobre la necesidad del plan
y han señalado que las valiosas zonas verdes están siendo
reemplazadas rápidamente por nuevas zonas residenciales, mientras
que el desarrollo de la infraestructura necesaria para conectarlas
con el centro de la ciudad se está quedando atrás.
En uno de los
pocos debates públicos dedicados a los pros y contras del proyecto,
celebrado durante el Foro Urbano de Moscú en 2015, el urbanista
Aleksei Novikov calificó el proyecto de "gran error”.
Aún así, no
parece probable que se detengan las obras. Para 2035, se espera que
alrededor de 1,5 millones de personas se muden a los nuevos
distritos, según las estimaciones del gobierno de Moscú. Las cifras
reales pueden resultar significativamente más altas, ya que cada vez
más rusos emigran de las partes menos prósperas del país a la
capital. Asimismo, los precios de las viviendas en el Nuevo Moscú
son mucho más atractivos que en la superpoblada parte vieja.
Los cambios no
solo han afectado al medio ambiente, sino también a la vida en las
aldeas.
Comunidad del
pueblo
En la aldea de
Pykhtino, a pocos kilómetros al norte de Moskovsky, una excavadora
retumba a lo largo de la carretera principal. Un avión de pasajeros
sobrevuela. Se dirige al aeropuerto de Vnukovo a unos dos kilómetros
de distancia. El ruido del motor ahoga temporalmente el constante
zumbido del tráfico de la autopista Borovsk, cada vez más
transitada.
"No hace
mucho tiempo que las cabras y los pollos andaban sueltos por aquí.
Había espacio suficiente para mantener a los animales”, cuenta
Ilya Sorokin a DW. Señala hacia el nuevo edificio de 20 pisos, que
se encuentra justo detrás de la aldea. "Pero ya no queda más
tierra libre disponible”.
Sorokin, de 30
años, ha pasado la mayor parte de su vida aquí. Recuerda que
Pykthino fue una vez una comunidad pequeña y muy unida.
"Nuestra
comunidad estaba formada por 14 aldeas de 3.000 habitantes”, cuenta
Sorokin. Desde 2012, la población ha aumentado a unos 70.000
habitantes.
Aunque Sorokin y
otros lugareños saben que su aldea, tal y como la conocían, ha
desaparecido para siempre, no se dan por vencidos. Han logrado
convencer a las autoridades de la ciudad para que construyan un
parque infantil y han dado la voz de alarma por los vertidos ilegales
en el cercano río Likova. El aeropuerto de Vnukovo y una de las
nuevas zonas residenciales son las presuntas fuentes de
contaminación.
Aleksei
Zakharinsky cree que la lucha para proteger el medio ambiente y su
anterior forma de vida es imposible de ganar. Aún así, cada vez son
más los vecinos que critican el ritmo de expansión de la ciudad y
tratan de que sus preocupaciones sean escuchadas. En 2018, varios
activistas locales se presentaron a las elecciones municipales,
algunos de ellos con éxito, en un intento de ejercer más influencia
sobre el futuro de sus comunidades.
Zakharinsky ha
elegido otro modo de acción. A través de caminatas guiadas y
exposiciones fotográficas trata de aumentar la conciencia pública
sobre las riquezas naturales que aún quedan en Moskovsky.
"He dejado
de enfadarme demasiado”, dice. "Ya no soy joven, y cuando no
se tienen los medios para detenerlo, hay que tratar de adaptarse a la
nueva situación”, explica.
Después de todo,
su ciudad ahora tiene una mejor oferta local, como tiendas y otros
servicios a los que se puede llegar a pie y eso, señala, "es
muy práctico”.
"Sin
embargo”, suspira Zakharinsky, "la calma ha desaparecido para
siempre”.
Fuente:
Geert Groot Koerkamp, La manía de los rascacielos eclipsa el sueño de los barrios periféricos de Moscú, 29/01/19, Deutsche Welle.
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