A los agricultores y a los pescadores de la región japonesa de Fukushima les está costando convencer a los consumidores de que sus productos no están contaminados por el desastre nuclear de 2011, pero confían en que con tiempo y paciencia podrán superar su frustración.
"Hay que
cambiar la mentalidad de la gente", sostiene Satoko Anzai,
quien, junto a su marido, Chuzaku, y el resto de la familia, gestiona
una granja frutícola de 5 hectáreas al norte de la ciudad de
Fukushima.
"La gente
todavía dice que no a nuestros productos, a pesar de que mostramos
evidencias de que nuestro suelo no está contaminado", agrega la
agricultora, de 69 años, al lado de un melocotonero preñado de
fruta al que le falta poco tiempo para la recogida.
Chuzaku, su
marido, es la cuarta generación de agricultores de la zona. La
granja la manejan los cuatro miembros de la familia, en un negocio
que comenzó a vivir sus peores momentos tras el desastre de la
central nuclear de Daiichi que se registró el 11 de marzo de 2011.
En esa fecha, un
terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y un tsunami que
elevó las aguas quince metros destrozó la central nuclear de
Daiichi, que comenzó a levantarse en 1967, y en la que varios de sus
reactores sufrieron fusiones.
Las autoridades
ordenaron la evacuación de un área de 370 kilómetros cuadrados,
pero siete años después de la tragedia la región va recuperando el
ritmo poco a poco, aunque será difícil alcanzar los estándares
anteriores a 2011.
La contaminación
se extendió principalmente por el aire, llegó a las capas
subterráneas y también al mar, creando un desastre nuclear que
sigue marcando a este país, precisamente el único atacado con armas
atómicas.
La producción de
melocotones, cerezas y arándanos de los Anzai llegó a caer un 35 %.
Tuvo que descontaminarse la tierra, lavarse los árboles frutales y,
tres años después, la producción retornó a sus niveles previos al
desastre.
La familia Anzai
vive de su producción y de las subvenciones de las autoridades y las
de la empresa dueña de la central nuclear, pero sigue empeñada en
convencer a sus antiguos clientes de que su fruta no está
contaminada, y muestra orgullosa todos los documentos que así lo
demuestran.
Son angustias que
tienen también los pescadores del área de Fukushima, aunque las
suyas son peores porque las capturas han caído hasta el 16 % de los
niveles de antes del desastre nuclear, y a pesar de que hay barcos
suficientes para pescar, son pocos los que quieren su pescado.
"Va a pasar
tiempo hasta que comiencen a comprar nuestro pescado de nuevo",
se lamenta Kazunori Yoshida, director de la Asociación de
Cooperativas de Pesca de la ciudad de Iwaki al explicar este viernes
a un grupo de periodistas cómo está viviendo la tragedia el sector.
De los 200 barcos
del puerto de Onahama, uno de los más importantes de la zona, sólo
pueden operar unos 50 al día, por turnos establecidos según el tipo
de captura. "No hay mercado para 200 barcos", se lamenta
Yoshida.
En el puerto de
Onahama existe un laboratorio que desde hace años se encarga de
analizar los peces capturados para rastrear posibles señales de
contaminación. Los peces son cortados con esmero y las pequeñas
piezas depositadas en un analizador de radiación.
Los estándares
son mucho más rigurosos que en otros países. Para el pescado y los
vegetales, por ejemplo, sólo se permiten niveles que son la doceava
parte de los valores que se exigen en Estados Unidos y la décima
parte del Codex Alimentarius internacional.
También se
analizan continuamente verduras, frutas y carne en otro laboratorio
de la ciudad de Fukushima.
Para poder
recorrer las instalaciones, los visitantes tienen que cambiarse de
chancletas en tres ocasiones para evitar contaminación externa, y
cada muestra es introducida en unas unidades de análisis que cuestan
cerca de 200.000 dólares cada una.
Estas pruebas no
tienen fecha final. Los controles se siguen haciendo hasta que se
hayan superado todas las dudas, la familia Anzai pueda vender sus
melocotones sin prejuicios y los pescadores de Iwaki salgan al mar
sabiendo que su captura tendrá mercados.
Fuentes:
Pocos quieren comprar las frutas y el pescado de Fukushima, 28/07/18, eldiario.es. Consultado 28/07/18.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Fukushima Study" del artista Garth Schmeling.
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