por Ivet González
MAISÍ, Cuba, 4
jul 2018 (IPS) - Fuertes vientos embravecen el mar que choca contra
la Punta de Maisí, el punto más extremo del este de Cuba, donde
ninguna edificación se alza sobre la costa de entremezcladas áreas
rocosas, con vegetación y otras de arenas que facilitan el disfrute
de bañistas.
Algo tierra
adentro, se alza desde 1862 el blanco y bien cuidado faro de 37
metros sobre el nivel del mar, que es un ícono del municipio de
Maisí, en la provincia de Guantánamo, en el este de este país
insular caribeño de 11,2 millones de habitantes.
“De vez en vez
puede haber un ciclón. Hace poco pasó el Matthew y dejó esto
devastado”, dijo Hidalgo Matos, que es torrero desde hace más de
40 años.
Matos se refiere
al último gran desastre ocurrido en la zona, entre el 4 y 5 de
octubre de 2016, cuando el huracán Matthew, con categoría cuatro en
la escala de Saffir-Simpson de un máximo de cinco, asoló a
Guantánamo y también tuvo algún impacto en provincias vecinas.
Gracias a este
raro oficio, que es mantenido de generación en generación por las
tres familias afincadas junto al faro, Matos, a sus 64 años, ha
visto desde la altura privilegiada de la torre la furia del mar y los
vientos de los huracanes que asolan a Cuba y demás islas del Caribe,
cada vez con más intensidad por el cambio climático.
“Parte de los
beneficios de la zona es que la mayoría de la población vive de la
pesca”, señaló el farero, explicando sin saberlo la principal
causa por la cual las poblaciones costeras se resisten a dejar sus
hogares al borde del mar y hasta regresan luego de que son reubicadas
en lugares seguros tierra adentro.
Con ese y otros
obstáculos, las autoridades cubanas emprendieron ya en los años 90
un manejo diferente de la zona costera que se aceleró con la puesta
en marcha en 2017 del primer plan de Estado de enfrentamiento al
cambio climático, más conocido como Tarea Vida.
Actualmente, más
de 193.000 personas viven en zonas vulnerables, con condiciones que
tienden a agravarse por los pronósticos de 27 centímetros en el
ascenso del nivel del mar para 2050 y de 85 centímetros en 2100, con
sus diferencias por áreas donde la erosión resulta más acelerada.
De ahí que la
reubicación de comunidades costeras y la restauración del paisaje
autóctono resulten claves para elevar la resiliencia frente a
eventos naturales extremos.
Fuentes
científicas aseguran que los elementos naturales de protección
costera como playas arenosas, pastos marinos, arrecifes y manglares,
amortiguan las marejadas.
De los 262
asentamientos costeros del país, se estima que 121 son afectables
por el cambio climático. De ellos, 67 se ubican en la costa norte,
que fue afectada casi totalmente por el poderoso huracán Irma en
septiembre de 2017, y 54 en la sur.
En total, están
en riesgo 34.454 personas, 11.956 viviendas permanentes, 3.646
residencias vacacionales y 1.383 instalaciones de otro tipo.
Las autoridades
cubanas informaron a la televisión local que 93 de los 262
asentamientos costeros habían recibido hasta 2016 algún tipo de
acción de adaptación y mitigación al cambio climático.
También se
establecían medidas de reubicación hacia zonas protegidas en 65 de
estas comunidades, 25 tenían planes parciales de reubicación de
viviendas, 22 debían ser removidas totalmente del borde costero y
otras 56 debían recibir acciones de reacomodo, rehabilitación y
protección.
“No está
previsto el traslado de ningún asentamiento ni persona en el
municipio porque luego del ciclón Matthew todo se trasladó”, dijo
Eddy Pellegrín, vicepresidente para la economía del gobierno de
Maisí, con una población de 28.752 personas que dependen mayormente
de la agricultura.
“Desde 2015
veníamos trabajando en ello. De ese año a 2017, trasladamos unas
120 personas”, precisó en diálogo con IPS en Punta Maisí.
En los
alrededores de los 254 kilómetros de costa de este municipio hoy
viven 840 personas, “que no están en un lugar de peligro ni
vulnerabilidades”, detalló el funcionario, sobre el programa
nacional de reordenamiento de la zona costera que Maisí se apresta a
concluir con un proyecto de desarrollo local.
“No hay que
hacer nuevas inversiones en la zona costera, lo que queda es sembrar
uvas caletas (Coccoloba uvifera) para que aumente su producción”,
reveló, sobre un proyecto de desarrollo local que consiste en
plantar estos arbustos propios de las playas, para restaurar la
barrera natural de protección y producir vino a partir de los
frutos.
La Punta de Maisí
y Boca de Jauco son los consejos populares (divisiones municipales)
donde se reforestará con los arbustos de uvas caletas.
Pellegrín añadió
que se restablecerán bosques de cocoteros a 250 metros de la costa,
un renglón clave de la economía de Guantánamo.
Maisí es un
ejemplo de los retos a largo plazo y complejidades del reordenamiento
costero, que conlleva desde la demolición de viviendas e
instalaciones mal ubicadas, cambiar las alternativas económicas en
esas comunidades que dependen de la pesca hasta realizar grandes
obras ingenieras.
Guantánamo ha
sido afectado sin descanso en los últimos años por furiosos
huracanes: Sandy (2012), Matthew (2016) e Irma (2017), además de por
la severa sequía entre 2014 y 2017 que prácticamente afecto a todo
el país.
“Los últimos
fenómenos atmosféricos han traído afectaciones en toda la zona
costera”, dijo a IPS la funcionaria Daysi Sarmiento en la ciudad de
Guantánamo.
“Ahora se está
realizando el dragado de la bahía de Baracoa”, indicó Sarmiento,
que es vicepresidenta para la economía del gobierno provincial de
Guantánamo, sobre la ciudad con más riesgos costeras de su
departamento, la primera villa fundada por la colonia española en el
área.
El dragado es
parte de inversiones que se prevé que concluyan en septiembre para
proteger el litoral de Baracoa, muy vulnerable a inundaciones,
huracanes y tsunamis.
Hasta agosto de
2017, las autoridades eliminaron en el país más de 900
instalaciones estatales y 673 privadas de las playas. Solo en estas
costas arenosas, se identificó al inicio del plan Tierra Vida un
total de 14.103 ilegalidades constructivas, de las cuales 1.746 eran
de personas jurídicas y 12.357 privadas.
Las provincias
centrales de Ciego de Ávila y Santi Spíritus son las únicas que
hoy ostentan playas libres de violaciones en ordenamiento territorial
y urbanístico.
El ordenamiento
costero obliga a cumplir más de seis leyes que de diversas maneras
protegen el litoral, en especial el decreto ley 212 “Gestión de la
Zona Costera”, que está vigente desde 2000 y prohíbe acciones
humanas aceleradoras de la erosión natural del terreno, un problema
al que durante décadas no se le dio importancia.
“La comunidad
ha ido creciendo más alejada de la costa”, contó a IPS la
entrenadora deportiva Milaydis Griñán, que se autodefine como la
primera habitante de Cuba por la cercanía con el faro de Punta de
Maisí de su humilde vivienda, que aún se recupera de los embates de
Matthew.
“Los riesgos
han sido muchos porque estamos muy a la orilla de la playa, sobre
todo cuando hay tormenta o alerta de huracán o tsunami, pero hasta
ahora no tenemos pronóstico de traslado tierra adentro”, explicó.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Ivet González, Paisaje de costas cubanas se fortalece frente al cambio climático, 04/07/18, Inter Press Service.
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