El 10 de julio de 2015 falleció una figura legendaria del activismo ecologista de Argentina: Javier Rodríguez Pardo. Lo recordamos con una entrevista que le realizó Pamela Sioya y fue publicada por ComAmbiental el 6 de marzo de 2011.
Conversar con Javier Rodríguez Pardo, fundador del Movimiento Antinuclear del Chubut, es recorrer la historia ambiental de la Argentina de los últimos 30 años. Probablemente el capítulo más importante para comprender los movimientos socioambientales que vibran hoy en el país.
Quienes lo
conocen lo definen en mayúsculas como "investigador
autodidacta", "amigo incansable", "el referente
de las movilizaciones sociales" y aún así no alcanzan las
palabras. ComAmbiental lo visitó, café de por medio, para conocer
el “detrás de los telones” de los hechos que marcaron gran parte
del ambientalismo en la Argentina y reflexionar sobre las elecciones
2011 y más allá en el futuro.
Su acento español
sigue como marca indeleble de su origen gallego, pero su vida está
unida a la gente de la Argentina que fue su casa desde los 12 años
de edad. Su formación está cimentada en una carrera de Filosofía y
Letras truncada por los gobiernos de facto de Onganía y Lanusse
(1966-1973), el título de Periodista del Grafotécnico y su pasión
por el cine que le dio el sustento desde el rol de crítico, fundador
de cineclubes, creador de una sala de arte y trabajador dedicado en
la emblemática Sala Lorraine.
El golpe de
estado de 1976 no lo obligó al exilio pero sí al perfil bajo. “Uno
se convierte en una cara conocida y recibía amenazas telefónicas”,
rememoró Javier Rodríguez Pardo. Entonces se fue a la Patagonia
donde abrió un bazar aunque “no podía dejar de responder a esos
chispazos que hay dentro de uno, cuando ve una injusticia, algo que
hay que combatir o producir un cambio”. Y así empezó.
JRP: En La
Patagonia de Pie contamos 14 experiencias de movimientos sociales
triunfantes, como las acciones que llevábamos a cabo en contra de
explotaciones de lenga, una represa con fines non santos que iba a
inundar una comunidad entera, o a favor de la protección de
pingüinos de Magallanes que los querían faenar para obtener un
fármaco y utilizar su piel para hacer guantes de golf. Esos 14
movimientos sociales los perdimos todos en la justicia porque el
poder político era más fuerte pero los ganamos en la calle y nunca
pudieron llevarse a cabo.
CA: ¿Qué caso
se podría decir que marcó su militancia socio-ambiental?
JRP: Los años
más significativos son los de la lucha contra la instalación de un
basurero nuclear: el repositorio de desechos radiactivos de alta
actividad en Gastre. Tuve que aprender para poder discutir con la
Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Fueron 15 años
ininterrumpidos (1981-1996) donde dejé prácticamente gran parte de
mi vida e incluso puse en riesgo comercialmente el futuro de mi
familia. No existía internet así que era más difícil todo, por
carta, teléfono o personalmente. Recorrí la Patagonia toda. No hubo
escuela sin visitar. Los detalles de la epopeya están en el libro En
la Patagonia No.
CA: El plebiscito
que dijo NO a la Mina en Esquel (2003) también es un caso en el que
participó, emblemático sobre todo para los movimientos contra la
megaminería a cielo abierto.
JRP: En 2002, el
geólogo Aldo Ferro tuvo la buena idea de hacer una asamblea con
referentes ambientalistas de la Patagonia para que dieran una charla
sobre cómo y por qué se entronca la explotación inminente de oro
anunciada en Esquel con todas las luchas que se dieron en defensa de
los ecosistemas.
En muchas
ocasiones paisanos nos dijeron “para qué te metés en esto, si ya
está entregado, ya está arreglado, ya es un hecho”. Y contesté:
“me dijiste lo mismo con Gastre y lo paramos, con la explotación
de bosque nativo de lenga y lo paramos”.
CA: ¿Tuvieron
represión o judicialización de la protesta?
JRP: En Esquel
sí. Están en la justicia. A mí me rompieron el auto para sacar
disquetes y papeles, sin robar las cámaras de filmar por ejemplo. A
veces aparecían pegados papelitos con “Te estamos siguiendo”.
Con Gastre tuve amenazas de muerte hacia mí o mi familia. En estos
pueblos pequeños nos conocemos todos. A un juez federal amigo le
conté todo esto por si me pasaba algo pero que no hiciera nada para
no darle estado público. Hoy en día tampoco lo comento. El tipo que
te quiere limpiar no te va a avisar, lo sé.
CA: ¿Cómo
evalúa el panorama electoral para Chubut?
JRP: Los partidos
políticos patagónicos no dejan de ser lo que hemos combatido
siempre desde nuestra visión. El gobierno de Das Neves es igual,
quizá tiene la prudencia de respetar la ley de Minería de Chubut
pero no tiene vergüenza de crear zonas de sacrificio que ya hizo
Santa Cruz, para ser explotadas y dejar por ahora la cordillera de
los Andes de la ruta 40 para arriba y ganar tiempo para que la
minería siga existiendo en Cerro Vanguardia o la que quieren hacer
ahora en Proyecto Navidad. Es más, ningún candidato a presidente de
la nación tiene un proyecto político que defienda los intereses del
pueblo. No pasa por aceptar la soja transgénica o la minería de
uranio. Todos los gobiernos son continuistas.
CA: ¿Cómo es su
relación con la política?
JRP: A los
políticos tradicionales los tengo acá [señala la garganta], me
saturo con ellos. No hay partido político en el país que no me haya
ofrecido función desde gobernador para abajo y todos los he
rechazado. No me nacionalicé justamente para que no haya suspicacias
con respecto a la tarea que hago.
CA: ¿Ningún
partido político lo representa o no cree en el sistema político
como está ahora?
JRP: Creo que son
necesarios Bonasso, Pino, Lozano, todos con los que hemos metido la
Ley de Glaciares, pero no me comprometo con ellos porque tienen cosas
que no comparto. A los partidos de la izquierda tradicional los veo
oportunistas totalmente, ni tienen idea de los movimientos
ecosociales, intervienen ahora cuando ven los movimientos de masa que
producen los pueblos movilizados en torno a una cuestión ambiental.
Y los que no piensan de esa manera no lo tienen en claro. Pueden
tener buenas intenciones pero creo que es necesario discutir muchas
cosas como cuál es la matriz energética que quiere el país, qué
país queremos.
CA: ¿Eso tiene
que ver con el libro que está terminando Las vías del saqueo?
JRP: Hay un plan
general gestado por las corporaciones transnacionales que es el IIRSA
(Iniciativa con Infraestructura Regional SurAmericana) que es la
herramienta práctica. La herramienta política es el UNASUR. Los
gobiernos entre comillas progresistas vienen a ser el elemento
principal de las transnacionales porque frenan los levantamientos
populares, gestan la legislación que piden las transnacionales a
cambio de mano de obra ocupada generalmente cautiva. Desde nuestros
pueblos les estamos pagando para que nos saqueen los bienes comunes,
con la represión que hay en los lugares y la asociación con los
feudos provinciales.
CA: ¿Cómo se
puede resistir a ese megaplan?
JRP: Propongo no
usar más el término resistencia. Tenemos que pasar a la rebelión o
revolución social porque es indignante lo que hacen las
corporaciones transnacionales y los países del norte. Con el tiempo
fui entendiendo que la forma de que se produzcan cambios es
evidentemente a través de socializar el conocimiento, de que las
poblaciones tiendan a conocer y hablar todos el mismo lenguaje de
realidad social y de necesidades sociales.
CA: ¿Existe otra
forma de construir democracia, de hacer política?
JRP: Creo que se
va a imponer una mayor participación de los colectivos que parten de
una militancia en las bases y que las bases son las que definen las
políticas de las estructuras. Hoy cada vez se les hace más difícil
a los partidos tradicionales, digitar un candidato porque están
siendo escrachados por internet, las movilizaciones, los debates
populares, los jóvenes.
Ahora viene la
otra parte, ¿cómo hacemos para que la opinión del pueblo ejerza el
gobierno? Y ahí francamente ni los intelectuales de ecosocialismo
tienen una bola de cristal. Sí quiero imaginar de que los gobiernos
de América Latina hoy están en tránsito, no son el objetivo. Y por
otro lado, nuestras comunidades deben evaluar si esos gobiernos
desarrollistas no son un instrumento de las transnacionales. Del
sistema.
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