por José Luis
García Ortega
“Vivo en
Gainesville, Florida, y cuando la ruta del huracán [Irma] se movió
hacia el oeste y el ojo vino a por nosotros, nos encontramos de nuevo
tratando con algo “sin precedentes”. A medida que la ruta
prevista seguía cambiando y las carreteras se colapsaban con
evacuados, yo sabía que no había escapatoria. Como madre, cuando
estaba tumbada en la cama oyendo el viento cada vez más fuerte,
pensaba lo temible que es lo que le estamos haciendo a nuestro clima:
la urgente desesperación de un clima cambiante pasó de ser algo
sobre lo que leía y trabajaba a un pánico latiendo en mi pecho. Yo
ni siquiera voy a experimentar lo peor de todo ello, pero mi hija sí.
Salimos
directamente. Un gran árbol cayó frente a mi casa y nos quedamos
sin luz, cosas que se podrían arreglar rápidamente. A mi alrededor,
los ríos y lagos subían [de nivel], ya a niveles máximos tras un
verano récord de lluvias. Podría haber sido peor. Para muchos en
Florida, lo fue.”
Nuestra compañera
de Greenpeace Nicole Sands se quedó en su tierra durante el huracán
Irma para dar testimonio de lo que estaba pasando. Desgraciadamente,
es solo un ejemplo, ya que en estos mismos días estamos viendo
graves inundaciones en el sur de Asia, incendios en Canadá y Estados
Unidos, y una ola de huracanes devastando el Caribe y el sudeste de
Estados Unidos, desde Harvey, Irma, José y, según escribimos esto,
María.
El coste de la
reconstrucción tras todos estos sucesos se va a disparar en 2017.
Las aseguradoras estiman que solamente Irma les va a costar entre 20
y 40 mil millones de dólares, teniendo en cuenta que muchas calles y
ciudades de Florida siguen bajo el agua. Eso solo por las propiedades
aseguradas. Aparte está el coste para tantas personas en tantos
países donde no hay un seguro que les cubra. Y los valores que el
dinero no puede reponer, como la vida.
Los científicos
coinciden en identificar que la tormenta fue intensificada por el
cambio climático. Y la pregunta que nos hacemos es ¿quién debería
pagar por todo el daño causado? Puesto que las compañías de los
combustibles fósiles contribuyen de manera desproporcionada al
cambio climático, ¿no deberían contribuir igualmente a la
reparación?
Un nuevo estudio científico de la Union of Concerned Scientists, la Universidad de
Oxford y el Climate Accountability Institute nos aporta luz sobre
esta cuestión, ya que han calculado cuánto han contribuido a la
elevación global de la temperatura y del nivel del mar las emisiones
de cada compañía en particular.
Se calcula que
las emisiones atribuidas a los 90 mayores productores de CO2 han
contribuido a casi la mitad de la elevación de la temperatura
mundial desde 1880, y a alrededor del 30 % de la subida del nivel del
mar. Si no se hubiese añadido todo ese CO2 a nuestra atmósfera,
podríamos no estar sufriendo los desastres climáticos que vemos
hoy.
El estudio
distingue las emisiones históricas desde 1880 y las más recientes
(desde 1980), ya que a partir de entonces las empresas de
combustibles fósiles ya tenían suficiente información sobre el
impacto de sus productos sobre el clima, y por tanto podrían haber
actuado para prevenirlo, cosa que no han hecho.
El análisis
cuantifica que la quema de combustibles fósiles de las 20 mayores
compañías públicas y privadas entre 1980 y 2010 contribuyó
aproximadamente un 16,6 % de la subida media de la temperatura global
durante ese periodo.
Estos datos
pueden servir de prueba en los muchos casos abiertos de demandas
judiciales que afectan a las empresas de combustibles fósiles, desde
Filipinas hasta California, pasando por Perú o Canadá. Las
comunidades más golpeadas por el cambio climático están ya
exigiendo responsabilidades tanto a las corporaciones como a los
gobiernos. Las personas y las comunidades que sufren los impactos se
niegan a ser sacrificadas ante el cambio climático.
Durante mucho
tiempo, científicos y ecologistas hemos denunciado que las causas
del cambio climático son bien conocidas y hemos advertido de las
consecuencias. Ante la tibia o nula respuesta de las autoridades
políticas y de las empresas involucradas, unas y otras se arriesgan
ahora a cada vez más demandas judiciales por no haber prevenido los
daños previsibles del cambio climático a las personas y las
infraestructuras.
Científicos,
juristas, ONG y víctimas estamos de acuerdo: el cambio climático es
un problema de justicia. Que lo digan los tribunales.
Entrada de blog
por: José Luis García Ortega
Responsable Áreas
Investigación & Incidencia y Cambio Climático & Energía
@greenpeace_esp. Patrono fundador @FRenovables. Licenciado en
Ciencias Físicas. Perfil en Facebook Perfil en Linkedin
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Fuente:
José Luis García Ortega, ¿Quién paga los desastres de los huracanes?, 23/09/17, Greenpeace España.
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