domingo, 27 de agosto de 2017

Programa ECOS 26 agosto 2017: ¿Qué vas a hacer dentro de 100.000 años?

Descargar el programa de aquí

Hoy quería compartir el texto del amigo Gerardo Honty, del Uruguay, quien ha publicado un trabajo con el que deseo abrir este programa.

Asegurar el enterramiento de millones de toneladas de residuos radiactivos por 100.000 años. Esta es la tarea de los científicos y profesionales que diseñan y construyen depósitos para su disposición final.

¿Podemos imaginarnos cómo será el mundo dentro de diez años? ¿Adónde nos conducirán la tecnología, la política, la economía, el cambio climático? Tal vez, un poco… ¿Y dentro de 50 años? ¿Como vivirán los humanos en 2070? Es un desafío, pero podemos llegar a trazar al menos dos o tres escenarios posibles.

Pero pensar en un futuro dentro de cientos de años ya entra sólo en el universo de la ciencia ficción. ¿Cómo será el mundo del año 2500? Se nos escapa largamente. ¿Habrá habido guerras y habremos sobrevivido? ¿Habremos superado todas las discordias y el mundo vivirá en una hermandad completa? ¿El clima podrá haberse enloquecido y se habrán inundado las tierras continentales? Cualquier hipótesis es posible, y todas tienen la misma probabilidad de ocurrir.

¿Y cómo será el mundo dentro de 100.000 años? Esto ya roza lo imposible, parece quedar lejos de toda pretensión humana.

Sin embargo, a pesar de esto hay personas, científicos, que se han abocado a la tarea de imaginar cómo será el mundo en el año 102.017. Se trata de los encargados de diseñar y construir los depósitos de los residuos nucleares generados tras el uso del uranio de las centrales atómicas para producir electricidad.

Los residuos nucleares no pueden ser destruidos, ni tratados de manera que pierdan su letal radiactividad. Por esta razón, los expertos han encontrado que la única manera de solucionar este problema es enterrar los residuos en sitios que puedan garantizar su permanencia segura por al menos 100.000 años. La mera exposición por algunos segundos a una fuente radiactiva de este tipo provocaría la muerte de cualquier ser vivo sobre la Tierra; por lo tanto, la seguridad de esta disposición final es clave.

El desafío para estas personas es prever qué puede pasar sobre la corteza terrestre y su subsuelo inmediato -5.000 o 6.000 metros de profundidad- a lo largo de todo ese tiempo. Es decir, imaginar los cambios geológicos, climáticos, políticos, tecnológicos, humanos y un largo etcétera, desde ahora hasta el año 102.017. Parece difícil. Sin embargo, hay quienes se sienten con la capacidad de hacerlo y prometen garantizar la seguridad de los seres vivos de la Tierra para aquella remota fecha.

Para poner un poco en perspectiva el desafío, recordemos que 100.000 años atrás, nosotros estábamos cazando mamuts con lanzas. Bueno, tampoco éramos exactamente nosotros, eran nuestros lejanos primos neandertales. Tuvieron que pasar 90.000 años más y dos glaciaciones completas para que los primeros adelantados entre nuestros antepasados dejaran de deambular por las llanuras recolectando frutas y empezaran a plantar las lentejas primigenias. Algunos miles de años después, pudieron comenzar a dejar algún registro escrito de lo que pasaba por medio de algunos símbolos, muchos de los cuales aún no hemos podido descifrar. Esto pasaba hace apenas 6.000 años.

Este es uno de los problemas de nuestros científicos actuales. Más allá de imaginar y tratar de describir cómo será la trayectoria geológica de la Tierra de los próximos 100.000 años, estas personas deben asegurarse de que podrán transmitir, a unos tataranietos muy lejanos, que a esos lugares no se podrá entrar, que es peligroso, que deben mantenerse lejos. El non plus ultra del futuro. Deben tratar de prever que incluso su eventual curiosidad científica será aplacada con aterradores mensajes, imágenes o símbolos; cosa que no ocurrió con sus colegas que penetraron en tumbas faraónicas y otros sitios prohibidísimos con mensajes similares en escalas de tiempo mucho menores.

Si nuestra generación aún no pudo leer los escritos de nuestros abuelos de hace 5.000 o 6.000 años, ¿cómo estar seguros de que nuestros descendientes podrán leer estos mensajes dentro de 100.000 años? ¿Que lenguaje utilizarán? Hoy es fácil asociar la imagen de una calavera con el peligro, ¿pero en el 102.017? ¿Será que nuestra civilización continuará sin interrupción de manera de transmitir certeramente el mensaje? ¿O una crisis tan probable como una nueva glaciación podrá cortar el flujo informativo y a una nueva humanidad le resultarán incomprensibles los mensajes? ¿Sobre qué material indestructible y qué tinta indeleble se usará?

Aunque resulte extraño, hay personas, científicos, que se sienten con la capacidad de imaginar, prever y declarar seguro el enterramiento de millones de toneladas de residuos radiactivos por 100.000 años. Aseguran que no habrá cataclismo capaz de quebrar la roca subterránea -sesudamente elegida- y que los humanos, humanoides o poshumanos que se muevan sobre lo que sea el planeta en aquel futuro serán capaces de interpretar el peligro que se esconde en aquel sitio.

¿No es maravillosa la capacidad del cerebro humano? ¿No es asombroso lo que ha llegado a desarrollar la inteligencia de la humanidad? Pensar que hace apenas 6.000 años, los más avanzados de nosotros aún estaban picando piedras para hacer lanzas, y ahora ya somos capaces de asegurar el mundo por los próximos 100.000 años.

Pero esto, con todo, no es lo más asombroso. Más admirable es aun que el resto de los miles de millones de personas que los escuchan, se lo crean y se sientan con la total confianza en aquella inaudita certeza”.

Francia planea depositar los residuos radiactivos de sus centrales nucleares en un repositorio geológico profundo ubicado en la aldea de Bure

Contenido
- Dioxitek, la pesadilla legal que no asusta a los convencidos. Nora Giménez
La planta de dióxido de uranio en Alta Córdoba, desde hace varios años viene con tires y aflojes, las tratativas para su traslado dado que incumple con la normativa de ordenamiento de la capital provincial. Mendoza en un principio, luego en Formosa son los lugares en los que se planificó trasladarla, el último es el proyecto que está en marcha, pero el proyecto está flojo de papeles.
- Economía circular Vs inercia de tóxicos en la basura electrónica

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- Jorge Luis Borges
- Julio Cortázar
- Goyeneche

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Silvana Buján es Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace más de dos décadas de manera ininterrumpida a través de radios y medios gráficos del país y del exterior.

Es activista ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires (2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.

Lleva adelante desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al ambiente y las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico, cultura y salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de Acción Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es miembro del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.

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