martes, 29 de agosto de 2017

La Justicia que mira y no ve

A cinco meses del desastre de TAYM.

por Carlos González Quintana

El 28 de marzo de 2017 los vecinos de la localidad de Villa Parque Santa Ana anotaban en el gigante calendario que colgaba en los muros imaginarios de un pueblo valiente, uno de los días más tensos, alarmantes y movilizadores que como colectivo de vecinos hayan tenido a lo largo de la historia de esta apacible localidad serrana al sur de la ciudad de Córdoba, portal de entrada al Valle de Paravachasca. Es que en medio del conflicto socioambiental desatado a raíz de la demencial idea de instalar el basural más grande de Latinoamérica también allí, en el patio de sus casas, estos vecinos se desvelan casi inundados por las enormes escorrentías que bajaban del Oeste hacia el Este y atravesaban las calles del pueblo valiente, como una pesadilla de ríos en donde no los hay. Nada casual, nada fortuito. Todo lo contrario! Consecuencias de un ambiente desbastado. Nada casual, nada fortuito.

El hecho de que cada vez más sean los pueblos que quedan bajo agua, inundados por las lluvias del verano y que lejos de ser una bendición como nos enseñaron los abuelos, son el castigo natural a tanto desatino humano nos debe hacer pensar, ¿a dónde está la parte que desnaturaliza lo natural? En dónde está la explicación a tanto desprecio por lo que nos mantiene vivos como especie, la madre tierra, la Pachamama. Justamente estas líneas se escriben en el mes de celebración a quien es fuente de vida perenne, pero no todos evidentemente somos hijos dignos de su enorme generosidad. Claramente no todos somos dignos.

¿Alguien pudo prever este desastre?… Evidentemente sí. Los que escuchan y descifran los llamados sutiles de la tierra no sólo pudieron preverlo, sino que lo advirtieron. Nadie los escuchó, sólo la tierra pero no alcanzó. No alcanzó el peregrinar de vecinos reclamando desde el año 2004 para evitar que una planta de residuos peligrosos se instalara en su pueblo, una vez más en el patio de sus casas. ¡No alcanzó…! La connivencia entre el poder político y el poder empresarial es una fuerza que teje con trama gruesa, el maldito manto de la impunidad con el que se cubren los desastres ambientales más dañosos de esta cosa concreta y tangible que llamamos madre tierra, Pachamama. El mismo manto con el que se cubrió el desastre de Sierras Chicas en 2015. El mismo con el que se tapó el cianuro derramado en el Cerro Veladero por la empresa canadiense Barrick Gold en San Juan, el mismo también con el que se seca el glifosato derramado sobre el 70 % de la superficie cultivable del país. El mismo manto que sirve de mortaja a los miles de muertos que dejan las enfermedades derivadas del ambiente en la Argentina.


Recuerdo a los vecinos del pueblo valiente de Santa Ana, saliendo de sus casas, exponiéndose a peligrosos contactos con peligrosos residuos, de peligrosas empresas, a quienes los peligrosos funcionarios no controlaron ni controlarán jamás, sencillamente porque son parte de la trama.

Cinco meses han pasado y uno de los mayores desastres ambientales de la historia de esta provincia se mantiene bien cubierto, otra vez por el maldito manto de trama gruesa. Dos veces un fiscal inepto, de cobarde actitud procesal a la hora de demostrar su verdadero compromiso con la función pública, pero más con la verdad y más aun con esa cosa concreta y tangible que llamamos madre tierra, se sacó literalmente la causa de encima, con interpretaciones ajenas a los principios básicos del derecho ambiental y contribuyendo a tejer una vez mas trama del mencionado manto.

Nunca nadie supo qué había en las torrentosas aguas que salieron descontroladas del predio de TAYM e ingresaron a los campos y buscaron el cauce natural hacia un canal que lleva nada menos que el agua a la mesa de las familias cordobesas. Metales, hidrocarburos, agrotóxicos puede que sean un pequeño muestrario del vademécum de residuos peligrosos que esa mañana salió de la planta de residuos perteneciente al poderoso Grupo Roggio, expertos tejedores ya saben de qué -¿lo recuerdan no?- a lo del manto digo. Cinco meses tiene esta causa y ninguno de los querellantes, que a su vez representan intereses colectivos indeterminados, pudo conocer hasta el día de hoy que había en las aguas contaminadas que salieron de TAYM esa madrugada del 28 de marzo. Hay un confuso y complejo entramado de responsabilidades penales, administrativas y políticas, todo mezclado, como se estila en estos tiempos, para que nadie separe e individualice quien es cada actor en este teatro dramático de orfandad jurídica en la que se encuentra la causa TAYM a 5 meses de un desastre evitable que solo escucharon los seres conscientes que sienten como propia esa cosa concreta y tangible que llamamos madre tierra, Pachamama.

No vamos a claudicar, ni como abogados, ni como vecinos, ni como activistas defensores del ambiente. La constitución en el art.41 nos da derechos, pero también nos impone una gran responsabilidad. La de defender el ambiente sano y sustentable, no para nosotros, si no para las decenas y decenas de generaciones que faltan por llegar a nutrirse de esa cosa concreta y tangible que llamamos madre tierra, Pachamama.

Carlos González Quintana es abogado U.N.C. Miembro del equipo de abogados que patrocinan a la asamblea “Santa María sin Basura”

Fuente:
Carlos González Quintana, La Justicia que mira y no ve, 29/08/17, Santa Naría Sin Basura. Consultado 29/08/17.

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