A cinco meses del
desastre de TAYM.
por Carlos González Quintana
El 28 de marzo de
2017 los vecinos de la localidad de Villa Parque Santa Ana anotaban
en el gigante calendario que colgaba en los muros imaginarios de un
pueblo valiente, uno de los días más tensos, alarmantes y
movilizadores que como colectivo de vecinos hayan tenido a lo largo
de la historia de esta apacible localidad serrana al sur de la ciudad
de Córdoba, portal de entrada al Valle de Paravachasca. Es que en
medio del conflicto socioambiental desatado a raíz de la demencial
idea de instalar el basural más grande de Latinoamérica también
allí, en el patio de sus casas, estos vecinos se desvelan casi
inundados por las enormes escorrentías que bajaban del Oeste hacia
el Este y atravesaban las calles del pueblo valiente, como una
pesadilla de ríos en donde no los hay. Nada casual, nada fortuito.
Todo lo contrario! Consecuencias de un ambiente desbastado. Nada
casual, nada fortuito.
El hecho de que
cada vez más sean los pueblos que quedan bajo agua, inundados por
las lluvias del verano y que lejos de ser una bendición como nos
enseñaron los abuelos, son el castigo natural a tanto desatino
humano nos debe hacer pensar, ¿a dónde está la parte que
desnaturaliza lo natural? En dónde está la explicación a tanto
desprecio por lo que nos mantiene vivos como especie, la madre
tierra, la Pachamama. Justamente estas líneas se escriben en el mes
de celebración a quien es fuente de vida perenne, pero no todos
evidentemente somos hijos dignos de su enorme generosidad. Claramente
no todos somos dignos.
¿Alguien pudo
prever este desastre?… Evidentemente sí. Los que escuchan y
descifran los llamados sutiles de la tierra no sólo pudieron
preverlo, sino que lo advirtieron. Nadie los escuchó, sólo la
tierra pero no alcanzó. No alcanzó el peregrinar de vecinos
reclamando desde el año 2004 para evitar que una planta de residuos
peligrosos se instalara en su pueblo, una vez más en el patio de sus
casas. ¡No alcanzó…! La connivencia entre el poder político y el
poder empresarial es una fuerza que teje con trama gruesa, el maldito
manto de la impunidad con el que se cubren los desastres ambientales
más dañosos de esta cosa concreta y tangible que llamamos madre
tierra, Pachamama. El mismo manto con el que se cubrió el desastre
de Sierras Chicas en 2015. El mismo con el que se tapó el cianuro
derramado en el Cerro Veladero por la empresa canadiense Barrick Gold
en San Juan, el mismo también con el que se seca el glifosato
derramado sobre el 70 % de la superficie cultivable del país. El
mismo manto que sirve de mortaja a los miles de muertos que dejan las
enfermedades derivadas del ambiente en la Argentina.
Recuerdo a los
vecinos del pueblo valiente de Santa Ana, saliendo de sus casas,
exponiéndose a peligrosos contactos con peligrosos residuos, de
peligrosas empresas, a quienes los peligrosos funcionarios no
controlaron ni controlarán jamás, sencillamente porque son parte de
la trama.
Cinco meses han
pasado y uno de los mayores desastres ambientales de la historia de
esta provincia se mantiene bien cubierto, otra vez por el maldito
manto de trama gruesa. Dos veces un fiscal inepto, de cobarde actitud
procesal a la hora de demostrar su verdadero compromiso con la
función pública, pero más con la verdad y más aun con esa cosa
concreta y tangible que llamamos madre tierra, se sacó literalmente
la causa de encima, con interpretaciones ajenas a los principios
básicos del derecho ambiental y contribuyendo a tejer una vez mas
trama del mencionado manto.
Nunca nadie supo
qué había en las torrentosas aguas que salieron descontroladas del
predio de TAYM e ingresaron a los campos y buscaron el cauce natural
hacia un canal que lleva nada menos que el agua a la mesa de las
familias cordobesas. Metales, hidrocarburos, agrotóxicos puede que
sean un pequeño muestrario del vademécum de residuos peligrosos que
esa mañana salió de la planta de residuos perteneciente al poderoso
Grupo Roggio, expertos tejedores ya saben de qué -¿lo recuerdan
no?- a lo del manto digo. Cinco meses tiene esta causa y ninguno de
los querellantes, que a su vez representan intereses colectivos
indeterminados, pudo conocer hasta el día de hoy que había en las
aguas contaminadas que salieron de TAYM esa madrugada del 28 de
marzo. Hay un confuso y complejo entramado de responsabilidades
penales, administrativas y políticas, todo mezclado, como se estila
en estos tiempos, para que nadie separe e individualice quien es cada
actor en este teatro dramático de orfandad jurídica en la que se
encuentra la causa TAYM a 5 meses de un desastre evitable que solo
escucharon los seres conscientes que sienten como propia esa cosa
concreta y tangible que llamamos madre tierra, Pachamama.
No vamos a
claudicar, ni como abogados, ni como vecinos, ni como activistas
defensores del ambiente. La constitución en el art.41 nos da
derechos, pero también nos impone una gran responsabilidad. La de
defender el ambiente sano y sustentable, no para nosotros, si no para
las decenas y decenas de generaciones que faltan por llegar a
nutrirse de esa cosa concreta y tangible que llamamos madre tierra,
Pachamama.
Carlos González Quintana es abogado
U.N.C. Miembro del equipo de abogados que patrocinan a la asamblea
“Santa María sin Basura”
Fuente:
Carlos González Quintana, La Justicia que mira y no ve, 29/08/17, Santa Naría Sin Basura. Consultado 29/08/17.
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