por Rex Weyler
El 1
de marzo de 1954, en el atolón de Bikini, en las Islas Marshall, el
ejército estadounidense detonó la primera bomba de hidrógeno litio - deuterio
del mundo, mil veces más potente que las bombas de Hiroshima y
Nagasaki. La radiación se
desplazó con el viento, hacia el sureste, e irradió a los residentes de los atolones
de Rongelap y Utirik, y la tripulación del barco atunero Fukuryu
Maru, "Dragón de la suerte".
Los
isleños y la tripulación del pesquero sufrieron enfermedades por radiación, pérdida de cabello y
descamación de la piel. Un miembro de la
tripulación, Aikichi Kuboyama, murió seis meses más después en un hospital de Hiroshima. Los niños de la isla sufrieron efectos
a lo largo de toda su vida, incluyendo cáncer, y la mayoría murió prematuramente. Los
marineros del Fukuryu Maru fueron expuestos a dosis
de radiación de 3-5
sievert.
Un
sievert causará enfermedad grave de radiación que conduce al cáncer
y a la muerte. Cinco sieverts matarán a la mitad de los expuestos
dentro de un mes (como los trabajadores que murieron en Chernóbil
dentro de la primera semana). Diez sieverts matarán a cualquier ser
humano. Las víctimas de Hiroshima y Nagasaki recibieron 150
Sieverts. Incluso los microorganismos perecieron.
Hoy
en día, dentro del reactor nuclear 2 de Fukushima, el núcleo fusionado libera
530 sieverts por hora, lo suficiente para matar a un humano
instantáneamente y derretir el equipo robótico de acero en dos horas.
El
significado de "colapso"
Cuando
escuchamos el término "colapso de la sociedad industrial",
algunos pueden imaginar un el día del juicio final o
una película apocalíptica de Hollywood. Pero el colapso de las
sociedades -como en Roma, Mesopotamia o Rapa Nui en la Isla de
Pascua- no funciona así. El "colapso" de una sociedad
compleja por lo general implica la degradación del hábitat
ecológico que puede tardar siglos. Entonces, ¿qué significa
realmente "colapso social"?
James
Kunstler llama al colapso de la sociedad industrial una "larga emergencia" -un proceso que se extiende en ajustes y se pone en
marcha a lo largo
de generaciones. Algunos conflictos sociales que presenciamos en el
mundo actual -crisis bancarias, guerra, refugiados, racismo- pueden
ser entendidos como síntomas de este colapso largo y ecológico. El
autor ruso Dmitry Orlov describe las cinco etapas del colapso:
financiero, comercial, político, social y, finalmente, cultural.
Cuando las cosas se vuelven imposibles, las comunidades buscan
alternativas al comercio de divisas; Los mercados fallan, la fe en el
gobierno desaparece, la confianza los vecinos se erosiona y la gente pierde la fe en la decencia común.
El
Dr. Joseph Tainter, profesor de Medio Ambiente y Sociedad en la
Universidad Estatal de Utah, describe el colapso como una
"simplificación" de la sociedad, una inversión del
proceso por el cual la sociedad se hizo cada vez más compleja. "Para
comprender el colapso", explica, "tenemos que entender la
complejidad".
Las
sociedades desarrollan soluciones complejas para resolver problemas
sociales que surgen, generalmente desde límites ambientales.
Eventualmente, los beneficios marginales de estas supuestas
soluciones disminuyen. Considere el petróleo, las agresiones militar es
o la energía nuclear como soluciones a problemas que luego
manifestaron consecuencias no deseadas. Dado que las soluciones técnicas encuentran límites biofísicos, la inversión adicional desemboca
en menores beneficios, hasta que la sociedad se vuelve vulnerable a las catástrofes, tales como
el calentamiento global, la guerra o la radiación.
Las
sociedades se derrumban, según Tainter, cuando las complejidades
técnicas cuestan más que
los beneficios que devuelven.
Esta comprensión del colapso social encaja con el estado de caos que
se está desarrollando en la central nuclear de Fukushima.
Socializando
el costo
TEPCO,
la compañía propietaria de los reactores de Fukushima, ignoró las advertencias tempranas de riesgo, tanto desde dentro como fuera
de la empresa, porque la mayor seguridad era demasiado cara. Así, el terremoto y el tsunami de 2011 destruyeron
los sistemas de enfriamiento de la planta y condujeron a una fusión
de núcleo en tres reactores.
Hoy,
seis años después, los núcleos de los reactores se están derritiendo a través de la roca, y los niveles de
radiación son tan intensos que ni siquiera los robots pueden
sobrevivir el tiempo suficiente para localizar las barras de
combustible quemado.
La remoción de las varillas, originalmente programada para 2015,
luego retrasada hasta 2017, ha sido
nuevamente retrasada,
sin fin al a
la vista. Mientras tanto, todos
los días 300
toneladas de agua radiactiva son
vertidas al
Océano Pacífico.
Las estimaciones de los
costos de limpieza han aumentado a varios miles de millones de euros al año
y ahora se espera que el desmantelamiento dure unos 40 años. En
diciembre de 2016, el gobierno japonés anunció que el costo
estimado del desmantelamiento de la planta y el almacenamiento de los
desechos radiactivos, si es que pueden lograrlo, alcanzaría los 21
billones de yenes (180.000 millones de dólares). Este escenario se
basa en que no ocurrieran grandes terremotos antes de la
década de 2050.
TEPCO
probablemente irá a la quiebra antes de que pagar estos costos, por lo que el gobierno ha intervenido, lo que significa
que los ciudadanos pagan los costos, al igual que rescataron a los
bancos después del último colapso económico. Esta es una política
fundamental para las grandes
y modernas corporaciones:
Privatizar los beneficios, socializar los costos.
La
solución nuclear a la creciente demanda de energía -que ahora es un
enorme agujero negro técnico y financiero, con rendimientos marginales negativos,
drenando los escasos recursos de las comunidades en dificultades- se
parece al
colapso industrial en el mundo real.
Las
victimas
Los
ricos no pueden notar el colapso en las primeras etapas, ya que las
primeras víctimas son las más pobres y vulnerables. La fusión
nuclear en Fukushima desplazó más de 150.000 personas. Alrededor
de 1.600 murieron durante la evacuación, y los sobrevivientes
viven en campamentos improvisados en parcelas escasas de alimentos y
suministros. Cuando las familias abandonaron sus hogares, se
quebraron los
sueños de toda la vida, las infancias se interrumpieron, las
familias se rompieron y las empresas modestas se
perdieron para
siempre.
Las
mujeres y los niños sufrieron los mayores desafíos y riesgos debido
a la brecha de género en la sociedad japonesa, como
escribe Kendra Ulrich en “Unequal Impact” (Impacto
Desigual).
Entre los 34 países altamente desarrollados, ranqueados
por diferencias salariales y de género, Japón se sitúa en la parte
inferior junto con Corea
del Sur y Estonia. Después de la crisis nuclear, las madres solteras
enfrentaron barreras financieras y sociales para recuperarse.
La radiación expone
a un mayor riesgo
de padecer futuros efectos en la salud a
los fetos y a los
niños pequeños.
El
año pasado, Ichiro Tagawa, de 77 años, regresó a su aldea de Namie
y reabrió el taller de reparación de bicicletas que había estado
en su familia durante 80 años. "Estoy muy viejo", le dijo
a un reportero del New York Times, "Realmente no me importan los
niveles de radiación".
Para
ahorrar dinero, el gobierno japonés ha declarado "seguras"
a algunas ciudades cerca de Fukushima, aumentando los límites de
radiación y luego cancelando las
vivienda a los evacuados
e insistiendo en que los ciudadanos regresen a esas aldeas "seguras".
Enviar a la gente de vuelta a ese entorno podría equivaler a
asesinatos al azar, ya que algunos contraerán
cáncer y morirán debido
a la radiación.
La
corrupción y el encubrimiento se han convertido en una forma de vida
dentro de TEPCO y la industria nuclear. El gobierno japonés y TEPCO
también aumentaron los límites de radiación "seguros",
en
aproximadamente 700 veces, para
los trabajadores de la planta, y luego ordenaron a los científicos
que dejen de vigilar los niveles de radiación en algunas áreas de
la planta que exceden incluso estas nuevas y peligrosas regulaciones.
Según el libro de Tomohiko Suzuki, “Yakuza a Genpatsu” (La
Yakuza y la energía nuclear), los subcontratistas de TEPCO pagan
sobornos a las bandas criminales japonesas, los Yakuza, para obtener
contratos de construcción, y los Yakuza pagan a los políticos y a
los medios de comunicación para que se mantengan callados. Los
trabajadores atraídos a la planta incluyen a las personas sin hogar,
a los enfermos mentales, a los inmigrantes ilegales y a los antiguos
deudores de Yakuza.
La industria mortal
La
historia de la generación
nucleoeléctrica
comienza en la década de 1950. Después de la Segunda Guerra
Mundial, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China se
pusieron a construir arsenales, pero requerían más plutonio del
que podían proporcionar sus respectivos programas militares. Un
estudio de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos
concluyó que los reactores nucleares comerciales no eran
económicamente factibles debido a sus
costos y riesgos.
El Dr. Charles Thomas, un ejecutivo de Monsanto, sugirió una
solución: Un reactor de "doble propósito" que produciría
plutonio para la energía militar y eléctrica para uso comercial.
Las
empresas se beneficiaron de estos mercados duales, dejando que
el público
asumiera
la responsabilidad de la investigación, la infraestructura y el
riesgo: Privatizar los beneficios, socializar los costos. El
verdadero propósito de una industria de "energía nuclear"
era proporcionar plutonio para armas y ganancias para algunas
corporaciones.
Esta
industria mortal ha dejado zonas muertas y ciudades fantasmas
alrededor del mundo. El centro de almacenamiento nuclear de Hanford
en Estados
Unidos, la planta
de procesamiento de Acerinox en España, el polígono
de prueba de
armas en Kazajstán, la mina de uranio Zapadnyi en Kirguistán, y un
sinnúmero de otras minas de uranio, plantas desmanteladas,
vertederos de desechos nucleares y catástrofes como Fukushima y
Chernóbil.
Nadie
sabe exactamente cuántas personas han muerto debido a la crisis de
Chernóbil.
La academia rusa de ciencias estima 200.000 y una comisión nacional
de Ucrania estima 500.000 muertes por los efectos de la radiación
sobre la salud.
En
1983, una estación de televisión de Yorkshire descubrió pruebas de
que la leucemia infantil había aumentado diez veces en el pueblo de
Seascale, cerca del sitio nuclear de Sellafield/ Windscale. El
cual se ha
convertido en una mancha radiactiva mortal en el paisaje, con la fuga de plutonio-240, americio-241 y cesio-137 radiactivos
en el medio ambiente circundante, y enviando plutonio grado bomba al
entorno político del mundo. Según la BBC, el costo de limpiar el
desorden ahora se calcula en 70.000 millones de libras, y aumenta
cada año, ya que una corporación o consorcio tras otro no logra
progresar, pero siempre gana dinero. Estos costos de limpieza ahora
consumen la mayor parte del presupuesto para el "cambio
climático" del Reino Unido, ya que la energía nuclear alguna
vez fue considerada una solución a las emisiones de carbono.
En
febrero, la central nuclear de EDF Flamanville en Francia -cuyo
costo fue tres veces superior al presupuestado-,
se cerró tras una explosión y un incendio. Francia enfrenta un
coste de 200 mil millones de euros para desmantelar 58 reactores al
final de su vida. Alemania destinó 38.000 millones de euros para
desmantelar 17 reactores nucleares, y el Reino Unido calcula un coste
entre 109 y 250.000 millones de euros para desmantelar las
instalaciones nucleares del Reino Unido.
Esta
es la cara del colapso industrial, cuando las soluciones alegadas se
convierten en problemas más grandes. La energía nuclear ahora se ha
convertido en una responsabilidad masiva, drenando recursos de
comunidades que necesitan escuelas, hospitales y lo esencial de la
vida. Joseph Tainter, Jared Diamond y otros investigadores señalan
que algunas sociedades -como la isla de
Tikopia, la sociedad bizantina en 1300- evitaron el colapso, no
aumentando la complejidad con una mejor tecnología, sino reduciendo
intencionalmente el tamaño, aprendiendo a prosperar en un nivel
inferior de complejidad.
Este
es ahora el reto de la sociedad industrial. ¿Podemos nosotros, y
especialmente los ricos y poderosos, cambiar nuestros hábitos de
consumo y crecimiento? ¿Podemos volver a la Tierra?
Referencias
y enlaces:
James Kunstler: “The Long Emergency”.
Joseph Tainter, the Collapse of Complex Societies: Book and Lecture online.
The Dynamics of Complex Civilisations, David Korowicz, Oil Drum, 2010.
Gail Tverberg: Energy Flow, Emergent Complexity, and Collapse, Oil Drum.
“The Collapse of Civilization”, New Scientist, April, 2008
“Les civilisations sont-elles vouées à disparaître?”: Les Cahiers de Science & Vie, (n. 109).
Jared Diamond: “Ecological Collapses of Pre-industrial Societies,” Tanner Lecture, University of Utah, 2000
“Culture and the Environment on Easter Island and Tikopia,” Ben Ewen-Campen, Swarthmore, 2003).
“Nuclear refugees tell of distrust, pressure to return to Fukushima,” Japan Times, March, 2016.
Tomohiko Suzuki, “Yakuza to genpatsu: Fukushima Daiichi sennyuki,” The Yakuza and Nuclear Power: Undercover Report from Fukushima Daiichi), Bungeishunju Ltd., Japan
“Energy/War: Breaking the Nuclear Link,” Amory Lovins, 1981; and Annual Report, Commonwealth Edison Company, 1952; at Nuclear Energy Information Service.
Sellafield, UK, £70bn clean-up costs, BBC, 2014.
Nuclear Power as a false solution, Rex Weyler, Deep Green: Atomic Renaissance Interrupted, R. Weyler, Deep Green, 2008. Nuclear Delusions, R. Weyler, Deep Green, 2011. Precaution and Common Sense, R. Weyler, EcoReport, 2013
Entrada de blog
por Rex Weyler
Fuente:
Rex
Weyler fue director de la original Greenpeace Foundation, editor de su primer boletín, y co-fundador de
Greenpeace International en 1979.
Deep Green is la columna de Rex, con reflexiones sobre las raíces del activismo, medioambiente, y el pasado, presente y futuro de Greenpeace. Las opiniones de aquí son suyas.
Fuente:
Rex Weyler, Nuclear power and the collapse of society, 05/05/17, Greenpeace Internacional.
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