domingo, 30 de abril de 2017

La lección aprendida a 30 años del desastre en Chernóbil


por Paul Horsman

Hace 31 años, el 26 de abril de 1986, el peor accidente nuclear en el mundo irrumpió una mañana silenciosa en Ucrania, cuando el reactor cuatro de la planta nuclear en Chernóbil explotó. Las llamas del fuego emitieron durante 10 días una radiación letal al aire que contaminó gran parte del territorio de lo que fue la Unión Soviética. La nube radioactiva continuó dispersándose por Europa; llegó muy lejos, hasta el Reino Unido. Más de cien mil personas fueron forzadas a abandonar sus hogares, muchas no pudieron regresar.


Nadie realmente podrá saber con exactitud cuánta radiación fue liberada, el número de personas muertas por la tragedia ni la cantidad de víctimas que aún sufren los efectos de la radiación, como los llamados "liquidadores": esas almas valientes que limpiaron las zonas del accidente e instalaron el sarcófago con material radiactivo sobre la planta nuclear. Tampoco se sabe cuánto combustible permanece en el reactor. Mediciones mostraron la existencia de altos niveles radiactivos en las ruinas, lo que sigue siendo una amenaza para el medioambiente y las personas.

Cuando el desastre sucedió, un área aproximadamente del tamaño de Paraguay fue expuesta a altos niveles de radiación, lo que requirió la evacuación de ocho millones de personas y la restricción del uso de la tierra y su producción alimentaria. Aún hoy 10 mil kilómetros cuadrados son inutilizables para cualquier actividad económica y durante miles de años será imposible vivir en Chernóbil. No obstante, se han hallado otras zonas expuestas donde no se ha hecho nada para impedir el paso de la gente.

Los efectos en la salud son innumerables, entre estos se incluye el incremento de cáncer de tiroides en niños y en quienes hicieron trabajo de limpieza, que también sufren de leucemia; aumentaron los casos de cáncer de mama; de hecho, en las zonas más contaminadas de Bielorrusia y Ucrania, se duplicaron. Además, aumentaron los casos de cataratas, hubo una disminución de la función cognitiva y creció la mortalidad de los liquidadores. También se incrementaron los desórdenes mentales, como la ansiedad, la depresión postraumática, el alcoholismo y los suicidios.

Veinticinco años después del suceso en Chernóbil, en 2011, un terremoto y tsunami destruyó la planta nuclear Diichi, en Japón. Este desastre también desató una contaminación radioactiva masiva que provocó el desalojo de miles de cientos de personas. Hoy, al igual que las víctimas de Chernóbil, las personas que sufrieron las consecuencias cuentan con menos apoyo de sus gobiernos, ya que les redujeron el sustento económico y muchos se ven obligados a regresar a sus hogares en la zona contaminada.

Actualmente las corporaciones nucleares y algunos gobiernos, incluyendo el argentino, creen que la energía nuclear es una opción viable. ¿Por qué no han aprendido la lección de Chernóbil y Fukushima? Todo se reduce a que los lobbies pronucleares no quieren que recordemos o reconozcamos la devastación causada por estos desastres, ya que socava la ganancia que quieren hacer en la venta de tecnologías nucleares. De hecho, ignorando el peligro omnipresente de un desastre nuclear, debe tenerse muy claro que ningún gobierno ni instituto de investigación nuclear en el mundo ha desarrollado planes viables a largo plazo para tratar con seguridad los desechos nucleares.

Aun así, en caso de que a alguien no le importaran las miles de personas fallecidas o contaminadas por la radiación ni los daños ambientales provocados por los desechos liberados, se puede confirmar que la energía nuclear es la fuente más cara de producir. Tanto así que la planta más moderna en construcción, Olkiluoto, en Finlandia, ordenada en el 2003, tiene un costo de alrededor de tres billones de dólares y planeaba finalizarse en 2009. Sin embargo, todavía no está terminada y prorrogaron la fecha para el 2018. Al día de hoy, la inversión llega a 9,3 millones de dólares y se espera que triplique el valor original estimado.

¿Quién paga estas inversiones? Los ciudadanos comunes a través del gobierno que proporciona apoyo y subsidios a la industria. De hecho, no existe ninguna planta nuclear en el mundo que se haya construido o esté funcionando sin subsidios gubernamentales masivos, pagados por todos.

No obstante, como quedó claramente demostrado en Chernóbil y Fukushima, el precio más caro es el que pagan las víctimas, las personas que murieron y quienes siguen sufriendo las secuelas de la radiación nuclear al estar expuestos. Estos ciudadanos de Japón, Ucrania, Rusia y Bielorrusia son olvidados por el gobierno que hoy les corta los subsidios para ahorrar dinero.

La energía nuclear es peligrosa, sucia, crea algunos de los materiales más tóxicos conocidos y es extremadamente cara. En consecuencia, la lección aprendida por Chernóbil es que nunca más se deben construir plantas nucleares, y las que hoy existen deben eliminarse.

Actualmente la energía más viable, limpia, segura y económica es la renovable, que utiliza el viento, el sol y el calor de la Tierra. A nivel mundial se expande por un precio mucho más barato que la nuclear y, en muchos casos, es más económica incluso que el carbón y el gas.

El autor es experto en energía de Greenpeace Argentina.

Fuentes:
Paul Horsman, La lección aprendida a 30 años del desastre en Chernóbil, 29/04/17, Infobae.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Chernobyl I", de Roberta Griffin. La artista se basó en una fotografía de una cámara de seguridad de la central nuclear de Chernóbil, que capturó el momento de la explosión del reactor 4. El estilo está inspirado en la obra de Joseph Turner (1775-1851), quien a menudo representaba escenas violentas insertas en un remolino de luz.

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