Como ustedes
saben, vivimos en una sociedad que ha intentado artificializar muchos
de los mecanismos de la naturaleza que hacen posible la vida sobre la
Tierra tal como la conocemos. Esta ilusión está sostenida en forma
mediática por un conjunto de intereses que lucran con la destrucción
de nuestro ambiente. Algunos de esos intereses han reforzado su
posición en Estados Unidos con la presidencia de Donald Trump, lo
que sugiere que muchas de las cosas que están mal podrían empeorar
bastante.
Mientras tanto,
en Argentina ha pasado casi desapercibido el nombramiento, al frente
del organismo encargado de limpiar el Riachuelo (ACUMAR) a una
persona sin ninguna experiencia y ningún conocimiento del tema
ambiental. Se trata de uno de los conjuntos de problemas ambientales
más difíciles y graves del mundo. Recordemos que la Constitución
establece que “todos sus habitantes son iguales ante la ley, y
admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad”.
Sin embargo, este requisito de idoneidad pareciera no regir en
algunos cargos de responsabilidad en el tema ambiental.
Se ha intentado
desviar la atención de la población prometiendo grandes obras
públicas que beneficiarán a los contratistas pero que sólo
lograrán cambiar la contaminación de lugar. Esta distracción se
hace porque no hay ningún intento de disminuir la permisividad con
que se trata a las industrias contaminantes.
¿Por qué se
puede hacer esto impunemente?
Porque la nuestra
es la única cultura en la historia de la humanidad que separa a sus
integrantes del vÃnculo con la naturaleza a la que
pertenecemos.
Por eso nuestra
insistencia en recuperar la percepción de los ritmos de la
naturaleza, que en nuestra cultura pasan casi desapercibidos.
En esta entrega
ustedes reciben:
Un texto tomado de la novela “El Manuscrito Carmesí”, del autor español contemporáneo Antonio Gala. Su protagonista es el último rey moro de Granada y se trata de una escena en la que el viento arremolina las hojas secas.
El recordatorio de mi libro "Proyectos de educación ambiental, la utopía en la escuela", utilizado para la educación ambiental, y el contacto con el editor para quienes quieran adquirirlo.
La obra de arte que acompaña esta entrega es “Otoño”, del artista checo Alphonse Mucha, pintada en 1896. Si bien Mucha siempre negó pertenecer a una corriente artística determinada, sus obras influyeron fuertemente sobre el Art Nouveau y marcaron las obras realizadas por muchos de sus colegas. Sus figuras femeninas idealizadas fueron el emblema de una clase social despreocupada que un día se estrelló ante la realidad de la Primera Guerra Mundial.
Quiero saludarlos
en el comienzo del otoño. Y de la primavera para los amigos del
Hemisferio Norte.
Un gran abrazo a
todos.
Antonio Elio
Brailovsky
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En la Alhambra,
el sultán celebraba una gran fiesta para los mayores, en todos los
sentidos, del Reino. A nosotros, no sólo a Yusuf y a mí, sino a
algunos de nuestros hermanastros, nos permitieron asistir a otra, que
ofrecía en su casa el hijo de un ministro. Su nombre es Husayn, y no
lo cocíamos porque había pasado los últimos años en Almería con
unos familiares suyos dedicados al comercio por mar.
Si me traslado a
aquel atardecer que hoy veo tan distante, todavía me estremece su
frío. Mientras atravesábamos la Alhambra para llegar a casa de
Husayn, no lejos de la de los abencerrajes, yo hacía un gesto con el
que levantaba en torno mío una barrera invisible: consistía en
apretar por sus junturas las mandíbulas, hasta producirme dentro de
los oídos un zumbido que multiplicaba mi sensación de frío y de
abandono.
Aislado por el
ruido interior, que distanciaba todos los otros, veía con mayor
precisión las hojas secas que el viento arrastraba y arremolinaba.
Los jardines se habían convertido en una ruina hermosa y desolada;
los amarillos, los acres, los rojizos, se entreveraban y se
desprendían; caía una lluvia menuda, impávida y glacial, que
levantaba de las enramadas un incipiente olor a corrupción. Íbamos
abrigados con mantos de lana listada de colores; es decir, teníamos
el aspecto de lo que éramos: unos niños a los que, por primera vez,
se autorizaba a asistir a una fiesta fuera de su casa, al caer el
día, en otoño.
Qué ajeno estaba
yo a que mi infancia se me rompería entre las manos esa noche con el
minúsculo estruendo con que se rompe una alcancía de cerámica.
(Antonio Gala:
“El manuscrito carmesí” Barcelona, Planeta 1990).
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Si les interesa pueden pedir información sobre el libro aquí:
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Los ritmos de la naturaleza - el otoño, 21/03/17, Defensoría Ecológica.
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