Jorge Castillo, "Tríptico Palomares" (300 x 611 cm) |
José Herrera
Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad
de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja
actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha
seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de
Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición
en el Centro Andaluz de Fotografía “Operación Flecha Rota.
Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el
largometraje documental homónimo (2007).
por Salvador López
Arnal
Seguimos en el
capítulo VII: “Resultas y reparaciones”. Explicas la reacción
soviética ante el accidente. Cuentas que Gromyko entregó un
memorándum a su homólogo norteamericano. ¿Qué denunciaron las
autoridades soviéticas?
JH.- Ellos eran
plenamente conscientes que estaban cercados por los bombarderos
nucleares de la Alerta Aérea Aerotransportada de los Estados Unidos. Pero no
podían hacer nada, pues las aeronaves patrullaban en aguas
internacionales. El accidente les dio la posibilidad de patalear
diplomáticamente. En la Conferencia de Desarme de Ginebra de febrero
de 1966 se leyó un memorándum en el que denunciaron la violación
del Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares de 1963.
Aquello supuso un incremento no esperado para que el nombre de
Palomares diera de nuevo la vuelta al mundo en los titulares de los
diarios.
Por cierto, ¿en
qué términos se manifestó el Papa? El Concilio Vaticano anunciaba
nuevos tiempos.
JH.- Apareció un
artículo en la revista “Ecclesia” donde denunciaba la locura
instaurada con la carrera armamentística. Esta publicación era el
portavoz oficioso de los obispos españoles, que a su vez reflejaba
las tendencias progresistas del Vaticano, antes que se retornara a su
habitual fundamentalismo con Juan Pablo II. El problema no fue en sí
el artículo sino el eco y la repercusión en los distintos medios
internacionales. Salvo en algunos sectores, aquí andaban
acostumbrados con la Iglesia a la total adhesión, la connivencia o
cuanto menos al silencio, pero corrían nuevos tiempos, nuevos aires
que en nuestro país iban entrando irremediablemente, aunque con
reticencia de los sectores más extremistas.
Otra cosa más
que sorprendente, desconocida para mí, las preocupaciones de los
exiliados republicanos españoles. Explicas que una de las cartas fue
firmada por León Felipe. ¿Qué venían a decir, qué le preocupaba?
Incluyes en el libro una octavilla muy curiosa que anuncia la
celebración de un mitin. ¿Dónde se celebró?
JH.- Las
comunidades de exiliados republicanos en el mundo estaban
profundamente preocupados por las posibles consecuencias del
accidente y la tan continuada como inhabitual presencia en los medios
de España. Una de la más numerosas era la de México D.F. En el
cine Versalles de esa capital se congregaron unos 400 republicanos
españoles para pedir la supresión de esa infame hipoteca sobre la
vida y muerte de los españoles.
¿Tienes
información sobre otras iniciativas de los exiliados?
JH.- Conocemos
por la prensa que al menos un acto parecido se realizó en Sao Paulo
por el denominado Centro Democrático Español. En otros países
aparecieron distintos artículos de exiliados o de intelectuales,
como en Chile, Argentina y Venezuela. Resonaron los lapidarios versos
que aparecieron en algunos diarios sobre el infame bombardeo nazi de
Almería en 1937 de la poetisa almeriense exiliada en México, María
Enciso: Almería del dolor y de la muerte,/ nombre simple de todos
ignorado,/ una esquina del mundo, silenciosa,/ viviendo su dolor,
triste y callado. Es de suponer que el desasosiego entre ellos era
generalizado. La distancia obra como lupa; exacerba los sentimientos.
Incluyes en el
libro un cuadro del pintor Miguel Marina, exiliado en Estados Unidos, un cuadro
que forma parte de una serie: “Serie Palomares VIII”, fechada en
1968. Recuerda el Gernika. ¿Nos describes estas pinturas? ¿De quién
partió la iniciativa?
JH.- Miguel
Marina era un capitán del ejército republicano que se exilió
finalmente en los Estados Unidos. Como español en el extranjero, sentía mucha
preocupación con el accidente de Palomares. Como artista, volcó
todo el desasosiego en un conjunto de bocetos, dibujos y pinturas que
llamó “Serie Palomares”, de corte expresionista, cuyo referente
de partida es universo picassiano.
Citas en este
apartado a Eduardo Subirats y un libro suyo publicado en 2010 en
Ediciones de Intervención cultural. ¿Qué tal este libro?
JH.- Supuso un
intento de paliar la gran escasez de textos en español sobre el
accidente. Incluye el libro “Palomares. Memoria” (2001) que
escribió la Duquesa de Medina Sidonia y fue duramente censurado,
además de 4 capítulos de “Campos de Níjar” (1961) de Juan
Goytisolo. Abre y cierra la obra una introducción y epílogo de
Subirats.
¿Qué condición
impuso el director del Museo de Arte Moderno de Nueva York al pintor
Jorge Castillo para adquirir su obra “Tríptico Palomares”? ¿No
fue, de hecho, una censura?
JH.- El Tríptico
(300 x 611 cm) fue una de las obras más sobresalientes de la bienal
Documenta de Kassel (Alemania) en 1968. Se interesó por él el
director del Museo de Arte Moderno de Nueva York y propuso
adquirirlo, pero el Consejo Asesor del Museo exigió que se borrara
el avión que representaba al B-52, entonces protagonista diario de
bombardeos indiscriminados con napalm y posteriormente con el “agente anaranja” a las poblaciones civiles de Vietnam. Como era de
esperar, Jorge Castillo se negó y la compra nunca se realizó. Es
probable que la Comisión buscara una excusa, anticipándose a la
respuesta del autor, para así evitar rechazar sin argumentos la
obra.
Me quedó aquí,
en el apartado 7.4.: “Estudio epidemiológico”.
JH.- De acuerdo.
Fuente:
Salvador López Arnal, “Los exiliados republicanos estaban muy preocupados por las consecuencias del accidente y la tan continuada e inhabitual presencia en los medios de España”, 15/02/17, Rebelión. Consultado 17/02/17.
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