La
muerte de Melisa Bogarín. Era comunicadora y trabajaba precarizada
en el INTA. Pidió la palabra en una asamblea por los despidos
arbitrarios y se desmayó. Murió en el camino al hospital. Dejó una
hija, un compañero y un legado.
por Darío Aranda
Hiperactiva.
Risueña. Locuaz. Melisa Bogarín entendía la comunicación como
una herramienta de transformación. Era Técnica en Comunicación y
trabaja en el ProHuerta, un programa de producción de alimentos para
pequeños productores, bajo la órbita del INTA y del Ministerio de
Desarrollo Social.
Hija
de familia humilde de Barranqueras, en las inmediaciones de
Resistencia, practicante de la Iglesia Evangélica, donde dio sus
primeros pasos en la radio, estuvo cerca de ser maestra jardinera,
pero eligió la comunicación. Estudió en la Universidad Nacional
del Nordeste, sede Corrientes. Solía recordar que la facultad le
“abrió la cabeza”. Allí supo que la comunicación era mucho más
que los diarios, noticieros y periodistas renombrados.
A los
20 años comenzó a trabajar en el ProHuerta, junto a campesinos y
pequeños productores. Diseñó estrategias de comunicación, radios
escolares, participación en ferias agropecuarias.
“Era
una luz”, la describe Keyla Lemos, amiga y comadre. Recuerda que la
conoció en la localidad de Las Breñas en un momento de crisis
personal y las charlas con Meli (como le decían) la ayudaron a
salir. Ahí comenzó la amistad que se hizo relación familiar, de
hermanas, cuando le pidió que sea la madrina de Maya. “Fue un
honor”.
Intenta
definirla: “Era una persona…”. Y no salen las palabras. Hasta
que la piensa en presente: “Es un ángel”.
Ritmo
propio
En el
camino, Melisa conoció a Germán Gonaldi, comunicador, y también
compañero de trabajo, en la Secretaría de Agricultura Familiar de
la Nación (SAF), delegación Chaco. Noviazgo y sus primeras
vacaciones, a Jujuy, en 2010. Entre risas y bromas, Germán le
cuestionaba su gusto musical por cantantes melódicos y románticos.
Fueron encontrando puntos en común: la banda uruguaya No te va a
gustar cerró la grieta musical.
Germán
dejó La Plata y se instaló en Chaco, donde solo conseguía changas.
Melisa paraba la olla. La hija, Maya Catalina, nació en 2015.
El
despertar político llegó con el abrazo al kirchnerismo. En
particular, con Cristina Fernández. Era la primera vez que sentía
esa identificación con un político.
Carlos
Simón la conoció a través de Germán, compañero de trabajo y
amigo en la SAF. “Era hiperactiva y siempre alegre. Y una luchadora
de causas justas. Por eso no sorprendió cuando dio la cara por los
compañeros, como si fuera delegada”. Solían coincidir en
encuentros de comunidades campesinas y reuniones de amigos. Luego,
también lo eligieron como padrino de Maya. “Para ella la
comunicación era una herramienta para empoderar a las comunidades.
Todo lo hacía en esa clave”, recuerda. Y evoca a Melisa
coordinando reuniones, en las cuales ella incentivaba que hablen los
campesinos y no tanto los técnicos. “No paraba, estaba todo el día
trabajando. No se le podía seguir el ritmo”, describe el compadre.
Sin
derechos
“Precarización
laboral” es un eufemismo para decir “sin derechos básicos”,
esos que son ley desde hace casi un siglo en Argentina: ni obra
social, ni vacaciones, ni aguinaldo, ni aportes jubilatorios. Ni,
muchos menos, pago de horas extras. La violación de derechos se
vuelve más grave si quien los vulnera es el Estado. Es la situación
de 95.000 trabajadores del sector público nacional, según el
informe de la CTA de septiembre de 2015. Fue la situación de Melisa
durante casi ocho años de kirchnerismo, que la obligó a trabajar
bajo la figura de monotributista. Esto es: facturar al Estado como si
no cumpliera horario en la misma oficina que sus compañeros “de
planta”, que sí tienen todos los derechos y, además, cobran entre
un 20 y 40 por ciento más que los precarizados.
El
cambio de gobierno agravó la situación. Despidos masivos, bajo el
estigma de “ñoquis”, aunque para echar a trabajadores con años
de antigüedad y tareas comprobables. Al menos 30.000 trabajadores
fueron despedidos del Estado: 10.000 de Nación, el resto de
provincias y municipios. La Secretaría de Agricultura Familiar
(SAF), que hasta diciembre estuvo conducida por Emilio Pérsico
(Movimiento Evita) comenzó en diciembre la caza de brujas. Primero
fue Jujuy, luego siguió en media docena de provincias, entre ellas
Chaco.
El
nuevo delegado, Gustavo Nuñez (protegido del ex gobernador y actual
legislador, Angel Rozas), llegó hasta la delegación rodeado de
patovicas para amedrentar a trabajadores. Muy rápido se conoció la
lista. Apuntó a quienes no eran dóciles, tenían actividad gremial,
reclamaban. Germán Gonaldi era parte de esa lista. No le había
llegado aún el telegrama, pero su suerte estaba echada.
Desde
ATE reclamaban desde hacía años por la situación en la SAF.
Pérsico nunca dio respuesta. El jefe de gabinete de Agricultura,
Héctor Espina, prometía mejoras, pero los pase a planta nunca se
concretaron.
Con
los despidos como un hecho, las asambleas se volvieron cotidianas en
Agricultura Familiar. El reclamo era el mismo: respetar los derechos
de los trabajadores y reincorporar a los despedidos.
El
otro gremio estatal, Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN),
repetía la práctica de las últimas décadas: pactar con el
gobierno.
Los
despidos se hicieron diarios. En el ProHuerta había 232
precarizados, sobre una plantilla de 730 trabajadores. Con Macri
presidente, Ricardo Buryaile en Agroindustria y Amadeo Nicora en el
INTA, los contratos se renovaron solo por tres meses.
Todo
era incertidumbre.
Tomar
la palabra
Melisa
comenzó a participar de las asambleas de la SAF, donde encontró un
rol, compromiso y politización que no encontraba en INTA. Se afilió
a ATE.
Aun
en su condición de precarizada y sin ninguna seguridad laboral,
adoptó roles de delegada gremial en ProHuerta. Junto a algunos
compañeros redactó un documento que precisaba la situación de
injusticia: “Queremos informarles acerca de la precariedad laboral
en la que estamos inmersos actualmente. Somos doce contratados en
Chaco, algunos con tres años de antigüedad y otros con más de ocho
años. Nos interesa saber cuáles son las expectativas de las
autoridades nacionales ante nuestra situación laboral y si
consideran alguna política institucional concreta para ofrecernos
mayor estabilidad”, señalaba el documento entregado a Diego
Ramillo, una suerte de referente provisorio del ProHuerta, ya que la
coordinación nacional del programa aún está acéfala.
El
martes 12 de abril estaba pautada una jornada de trabajo en el INTA
Las Breñas, con la presencia confirmada de autoridades nacionales:
Héctor Espina (ex funcionario kirchnerista, ahora del macrismo) y
Amadeo Nicora.
Melisa
debía visitar una comunidad campesina, pero no podía dejar pasar la
oportunidad. Sus superiores de INTA Chaco intentaron convencerla de
que no hablara. “No es el momento”, le dijeron. Le argumentaron
que con el documento entregado a Ramillo era suficiente. Como último
recurso, le advirtieron que era para protegerla. Insistieron: era
mejor el silencio. “No les gustaba que hable ante las autoridades”,
afirma Germán.
Al
finalizar la jornada de trabajo, Melisa pidió la palabra. Quería
explicar la precarización que vivían desde hace años, y la
angustia y padecer de los últimos meses. Al comenzar a hablar, su
corazón no aguantó. Se desmayó. Falleció camino al hospital.
Mensajes
Melisa
Bogarín escribió el 9 de abril de 2015 un mensaje: “Me duele
estar viviendo este momento, estar con el corazón en la boca sin
saber qué va a pasar. Viendo a mi compañero de la vida y a sus
compañeros luchando por sus derechos que les quieren quitar y a
otros ya les han sido quitados. Mucha impotencia. Cuando escucho que
me dicen ‘no te preocupes, tu tesis es ahora lo importante, o pensá
en tu nena, en tu familia, eso es lo importante’, me sonrío porque
no entienden que justamente por todo eso me preocupa el país”.
El
INTA emitió un comunicado ese mismo día. Cuatro párrafos que daban
cuenta de lo sucedido sin mencionar qué iba a plantear Melisa ni,
muchos menos, su condición de trabajadora precarizada. Lo firmaron
Héctor Espina, director nacional, y Amadeo Nicora, presidente de
INTA.
El
jueves 14 el INTA subió a su sitio de Internet un artículo sobre el
fallecimiento. Titulado “Melisa Bogarín: sus pasos por el INTA”,
intenta un perfil en cinco párrafos y brinda el triple de espacio
(14 párrafos) para mensajes de condolencias de distintas oficinas
institucionales.
Ni
artículo ni condolencias mencionan las condiciones laborales de
Melisa.
La
precarización es, sistemáticamente, invisibilizada.
“Es
un comunicado frío, superficial. Más vale que no les convenía
hablar de precarización. Se sacan el sayo. Muy institucional, no da
cuenta de la seguridad del trabajador y de la angustia de Melisa”,
cuestiona Germán.
Carteles
y Twitter
El
INTA fue, y es, un brazo técnico de los agronegocios en Argentina.
Claro que con fisuras, con espacios que apuestan a otro modelo, pero
la política macro está marcada desde arriba y nunca se cuestiona
institucionalmente al modelo transgénico y, mucho menos, a las
corporaciones de semillas y agrotóxicos. Todo lo contrario: el INTA
cuenta con convenios de colaboración con semilleras (desde Monsanto
a las “nacionales”) y espacios de lobby transgénico como
Aapresid, la Asociación de Productores de Siembra Directa.
Cuando
arrecia alguna crítica o quieren mostrar su rostro social, las
autoridades del INTA flamean la bandera del ProHuerta para exponer su
lado (minoritario) no transgénico.
Seis
días después del fallecimiento de Melisa, cuando cobró fuerza la
precarización laboral, el responsable de prensa del INTA, Máximo
Bontempo, se expidió vía twitter en una particular defensa
institucional: denunció la existencia de “una puja de relatos de
naturaleza mezquina”, cuestionó duramente a quienes explican la
muerte “en el contexto de ajuste y precarización” y optó por un
eufemismo: “Su vida se apagó ante la angustia de un futuro
incierto”.
Hizo
también una defensa de la cúpula del organismo: “Las autoridades
del INTA vienen bancando a sus trabajadores desde el 10 de
diciembre”. Siempre vía Twitter, tuvo una particular
interpretación del momento más trágico. Además de reconocer que
Melisa tomó partido por los trabajadores, agregó: “El último
acto de Melisa en vida fue asumir la palabra para defender la
continuidad del ProHuerta”. Por último, llamó a “transformar la
memoria de Melisa en historia de vida”.
Jorge
Frías, compañero de trabajo de Germán Gonaldi, amigo de la
familia, sintetiza su conclusión: “Es una hijaputez. Es lo que
echaron a rodar acá en Chaco. Defienden al patrón que precariza. Da
mucha bronca e impotencia”.
Germán,
esposo de Melisa, prefirió evitar la polémica. “Estuvo mal,
corrió demasiado el eje hacia otro lado”. Hace un silencio, y deja
clara su posición: “Lo dije y lo voy a seguir diciendo, la
precarización mata”.
Dos
días después del fallecimiento, los pasillos del Ministerio de
Agroindustria en Buenos Aires amanecieron con carteles: “Sr.
Ministro: Queremos agradecer la buena predisposición y sensibilidad
demostrada por lo ocurrido con el compañero Germán Gonaldi de
Chaco, efectuando la reincorporación del mismo en el INTA”. Los
firmaba el gremio UPCN, “Delegación Agroindustria – Senasa”.
Los
compañeros de Germán se enteraron el mismo día. No lo podían
creer: era mentira. Nadie había hablado con Gonaldi.“Son unos
sinvergüenzas. Y me quedo corto. No respetan nada”, resume él.
Los
responsables
Aquel
12 de abril Germán estaba en la ocupación pacífica de la SAF en
Resistencia. Le avisaron que Melisa se había descompuesto. Fue hacia
la terminal, pero un compañero lo contactó para llevarlo en auto.
Temían algo grave.
A
mitad de camino, en la ruta, un llamado le dio la peor noticia. No
podía, no quería, creer. Cientos de imágenes se cruzaron en su
mente. Y una recurrente: Maya, su hija.
Cuando
se refiere a responsabilidades, Germán no duda: el gobierno
nacional. Aclara, por si hiciera falta, que no dice que “Macri la
mató”. Y precisa: “Las políticas conservadoras, de derecha, nos
matan. Tarde o temprano matan. Y esas políticas las dirige ahora el
equipo de Macri”.
Menciona
a Andrés Ibarra, el ministro de Modernización, a cargo de
justificar los despidos masivos, al ministro de Agroindustria
Buryaile, a Gustavo Nuñez, de la SAF Chaco, y al INTA, aunque
prefiere evitar nombres. “Nos tratan como números. No saben qué
es la falta del plato de comida en la mesa. Nosotros lo sabemos”.
Prefiere
dejar el tema y volver a Melisa. Sus últimas vacaciones fueron a
Catamarca. Ella tenía en la cabeza el primer cumpleaños de Maya.
Quería que fuera algo grande, “con todo”. Germán quería algo
más chico, tranquilo. Ganó ella. Fue en Colonia Benítez, campo de
los abuelos maternos. Globos, torta de tres pisos, piñatas y todo el
cotillón hecho por las manos de Melisa desde un mes antes. “Quería
el mejor cumpleaños del mundo y así fue, Mayita sonrió mucho y
ella estaba feliz…”. Germán se emociona.
A lo
largo de la entrevista habla de Melisa en presente.
Sin
errores
Germán
y Maya recibieron apoyo de muchas personas, cercanas y desconocidas,
de todas las latitudes del país. No dio muchas entrevistas, pero
quiere que se conozca la historia tal cómo sucedió, sin
tergiversaciones ni errores. Precisa varias veces que Melisa no tenía
30 años como se publicó, sino 28. Quiere que se conozcan sus
luchas, en el INTA, en el campo, por una Argentina distinta a la que
se construye desde el poder.
“Se
dijeron tantas cosas”, repite en distintos momentos de la
entrevista, con mezcla de bronca e impotencia.
Cuenta
que Melisa se enteró ese día que le renovaban el contrato por tres
meses y había una posibilidad, nada segura, de renovación hasta fin
de año. “¿Qué tipo de seguridad te da eso? Luego de ocho años
de trabajo como monotributista. Saber que tenía solo tres meses de
trabajo seguro no quita la angustia, la presión, el estrés… y
encima mi situación”.
Pregunta
sin sentido, pero recurrente ante la ausencia. ¿Y si ese día Melisa
no tomaba la palabra en la asamblea?
Germán
no duda: “Era muy comprometida, siempre decía lo que pensaba y
sentía”.
Hace
un largo silencio. Y, con tristeza, pero firme, responde: “Murió
de manera coherente. Es un dolor inmenso… pero nos da fuerza a
Mayita y a mí para seguir luchando por otra Argentina, por otro
mundo”.
Repite:
“La precarización mata. El ajuste mata. La política neoliberal
mata. Por favor, ponelo en la nota”.
Fuente:
Fuente:
Darío Aranda, Esto no se olvida, 14/06/16, Lavaca. Consultado 17/06/16.
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