por Jon Garciandia
El
Ártico se derrite. Es una frase tan sencilla como dura. Aunque
quizás por repetida comienza a perder su sentido de urgencia. Lo
mismo que pasa con el hambre o los conflictos enquistados, que van
perdiendo visibilidad, hasta que los asumimos como un dolor crónico
que acompaña nuestras vidas. En estos días de sobreinformación,
incluso las catástrofes humanitarias requieren de un punto de
novedad para que les dediquemos nuestra atención. Y cuando se
alargan, quedan relegadas al cajón de los recuerdos. A esa carpeta
con asuntos pendientes que miramos de cuando en cuando, de reojo,
porque nos da pavor abrirla.
El
problema es que mirar a otro lado mientras el hielo se deshace,
mientras perdemos el gran aire acondicionado del planeta, no parece
una buena idea. Como no lo sería quedarse pasmados mientras se nos
inunda el piso o se nos quema la casa. Tres cuartas partes del hielo
flotante se han perdido en los últimos 30 años. Y todavía no nos
decidimos a proteger este ecosistema único.
Vale,
es complicado. Hay muchos intereses, tanto económicos como
geoestratégicos. Muchos países que buscan su trozo del pastel y
grandes corporaciones petroleras que se frotan las manos sabiendo que
el uso masivo de combustibles fósiles seguirá acelerando un
proceso, el deshielo, que les permitirá acceder a nuevas reservas de
combustibles, alimentando este círculo de irresponsabilidad y
beneficios. Las consecuencias, corren a cuenta de todos los que
habitamos este planeta, que ya podemos ver en presente y primera
persona un clima cada vez más cambiante, más extremo.
Pero
que sea difícil, o lento, o que, a veces, pueda parecer imposible
lograrlo, no nos debe llevar a dejar de actuar. El Ártico nos
pertenece; su belleza, su función reguladora del clima, son cosa de
todos. No podemos elegir. Simplemente lo necesitamos. Por eso tenemos
que seguir luchando. Visibilizando primero lo que ocurre. Denunciando
a quienes lo amenazan. Reivindicado su protección, como un acto de
sensatez de la humanidad.
En
junio tenemos una nueva oportunidad. Un organismo internacional,
Ospar, decidirá si se establece un Área Marina Protegida en el
océano Ártico, lo que supondría proteger casi un 10 % y un primer
paso en la buena dirección. 8 millones de personas hemos alzado la
voz para pedirlo. Y seguro que más se unirán.
Con
ese propósito, una expedición parte hoy hacia las aguas de
Svalbard, en el Ártico noruego. Navegaremos durante ocho días a
bordo del Arctic Sunrise, desde Holanda hasta alcanzar Longerbayen,
en el corazón de esta tierra de roca y hielo.
Junto
a nosotros viajan un periodista de PlayGround, y, por primera, vez
dos youtubers. Sí, youtubers. Personas, que a través de sus vídeos,
llegan a millones de usuarios y logran una enorme complicidad con sus
espectadores, que conocen su día a día y esperan cada nueva entrega
de sus vídeo-blogs como quien recibe una carta de un viejo amigo.
Youtubers
como María Cadepe o Yellow Mellow, capaces de explicar en un
fantástico vídeo mediante sencillos dibujos, el problema del
Ártico.
Las
llevamos para que sean testigos de la amenaza que sufre este
ecosistema único. Y para que puedan acercarlo a sus miles de
seguidores, jóvenes en su mayoría. Porque el Ártico también es
suyo. Y porque ellos y ellas van a sufrir las consecuencias si lo
perdemos.
Tenemos
que seguir visibilizandolo, poniendo en imágenes la ausencia de
hielo, explicando las consecuencias. Hasta que nos escuchen. No es
una batalla a la que podamos permitirnos renunciar. Ayúdanos a
seguir luchando por el Ártico.
Tu voz llegará al Ártico
Fuente:
Jon Garciandia, Diario de a bordo/ En busca del hielo, 06/06/16, Greenpeace España.
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