A
30 años de desastre atómico. A
pocos kilómetros del reactor aún viven pequeñas poblaciones rurales que
consumen lácteos y cultivos de una tierra todavía contaminada por el accidente
nuclear más grave de la historia.
Viktoria
Vetrova sabe el riesgo que corren sus cuatro hijos al tomar leche de las dos
vacas que tiene la familia y comer hongos y frutos silvestres.
Pero
el gobierno ucraniano, en enfrenta una situación económica muy dura, suspendió
los almuerzos de 350.000 niños en las escuelas el año pasado que eran el único
alimento no contaminado disponible en este pueblo cerca de Chernobyl. Es así
que las familias de la zona consumen leche y cultivos de una tierra todavía
contaminada por el accidente nuclear más grave de la historia, ocurrido hace
tres décadas. El hijo de ocho años de Vetrova, Bogdan, tiene una tiroides más
grande que lo normal, que ha sido atribuida a la radiactividad.
“Sabemos
de los peligros, pero ¿qué podemos hacer?”, pregunta Vetrova en la cocina de su
casa. “Es la única forma en que podemos sobrevivir”.
Miles
de familias como la de Vetrova enfrentan los efectos de la radiación y los
problemas que padece la economía de Ucrania.
Tras
la explosión del 26 de abril de 1986, se establecieron cuatro zonas
particularmente afectadas. Los residentes de tres de ellas fueron evacuados o
se reubicaron por su propia voluntad. Pero en el pueblo de Zalyshany, 53
kilómetros (32 millas) al sudoeste del reactor, se encuentra en la cuarta zona,
que no sufrió tanta contaminación como para que sus habitantes fuesen
reubicados, aunque los residentes pueden recibir subsidios para hacer frente a
los trastornos de salud que puedan surgir.
Viktoria
Vetrova sabe el riesgo que corren sus cuatro hijos al tomar leche de las dos
vacas que tiene la familia y comer hongos y frutos silvestres.
Pero
el gobierno ucraniano, en enfrenta una situación económica muy dura, suspendió
los almuerzos de 350.000 niños en las escuelas el año pasado que eran el único
alimento no contaminado disponible en este pueblo cerca de Chernobyl. Es así
que las familias de la zona consumen leche y cultivos de una tierra todavía
contaminada por el accidente nuclear más grave de la historia, ocurrido hace
tres décadas. El hijo de ocho años de Vetrova, Bogdan, tiene una tiroides más
grande que lo normal, que ha sido atribuida a la radiactividad.
“Sabemos
de los peligros, pero ¿qué podemos hacer?”, pregunta Vetrova en la cocina de su
casa. “Es la única forma en que podemos sobrevivir”.
Miles
de familias como la de Vetrova enfrentan los efectos de la radiación y los
problemas que padece la economía de Ucrania.
Tras
la explosión del 26 de abril de 1986, se establecieron cuatro zonas
particularmente afectadas. Los residentes de tres de ellas fueron evacuados o
se reubicaron por su propia voluntad. Pero en el pueblo de Zalyshany, 53
kilómetros (32 millas) al sudoeste del reactor, se encuentra en la cuarta zona,
que no sufrió tanta contaminación como para que sus habitantes fuesen
reubicados, aunque los residentes pueden recibir subsidios para hacer frente a
los trastornos de salud que puedan surgir.
El
Instituto de Radiología Agraria de Ucrania dice que los controles más recientes
en esa zona indican que los niveles de radiación de las nueces, hongos y frutos
secos silvestres son de dos a cinco veces más altos que lo que se considera
seguro.
La
economía ucraniana, no obstante, ha sido muy golpeada por una guerra
separatista en la región industrial del este, la corrupción y la pérdida de
Crimea, que fue anexada por Rusia. Y el año pasado el gobierno dejó de ofrecer
almuerzos gratis en las escuelas de la zona 4. No hay cifras oficiales, pero un
almuerzo del equivalente a 80 centavos de dólar representaría un gasto de 50
millones de dólares anuales.
“Las
comidas calientes en las escuelas eran los únicos alimentos limpios, sin
radiación, para los chicos”, afirmó la maestra Natalya Stepanchuk. “Ahora
tienen que comer los alimentos de la zona, sobre los que no hay control alguno”.
El
gobierno dejó de hacer controles de los alimentos de la zona 4 en el 2012. Y
también suspendió un programa por el que se suministraba a los campesinos
ferocin, una sustancia que aceleraba la eliminación del isótopo cesio 137. Sin
esa ayuda financiera, los ganaderos no están dispuestos a comprar esa
sustancia.
“El
gobierno gasta fortunas en atender a la población de la zona, pero no puede
asignar un poco de dinero para la prevención”, se lamentó Valery Kashparov,
director del Instituto de Radiología Agraria. “No me atrevo a ver a la gente a
los ojos”.
El
gobierno dice que tiene muchas limitaciones y se ve obligado a fijar
prioridades.
“¿Qué
es mejor: darle dinero a la gente con problemas por la radiación y salvarla, o
repartir el dinero y darles a cada uno cuatro hryvnias (15 centavos de dólar)?”,
preguntó Vitaly Petruk, quien administra los fondos asignados a las “zonas de
exclusión” próximas a Chernobyl. “La idea es enfocarse en ciertas cosas y no
malgastar el dinero”.
Así
las cosas, mucha gente en este pueblo de 350 habitantes no puede comer
alimentos totalmente seguros. Y hay unos 1.300 asentamientos de este tipo en la
zona, en los que se han suspendido los almuerzos en las escuelas. E incluso en
los sitios donde siguen esos almuerzos, cuando van a sus casas los chicos comen
alimentos que podrían estar contaminados.
La
madre de Olesya Petrova, de nueve años, padece cáncer y no puede trabajar.
Olesya espera la llegada del verano para buscar frutos secos y otros alimentos
en el bosque.
Mientras
tanto, espera que algún compañero le dé un sándwich. Pero eso no es muy común
en una región con tantos problemas económicos.
Los
jardines de infantes siguen ofreciendo almuerzos y la cocinera del jardín de
Zalyshany, Lyubov Shevchuk, a veces trata de darles algo a los alumnos de la
escuela primaria.
“Los
chicos se desmayan. Trato de darles al menos un té caliente o de sacarle algo a
un niño para dárselo a otro”, admite la cocinar de colegio.
El
impacto de la radiación a 30 años del accidente no está claro. Ausrele
Kesminiene, médico de la Organización Mundial de la Salud, dice que no hay
mucha evidencia de que alimentos contaminados por la radiación causen cáncer,
con excepción del de tiroides.
Pero
un estudio difundido en marzo por Greenpeace afirma que los niños de áreas
contaminadas como Zalyshany tienen una capacidad respiratoria muy inferior a la
normal. Otro estudio financiado por la Unión Europea señala que se detectaron
problemas cardiovasculares en el 81 % de los niños de la zona.
Yuri
Bandazhevsky, pediatra que ha estudiado el efecto de pequeñas dosis de
radiación en el cuerpo humano, dice que hay “procesos patológicos muy serios''
que pueden provocar defectos en el sistema cardiovascular y cáncer.
“Lamento
tener que decir que a nadie la importa esto. Estos chicos hambrientos son otra
prueba de cómo tratan las autoridades a una población que sufre mucho en estos
territorios”, declaró.
Fuente:
Fuente:
Leche y frutos contaminados, el alimento de los niños de Chernobyl, 25/04/16, Clarín. Consultado 26/04/16.
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