Después
del accidente nuclear que afectó la planta hace 30 años, 115 mil personas
fueron evacuadas en un radio de 30 kilómetros a la redonda. Sin embargo, unos
pocos volvieron.
por Anastasia
Magazova
Alguna
vez vivieron en Chernobil miles de personas, pero desde el accidente nuclear
del 26 de abril de 1986 esto ya no es así. Debido a la contaminación
radioactiva, más de 115 mil personas fueron evacuadas en un radio de 30
kilómetros en torno a la central. Hoy, los techos hundidos de las casas de
ladrillo, las ventanas destrozadas, el silbido del viento y el ambiente gris le
dan a la ciudad una pátina terrorífica. Pero aunque las personas hayan abandonado
el lugar hace 30 años, sigue habiendo vida en Chernobil. En las calles se
mezclan perros asilvestrados con lobos.
"Estoy
feliz"
“La
casa está ocupada por su dueño”, se lee en un cartel en la ventana de una casa
que permanece intacta. Pero un vecino dice que en realidad está deshabitada.
“Una vez al mes vienen los nietos de mis antiguos vecinos desde Kiev a
controlar”, dice. El que habla es Yevhen Markewytsch, de 78 años. Antaño era
profesor en Chernobil. Dice recordar con precisión el día de la catástrofe. Él
estaba con sus alumnos en una granja estatal, donde debían plantar papas.
Cuando vieron humo sobre la planta nuclear, no le dieron mayor importancia
porque “a menudo se quemaba algo allí”. Pocos días después comenzó la
evacuación.
Tres
meses más tarde, Yevhen regresó por primera vez a la ciudad. “Tenía nostalgia”,
revela. Debido a que la zona estaba dentro del área de exclusión, requirió de
una autorización especial. “Desde Kiev me vine en bote hasta Prioyat. En la
ribera me encontré con unos policías. Uno de ellos era un viejo amigo mío. Le
dije que quería ver mi casa, y él me dio su chaqueta y su gorro de policía. Así
llegué a Chernobil”, recuerda. Entonces vio cómo los soldados marcaban las
rejas y techos de las casas con los valores radiactivos medidos en esos
lugares. Yevhen se quedó solo una noche en su casa y abandonó nuevamente
Chernobil.
Pero
la próxima vez que regresó, fue para siempre. “Encontré un trabajo para
monitorear los niveles de radiación. Estaba preparado para tomar cualquier
trabajo, lo importante era estar en Chernobil”, dice. Ahora está jubilado.
Junto a su mujer cosecha frutas y verduras en su jardín y practica su hobby
favorito: pescar. De hecho, cuelgan unos pescados en el porche de su casa. “Son
de nuestro río”, cuenta. “Estoy feliz de haber tomado la decisión de volver”,
dice Yevhen.
"Sobrevivimos
tan bien como se puede"
En
total viven en la zona de exclusión unas 180 personas, 80 en Chernobil y 100 en
cuatro pueblos vecinos. En Kupowate, que se encuentra a 47 kilómetros de la
planta nuclear, viven hoy 16 personas. A la entrada del pueblo hay una casa de
madera donde una mujer y un hombre apilan leña. Son Viktor Tschausow y Maria
Sapura. Antes de la catástrofe, ella trabajaba como lechera y su marido, como
obrero. Ambos decidieron regresar tras la evacuación. En la calle donde viven
no hay nadie más. Si bien casi siempre tienen electricidad, el agua deben
obtenerla de un pozo. Una vez al mes un cartero les lleva la pensión, dos o
tres veces cada 30 días una furgoneta les vende alimentos. “No tenemos hijos,
por eso nadie nos visita. Sobrevivimos tan bien como se puede”, dice Maria.
Viktor
cumplirá 80 este año. Prende un cigarrillo y empieza a hacer memoria. “Nos
evacuaron como si fuéramos ganado. Primero nos llevaron a una especie de
almacén, después nos entregaron casas”, revela. “Pero nosotros recibimos apenas
habitación con cortinas en lugar de puertas. Teníamos apenas un sofá, había
muchas familias y algunas personas debían dormir tiradas en el piso. Por eso
volvimos a nuestra casa. Ahora estamos viejos y debemos trabajar mucho, pero
tenemos pepinos, tomates y papas”, añade Maria.
Valores
aceptables
En
una calle cercana vive Maria Prokopiwna. Su pequeña casa está rodeada por un
huerto. En una habitación cuelgan telas decorativas. “Aquí bordaba ya cuando
joven”, dice un poco avergonzada. También recuerda la evacuación, y empieza a
llorar. “Nos llevaron lejos, dijeron que por tres días. No puedo describir lo
que pasamos”, balbucea entre sollozos. También Maria recibió un apartamento en
un distrito vecino, pero debía compartirlo con muchas familias. Así que empacó
sus cosas y volvió a su hogar. “Esta casa la construí con mis propias manos”,
asegura.
Maria
Prokopiwna tiene dos hijos y varios nietos que la visitan los fines de semana.
Los 30 años han pasado muy rápido, ella se acostumbró y no le va mal. “No puedo
comerme todo lo que produzco”, dice y muestra su despensa, bien equipada con
tomates, pepinos, manzanas, papas y cebollas. “Por supuesto que sé que tras el
accidente se prohibió cultivar. Pero se ha medido la radiación y me dijeron que
están dentro de valores aceptables”, dice Prokopiwna. Así sea.
Fuente:
Fuente:
Anastasia Magazova, Así se vive hoy en Chernobil, 25/04/16, Deutsche Welle. Consultado 26/04/16.
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