viernes, 31 de octubre de 2014

Una familia refugiada en el cementerio

No quisieron evacuarse y se instalaron allí por miedo a los robos.

Luján. La imagen parece irreal. Como de película de Fellini. La familia Mastrantonio en pleno está reunida alrededor de una mesa ratona, todos -suegra incluida- sentados en los sillones del living, acelerando la ronda del mate. Al fondo está la jaula en la que Reina, una lora parlanchina, pasa sus días y por allí pasean o dormitan los seis perros que mantienen. Todo ocurre dentro del peristilo del cementerio municipal, a un costado de la galería de nichos y frente a las bóvedas de las familias patricias de Luján.

Allí se ubicaron los Mastrantonio, que con su casa inundada y ante el temor de posibles robos, improvisaron un living dentro del camposanto con los pocos objetos que salvaron de la inundación.

El recuerdo de otras crecidas, cuando amigos de lo ajeno les robaron a sus vecinos lo poco que no había sido arruinado por el agua, fue lo que los llevó a pasar la noche en vela para cuidar sus pertenencias. "Por suerte, el agua bajó dos centímetros desde que alcanzó el pico a las 14. Ahora tenemos que tener paciencia y ver cuánto baja antes de la noche", dijo a lanacion Maximiliano, esposo de Bárbara. El cementerio queda justo enfrente de su casa, en la esquina de French y Santa Sofía.

Con ellos vive Zunilda, madre de Bárbara. Al fondo del terreno hay un pequeño departamento que los Mastrantonio le alquilan a Eva Hernández, que vive con su hija Jackelin, de 21 años, quien padece síndrome de Down. Ella también se sumó a la mudanza al cementerio, aunque aclara: "A mi hija la tuve que llevar a la casa de una amiga; no la podía traer aquí".

Además de los cuatro sillones, la mesa ratona y unas sillas, lograron rescatar a sus seis perros y a Reina, la lora. Los colchones, cuentan, quedaron empapados y ahora descansan colgados al sol, esperando que el buen tiempo ayude a secarlos.

Sobre la puerta de la casa de los Mastrantonio, se puede ver un azulejo con la imagen de la Virgen de Luján, a la que se aferran para salir adelante. Bárbara, que trabaja como abogada, no puede asistir a su estudio desde anteayer. Dice que tener la casa llena de agua no le permite ocuparse de otra cosa.

Maximiliano es técnico químico y trabaja en una planta de alimentos, pero también faltó. "Tenemos el agua hasta la rodilla, y casi todas nuestras cosas están arruinadas", afirma. Recuerda que "en otras inundaciones hubo robos en las casas vecinas", y que por eso decidieron quedarse en el cementerio. Su suegra, agrega: "Andaban en canoas y se metían a las casas para robar lo poco que quedaba a los vecinos que habían sido evacuados".

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Fuente:
Una familia refugiada en el cementerio, 31/10/14, La Nación. Consultado 31/10/14.

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