Yolanda Ortiz, pionera de las “politicas verdes” en Argentina y Latinoamerica. Fue la primera secretaria de Recursos Naturales y Ambiente
Humano, cuando Perón creó esa dependencia en los ’70. Su gran innovación fue
incorporar la perspectiva ambiental en la industria. A los 87 sigue activa:
preside una ONG ecológica y es asesora ad honorem en la Secretaría nacional de
Ambiente y Desarrollo Sustentable y del Consejo Federal de Medio Ambiente.
Sobre la pared del living de su casa se encuentra enmarcada
y colgada orgullosamente la designación como secretaria de Recursos Naturales y
Ambiente Humano de la Nación ,
fechada el 25 de octubre de 1973 y firmada por el entonces presidente de la Nación y por su ministro de
Economía, a la sazón Juan Domingo Perón y José Ber Gelbard. Yolanda Ortiz,
química de formación, inauguró un área totalmente novedosa en la Argentina y en muchos
países del mundo. Ambientalista de la primera hora, Ortiz señala que por
entonces el “Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”, que Perón
había lanzado desde Madrid en 1972, era como una Biblia para ella. No fueron
tanto los pingüinos o las ballenas las especies que la acercaron a la ecología,
sino más bien las condiciones de trabajo de los obreros, “porque no había nadie
que controlara eso, siempre ganaba la patronal, y lo que yo buscaba era que los
trabajadores tuvieran un ambiente digno de trabajo”, evoca. Durante su corta
gestión -hasta que María Estela Martínez de Perón asumió como presidenta y la Triple A inició sus
tropelías- se ocupó de, por ejemplo, prohibir la habilitación de las empresas
que no declaraban cómo se harían cargo de sus desechos. Muchas de sus
iniciativas chocaban con la visión economicista de algunos funcionarios del
gobierno, que consideraban que medidas de ese tipo frenaban el desarrollo de la
sociedad. “Los temas ambientales son cuestiones económicas, no se puede lograr
un desarrollo sustentable sin superar la pobreza, hay que llegar a lograr una
armonía entre la producción y el medioambiente”, señala firme pero con la suave
cadencia que delata su origen norteño.
En esta charla con Página/12 repasa buena parte de su
militancia ecológica, se explaya en su visión política sobre el tema y cuenta
cuáles son las nuevas iniciativas en las que se proyecta, esas para las cuales
considera indispensable generar “una revolución mental y de los afectos”.
- Cuando usted migró de Tucumán a Buenos Aires para estudiar,
las mujeres eran una absoluta minoría en las universidades, ¿cómo se decidió
por las ciencias químicas?
- Cuando terminé el secundario vinimos con mi familia a
Buenos Aires porque tenía un hermanito con problemas de salud y ésa era la
única forma de salir adelante. En Tucumán había muy poca respuesta, y la que
había era muy cara. Cuando llegamos me sentí muy perdida, había dejado mi sitio
de pertenencia y Buenos Aires era atomizante. Entonces me comprometí mucho con la Iglesia y con todas las
acciones del bien común, sobre todo con las villas miseria. Eso me llevaba
mucho tiempo, pero además me hizo ver que tenía que buscar una forma de ganar
dinero para vivir, y entonces opté por la química, sin pensar demasiado en
cuanto a una cuestión vocacional, sin demasiada apertura, era por una cuestión
de sobrevivencia. Pero me reconcilié con la química cuando vi que podía
desarrollar mi costado social, de ocuparme de los ambientes insalubres de los
obreros, por ejemplo. Ahí me empezó a gustar mucho más y me abrió a todo el tema
de la contaminación, del modelo de producción equivocado que se había seguido,
que estaba demostrando su fracaso porque destruía la naturaleza y el tejido
social. El sentido de la justicia social yo lo había tomado de Perón, de cuando
estuve en Tucumán, eso me marcó muchísimo. Por eso me dediqué a ayudar a la
gente pobre, donde justamente no se daban las relaciones de equidad, ni de
ayuda.
- ¿Qué fue lo que vio en los ingenios azucareros tucumanos
durante el gobierno de Perón?
- Vi cómo toda la gente que vivía para recoger la caña de
azúcar, con su familia y sus chiquitos, después tenían otro tipo de vida, más
acorde con la dignidad del ser humano. Fue muy claro el cambio que hubo con las
políticas de Perón, sobre todo por lo que se veía de la dominación que había,
de los grandes terratenientes, como los Patrón Costa.
- Luego de recibida usted comenzó a orientarse hacia temas
ambientales, algo absolutamente novedoso para la época. ¿Cuáles fueron las
inquietudes que tenía en ese momento?
- Bueno, yo empecé en Shell primero y después en la Dirección de Aduana para
controlar que los productos que salían y llegaban al país no tuvieran
contaminación. Entonces entré en ese tema. Además, en ese momento había todo un
movimiento ambiental en salud pública, al que me uní. Me interesaban mucho las
condiciones de trabajo de los obreros, porque no había nadie que controlara
eso, siempre ganaba la patronal. Decidí ocuparme de eso porque pensaba que
podía hacer algo, siempre por la búsqueda de la justicia social, y de que
realmente los trabajadores tuvieran un ambiente digno de trabajo. Entonces me
decidí a estudiar esos temas de contaminación en Francia y obtuve una beca, por
lo que estuve formándome allí en la década del sesenta, hasta fines de 1968.
- Le tocó vivir el Mayo francés en vivo y en directo, ¿cómo
fue esa experiencia para usted?
- Fue muy lindo ver cómo se buscaba el ejercicio pleno de la
libertad. Estaba el tema ambiental, pero ligado a la democracia, a la libertad,
a una actitud contestataria al modelo de desarrollo. Una de las búsquedas
fundamentales de ese momento tenía que ver con el acceso a ser feliz. Todo eso
me movilizó muchísimo.
- ¿Qué fue a estudiar a Francia?
- Yo estaba en Toxicología, en la Facultad de Ciencias
Exactas, en donde estudiábamos el aire de Buenos Aires, el smog. Ya antes de
irme a Francia estudiábamos lo que producían los hidrocarburos en la ciudad. Yo
me fui con una posición en relación a lo que quería ver allá, porque ellos
también medían el aire de París. El procedimiento que utilizábamos era
prácticamente el mismo, pero los equipos eran totalmente distintos, los de allá
eran mucho más sofisticados. Y vi que llegamos a estar muy cerca de lo que
hacían allá, con elementos muy rudimentarios.
- ¿Qué implicaba ser ambientalista cuando usted empezó a
trabajar en estos temas?
- Para mí era descubrir un proyecto de vida. Cada cosa era
como abrir una caja de Pandora, encontrarte con gente linda, que brinda no
solamente conocimientos sino afectos. Lo que pasaba acá era que uno quería
aprender pero no tenía cómo. Otra cosa eran los países en donde uno veía que se
hacía la torta grande, que todos participaban. En ese tiempo pensaba que se
podía trabajar solo, y hoy realmente uno comprueba que no es posible trabajar
individualmente en ecología, porque es el colectivo el que tiene que llegar al
bien común, por la complejidad. Hoy todavía no se entiende el paradigma de la
complejidad, todavía seguimos reduciendo la realidad a rebanadas.
- Usted fue la primera secretaria de Recursos Naturales y
Ambiente Humano de la Nación
durante la tercera presidencia de Perón, un cargo inédito en la Argentina y en muchos
países del mundo. ¿Cómo llega a crearse esa secretaría?
- No era que estábamos en cero, pero se había trabajado mal
en algunos casos. Yo estaba trabajando en todo el tema del análisis de los
productos que entraban y salían del país. Entonces se me ocurrió hacer algo con
el Ministerio de Trabajo, y eso tomó cuerpo. Hicimos un trabajo de campo en los
ambientes de trabajo, algo que el Estado no hacía, y aunque hubiera quejas por
la situación del trabajador, siempre ganaba el patrón. En ese momento en las
fábricas por lo general la gente no se cuidaba, tampoco el obrero, una misma
tampoco se cuidaba cuando hacía investigaciones, trabajábamos en condiciones
que no eran las que correspondían, con mucho riesgo. Pero eran los primeros
tiempos, y había que avanzar en la metodología. Inclusive conseguimos que se
hiciera una reunión de aire limpio en Buenos Aires. Ya en el ’70 Perón hace su
mensaje ambiental (“Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”,
desde Madrid en 1972) y también el movimiento de Mayo del ’68 había dado sus
frutos en toda una extensión de sus principios. Aparece el Laboratorio de
Hidráulica del país como uno de los más importantes de Latinoamérica, también
en bosques se había hecho muchísimo, en Parques Nacionales. Y también en
minería se empezaba a hacer una promoción minera, pero con un cuidado muy
grande en relación con el medioambiente. Había tres señores secretarios
manejando esas áreas y entonces Perón decide que se haga una cuarta secretaría,
que fuera la de Ambiente Humano y que estuviera por encima de las otras. Esa
fue una jugada muy fuerte, los secretarios no le perdonaron haber sido
desplazados por una mujer. Perón quería que fuera una mujer, porque Evita le
había transmitido todo lo que puede una mujer. El tuvo una visión como ningún
estadista, vio muy claro que el tema del ambiente no era un problema más, sino
“el” problema. Entonces había que tomar una actitud inteligente, y tenía que
estar en cada momento dando examen, cosa que no les sucede a los hombres. Fue
muy duro, pero fue también hermoso de ver esas posibilidades que había.
- ¿Cómo fue esa etapa de gestión?
- Muy corta, pero fascinante. Estuve un poco menos de dos
años, hasta el ’75. Lo primero que hice fue un convenio con el Ministerio de
Educación, donde estaba (Jorge) Taiana padre, porque para mí era el componente
de mayor valor estratégico para cambiar los hábitos y la visión de desarrollo.
Por otra parte, las empresas hasta entonces decían que los desechos que
producían eran externalidades, pero que no era un problema. Nosotros planteamos
que no era posible que las empresas no considerasen el ambiente: si se llevaban
las ganancias, no podían dejar arruinado el ambiente de donde sacaban las
materias primas. Entonces, prohibimos dar la habilitación a una empresa si no
decía qué hacía con sus desechos y sus efluentes. Ya la gente de Economía, de
donde dependíamos nosotros, estaba muy enojada con Medioambiente porque decía
que frenábamos el desarrollo. Desde el principio hubo problemas en reconocer la
incorporación de lo ambiental en la administración del gobierno. Trabajamos con
una perspectiva interdisciplinaria, tomando la cuestión rural, lo urbano, la
salud, la migración de las poblaciones a las grandes ciudades y los problemas de
cada región. Y hoy diría que no hemos avanzado demasiado. Todavía no se
reconoce la relación sociedad-naturaleza, lo que significa esa coevolución de
los ecosistemas con el sistema social. No se puede plantear cualquier tipo de
solución a los problemas por parte de la economía, que va a priorizar el lucro,
que va a priorizar la tecnología, que va a priorizar las reglas propias y no
las que tienen que ver con la naturaleza. Hay mucho para hacer. Los temas
ambientales son ante todo cuestiones económicas, no se puede lograr un
desarrollo sustentable sin superar la pobreza e integrar a los trabajadores.
Hay que llegar a lograr una armonía entre la producción y el medioambiente.
- ¿Usted considera que tiene que haber un desarrollo
tecnológico que entre en diálogo con los saberes tradicionales?
- Absolutamente, con todos los saberes, para todo lo que hace
a la gestión ambiental. Tanto en la planificación como en la gestión debe
tenerse en cuenta esta complejidad de lo ambiental, pero es lo ambiental lo que
rige, lo que actúa transversalmente en todas las otras administraciones del
Estado, por eso tiene que haber una articulación. El ejercicio de la política
ambiental tiene una pasividad que realmente está lejos de cumplir con todo lo
que tiene en su esencia y en su definición misma, porque no hay conciencia de
la importancia que tiene. Es necesaria y urgente una revolución mental, ahora
hay que buscar nuevos modelos de producción y de consumo, y mejorar las
relaciones de la sociedad con la naturaleza, y de los hombres entre sí. Para
cambiar hay que darse cuenta. Pero creo que cada vez a la gente la idiotizan
más en vez de hacerla pensar.
- ¿Cómo le parece que hay que trabajar para fomentar un
cambio en la sociedad?
- Nosotros como ambientalistas buscamos generalmente a los
expertos, pero no estamos trabajando con la gente que no tiene ningún
conocimiento, entonces la gente común no entra en el medioambiente. Por eso me
parece que hay que buscar otra forma, por ejemplo que llegue a través de la
música, porque creo que muchas veces dejamos fuera toda la parte emocional y
afectiva. Entonces la tecnocracia y lo economicista están un poco invadiendo el
tema. En este momento queremos desarrollar un proyecto musical, juntarnos por
ese lado con gente que ya está trabajando en estos temas, como Charly Alberti
(ex Soda Stereo), que está trabajando para toda Latinoamérica, con equipos
científicos de cambio climático. Nos vamos a juntar para trabajar con los
jóvenes, para que se den cuenta y que cambien, y que además propicien otros
encuentros. Hay que generar una comunicación mayor con otra onda, por el lado
de la música, algo que ayude a tener en cuenta la revolución de los afectos.
Para lograr una sociedad un poco más fraterna, con mejor calidad de vida para
cada momento. Por otra parte, está la cuestión de la acreditación de los
saberes que no son tomados en cuenta, que no son dados por la educación formal
sino por el proceso laboral. Me parece importante que se reconozca eso, para
que esas personas puedan seguir estudiando y trabajando con el reconocimiento
de esos saberes adquiridos en el trabajo.
- Usted suele decir que para los problemas ambientales hay
que aplicar el paradigma de la complejidad. ¿Por qué? ¿Qué aporta esta
perspectiva?
- Porque no hay un problema, hay una trama de problemas que
están todos juntos, que tienen que ver con el contexto. Si sacamos pedazo por
pedazo para analizar, aun cuando se vaya muy profundamente, no sirve de nada.
Hay que contextualizar, entender la complejidad que hay ahí, es un ejercicio
interdisciplinario. Pero si no hay comunicación, no es posible eso. Para hacer
una política ambiental hay que romper con la lógica individualista. En el mundo
entero se dan los problemas económicos y ecológicos. Y entonces, no hay salida
mientras no profundicemos y nos pongamos de acuerdo, porque son temas que
tienen que ver con el destino del ser humano.
- Actualmente usted trabaja como asesora en la Secretaría de Ambiente
y Desarrollo Sustentable de la
Nación , ¿qué tareas está realizando?
- Ya no voy todos los días porque me cansa bastante el viaje
(de su departamento en Belgrano hasta las oficinas de la secretaría en el
microcentro porteño). Pero estoy trabajando con el Consejo Federal Ambiental y
con el Consejo Federal de Educación, con las escuelas, para ver cómo podemos
mejorar la educación ambiental, porque cada uno trabaja por su cuenta, y lo que
está faltando es la articulación, una integración de todo.
Entre la química y la política
Doctora en Química, nació y se crió en Tucumán, pero vino de
muy joven a Buenos Aires.
por Verónica Engler
La impactó profundamente la justicia social que se logró
para los trabajadores de la caña de azúcar en Tucumán durante el primer
gobierno de Perón. “Entonces -reconoce-, cuando vine a Buenos Aires quise hacer
algo por los más pobres”. Su trabajo social en las villas miseria de Buenos
Aires la orientó hacia la química. Pensaba que la química podía ayudar en los ambientes
insalubres, porque veía las condiciones en las que trabajaba la gente del
lugar.
En 1968 estuvo en París por una beca ambiental, en La Sorbona , por lo que pudo
participar en las búsquedas del Mayo francés.
Estaba afiliada a la Democracia Cristiana ,
partido que fue integrado al Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), a
principios de los años ‘70.
Fue la primera secretaria de Recursos Naturales y Ambiente
Humano de la Nación ,
durante la tercera presidencia de Perón. Lideró el ingreso de las “políticas
verdes” en nuestro país y en Latinoamérica.
Era la única mujer en un gabinete formado íntegramente por
hombres. Su secretaría dependía del Ministerio de Economía, entonces a cargo de
José Ber Gelbard. Dice sobre ese período: “Haber formado parte de ese gobierno
es una de las cosas más importantes que me pasaron en la vida”.
Luego de la muerte de Perón tuvo que abandonar su cargo y,
finalmente, tras el golpe de Estado debió que exiliarse en Venezuela, donde
continuó su labor ambientalista en la Universidad Simón
Bolívar.
Considera que los temas ambientales son ante todo cuestiones
económicas, por lo que no se puede lograr un desarrollo sustentable sin superar
la pobreza e integrar a los trabajadores. Por eso, dice que siempre trabajó en
la ciencia para la vida cotidiana, porque es muy crítica con la visión
fragmentada de la realidad que tienen muchos científicos. Ella aboga por el
paradigma de la complejidad.
Considera que la innovación tecnológica debe darse junto con
la integración de saberes tradicionales.
Ya en la década del ’60 comenzó a trabajar, desde la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la UBA ,
en el análisis del aire de Buenos Aires. También realizaba estudios de
salubridad en espacios laborales.
Asume que es muy libre y por eso soltera, aunque ha tenido
parejas por largo tiempo. No tiene hijos pero tiene un sobrino que es como un
hijo, y tres sobrinos nietos. Tiene ganas de viajar más para “encontrarme con
los que buscan un diálogo de culturas -cuenta-. Esto ayudaría a aceptar la
diversidad y encontrar la unidad solidaria y fraterna en el mundo”.
Yolanda Ortiz, una “optimista patológica”, como ella misma
se define, a sus 87 años preside la ONG Centro Ambiental Argentino Cambiar y se
desempeña como asesora ad honorem en la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable
de la Nación y
del Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema).
Fuentes:
Verónica Engler, “Los temas ambientales son ante todo cuestiones económicas”, 26/08/13, Página/12.
Verónica Engler, Entre la química y la política, 26/08/13, Página/12.
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