por Antonio Elio Brailovsky
El 6 de diciembre, la ciudad de Buenos Aires fue afectada
por una nube tóxica, causada por el incendio de un contenedor en el área de
cargas peligrosas del puerto. Me parece necesario evaluar el incidente y
discutir qué aspectos funcionaron y cuáles fallaron en el sistema de prevención
y respuesta a las emergencias ambientales.
Lo primero es el episodio mismo. Un incendio en un
contenedor de plaguicidas es una situación extremadamente grave. Sólo puede ser
el resultado de una negligencia extrema, que debe ser investigada. Es decir,
saber si la mala praxis se produjo en la preparación del contenedor o en su
tratamiento dentro del puerto y cómo fue que los controles posteriores no la
detectaron. ¿Hubo acaso controles posteriores? ¿Cuál es el procedimiento usado
en el Puerto de Buenos Aires para estar seguros de que las cargas peligrosas
están bajo control?
Tuvimos una información inicial que procuraba minimizar el
incidente. Alguien dijo (y muchos medios repitieron) que no fue un incendio
sino una reacción química. Que el contenedor se volcó y que se produjo esa
humareda por una reacción causada por el contacto del plaguicida con el agua de
la lluvia. Se trata de una versión sofisticada y falsa: todos los plaguicidas
son solubles en agua. La reacción mencionada es imposible en esta clase de
sustancias.
Todo indica que estamos en otro caso en que una empresa
privatizada hace ahorros en temas de seguridad. El episodio se parece demasiado
a los tranformadores con el tóxico PCB de las empresas eléctricas, al mal
mantenimiento de las vías y los frenos de los trenes o a la peligrosa
ampliación de la pista del Aeroparque. Sin embargo, no escuché que nadie
prometiera un informe público sobre las causas y responsabilidades del
episodio.
Otro aspecto es la seguridad del personal que debe enfrentar
los aspectos más críticos de la emergencia. Una vez que pasó todo, el
Secretario de Seguridad de la
Nación elogió el valor de los bomberos que arriesgaron sus
vidas al abrir el contenedor incendiado, sin protección alguna y sin saber qué
había adentro. Sin embargo, los bomberos tienen equipos adecuados para
enfrentar riesgos químicos. Los mismos que llevó el Secretario de Seguridad
cuando más tarde fue a la zona, pero que no usó el personal a su cargo. ¿Por
qué los bomberos fueron sin protección? Horas más tarde, el personal de
seguridad que impedía el acceso a la zona evacuada llevaba unos inútiles
barbijos de pintor, que sólo protegen contra el polvillo, pero no contra gases
tóxicos. ¿Quién decide, quién controla esos aspectos que pueden tener que ver
con la vida o la muerte?
Además, ¿por qué no sabían lo que había dentro del
contenedor? Un puerto es un lugar ordenado, aunque desde afuera no lo parezca.
Los contenedores están prolijamente catalogados y la autoridad portuaria tiene
un registro de qué hay exactamente en cada uno de ellos. Mucho más en el área
de cargas peligrosas. ¿O tal vez no lo tuvieran? ¿Podemos imaginar que alguien
tenga sustancias peligrosas y no sepa cuáles son ni dónde las tiene?
El contenedor siniestrado tenía un plaguicida de la familia
de los carbamatos, cuyo uso más frecuente es matar las larvas de insectos que
se comen las semillas. Se trata de un producto de toxicidad moderada. Pero si
hubiera sido un plaguicida de alta toxicidad, como por ejemplo, un fosforado,
habríamos tenido una mortandad masiva. Por eso es tan importante aprender del
episodio. Porque hay situaciones en las cuales la respuesta es valiosa, pero
hay otras en las cuales lo único que puede hacerse es prevención.
Varios medios de comunicación citaron un comunicado del
Ministerio de Salud que hablaba de un "plaguicida fosforado", no de
un carbamato. Esto es particularmente delicado, por la fuente de la
información. Para el público en general puede dar lo mismo forsforado que carbamato.
Pero los médicos que tienen que atender personas intoxicadas necesitan saber
exactamente a qué sustancia han estado expuestas para monitorear los síntomas
que puedan aparecer.
Aclaremos que la falta de muertos no significa ausencia de
toxicidad, teniendo en cuenta los efectos sanitarios detectados en la
población. Al comienzo del episodio, un vocero del puerto dijo que era
solamente "un feo olor". Más tarde, la Ciudad de Buenos Aires
informó sobre los síntomas que podían presentarse y en qué casos recurrir a una
guardia médica. Un organismo conjunto de emergencias ordenó evacuar un área de 600 metros en torno del
epicentro. Allí los principales edificios eran un establecimiento escolar y los
tribunales de Comodoro Py.
En este caso, la respuesta a la emergencia fue muy superior
a su prevención. En muy poco tiempo midieron la toxicidad de la nube y pudieron
definir la diferencia entre el área de incomodidad y el área de peligro.
¿Cómo se mide la toxicidad de una sustancia? ¿Por qué se
dice si es alta, moderada o baja? El procedimiento consiste en agregar unas
gotas de esa sustancia al alimento de unos pobres ratones blancos y medir qué
cantidad de esa sustancia necesitan para morir. Si mueren con poquito, la
toxicidad es alta, si necesitamos más gotas para matarlos, la toxicidad es
moderada. En este caso, lo más probable es que las personas no hayan estado
expuestas sólo al plaguicida sino también a sus productos de descomposición, ya
que la sustancia se quemó. De ellos, el más notorio es el ácido sulfhídrico,
por su característico olor a huevo podrido.
No tiene por qué haber sido el único.
Otra cuestión es la evacuación de la zona. Hubo una franja
de evacuación obligatoria (los 600 metros que dijimos, definida con el área de
riesgo) y otra de evacuación optativa, que era la zona en la cual era molesto
estar y todo el que pudo hacerlo se fue. Sólo que cuando intentaron irse no lo
lograron porque estaban cerradas las estaciones de subterráneo y de tren. Es
decir, que se fueron caminando en medio de la nube tóxica, una situación que
hubiera sido necesario evitar. Hay que incorporar los subtes y los trenes al
sistema de emergencias. Tienen que poder funcionar con una guardia mínima y
personal protegido en situaciones de emergencia, para poder evacuar rápidamente
las zonas de riesgo.
Todo esto requiere reconocer la existencia de un serio
problema de falta de prevención. Al mismo tiermpo, creo que es el momento de
iniciar una serie de auditorías ambientales en el conjunto de empresas
privatizadas, para evaluar con precisión los riesgos que está corriendo la
población.
La obra de arte que acompaña esta entrega es un óleo del
inglés William Turner, titulado "La quinta plaga de Egipto", pintado
en el año 1800. El episodio bíblico relata las calamidades enviadas por Dios a
los egipcios hasta que su Faraón aceptó la salida de los hebreos conducidos por
Moisés. La quinta plaga es una enfermedad que mata todo el ganado de los
egipcios y que Turner presenta bajo la forma de una enome nube tóxica. Lo
sugestivo es que el Faraón no aprendió nada de estos desastres y necesitó
varios más para reflexionar. ¿Tendremos nosotros una mayor capacidad de
aprendizaje?
Les agrego el recordatorio de mi libro "Buenos Aires,
Ciudad inundable", publicado por Kaicron y los datos del editor si les
interesa consultarlo por la obra.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky
Si les interesa mi libro "Buenos Aires, ciudad
inundable", los mails del editor son Rivas@kaicron.com.ar y
kaicron@kaicron.com.ar
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Nube tóxica sobre Buenos Aires, 09/12/12, Defensoría Ecológica.
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