Ciudad maya de Caracol, en Belize. Foto: Douglas Kennet |
La comparación entre registros climáticos y eventos
históricos muestra la importancia de la meteorología en el ascenso y caída de
la civilización maya.
por Daniel Mediavilla
Los mayas no dejaron escrita la fecha del fin del mundo,
pero aunque lo hiciesen sin querer, sí que nos contaron cómo podía ser el fin
de una civilización. Los problemas que provocaron el ocaso del mundo maya
habían comenzado casi cuatro siglos antes del hundimiento, hacia el año 660.
Las prósperas ciudades mayas, que se habían multiplicado durante un largo periodo de lluvias abundantes que
comenzó hacia 440, empezaron a sufrir las consecuencias de un descenso continuo
de las precipitaciones.
Sus poblaciones, que habían crecido como nunca antes durante
la bonanza y dieron lugar a espectaculares conjuntos arquitectónicos como los
de Tikal o Caracol, necesitaban una gran cantidad de alimentos para mantener su
nivel de vida y con la escasez llegó el conflicto. Los enfrentamientos entre
ciudades, las divisiones y la guerra debilitaron progresivamente una
civilización que iba a recibir la puntilla con el cambio de milenio. Una sequía
de 80 años, entre 1020 y 1100, acabó con la edad dorada de los mayas.
Aunque la influencia del cambio climático siempre ha estado
presente en las teorías que explican el fin del periodo clásico maya, la
escasez de secuencias arqueológicas y climáticas que puedan confirmar este
relato ha hecho que la hipótesis aún sea controvertida. Ahora, un registro
climático de los últimos 2000 años obtenido a partir de estalagmitas en la
cueva Yok Balum, en Belize, ha permitido presentar pruebas consistentes que
explican el fin del esplendor maya.
Esto es posible porque la composición de los átomos de
oxígeno (si tienen más o menos neutrones) varía dependiendo del volumen de
precipitaciones. Después, el agua con estos diferentes isótopos se filtra y
acaba fijándose en las estalagmitas donde se deposita por orden cronológico
formando un valioso repositorio mineral con información sobre el clima.
En un artículo publicado esta semana en Science, un grupo de
investigadores liderado por Douglas Kennett, de la Universidad Estatal
de Pensilvania, explica cómo compararon los cambios climáticos que quedaron
grabados en la cueva con la narración de sucesos históricos tallada en los
monumentos de las ciudades de la civilización precolombina. Las guerras, los
matrimonios o las llegadas de nuevos reyes al poder están registrados con gran
detalle en las piedras y se pueden cotejar con la abundancia o escasez de las
lluvias. Esta comparación permite concluir que las circunstancias climáticas
tuvieron una influencia clave en el desarrollo de la cultura maya.
La crisis tras la abundancia
Como reconoce Kennett, no solo el mal clima afectó a los
mayas. Las lluvias abundantes propiciaron el inicio de un desequilibrio en la
expansión de la población y la complejidad de la sociedad que más adelante
acabaron por suponer un problema insuperable cuando las sequías golpearon a la
civilización centroamericana.
Los autores del estudio también han utilizado un precedente
más reciente y con otras fuentes históricas para comprobar que su sistema es
fiable. Entre 1535 y 1575 se produjeron unas intensas sequías en la península
de Yucatán que los documentos de la época asocian a descenso en la producción
agrícola, hambrunas, muerte y migraciones. Entonces, según algunas
estimaciones, aquel desastre relacionado con la meteorología provocó un millón
de muertes.
De acuerdo a esta nueva hipótesis, el fin de la época dorada
maya se produjo por culpa de los cambios de posición de la Zona de Convergencia
Intertropical. Este cinturón de baja presión que rodea el planeta y viene
acompañado de lluvias se quedó durante el colapso maya demasiado al sur,
provocando una sequía catastrófica.
Pese a la distancia que nos separa de los mayas, Kennett
cree que su desgracia puede servir para prever qué impacto puede tener en la
sociedad el cambio climático. “Los ricos registros históricos y arqueológicos
de los mayas proporcionan una oportunidad para examinar los efectos a largo
plazo del cambio climático, tanto para el desarrollo como para la
desintegración de un sistema sociopolítico complejo como el nuestro”, concluye.
Parece que, como recuerda el investigador, aunque no fuese en sus calendarios,
los mayas nos legaron un relato sobre
cómo podía ser el fin del mundo.
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