A Darío Moreno no lo esperaba un sábado de fútbol o una ida
al cine. Se levantó y al mediodía nomás, ya estaba en el corte selectivo e
informativo que mantiene la asamblea de vecinos de Tinogasta sobre la ruta 60.
Pasadas las 2 y media, notaron unos puntitos sospechosos que avanzaban hacia
ellos. Pero no en el sentido del bloqueo: venían de atrás, desde las minas,
volviendo, vacíos de insumos como otros pocos camiones que habían logrado
burlar el corte. Éstos venían escoltados por la policía y la infantería. El
choque era inminente. Darío y dos compañeros se despegaron del bloqueo;
avanzaron casi 800 metros
y se pararon en el medio de la ruta, brazos en alto. Lo que sigue a esta escena
de “paren” es un nuevo capítulo de la represión en el noroeste de nuestro país,
que suma cientos de heridos, detenidos e imputados en más de cinco hechos
graves de represión (el segundo en Tinogasta) en lo que va del año. Los
camiones pasaron, otra vez gracias a la brutalidad policial, pero Darío y los
suyos, en Tiongasta, Andalgalá, Belén, Santa María, Amaicha del Valle y otros
pueblos -que no fueron reprimidos pero se solidarizaron-, retrucaron su
apuesta: “Seguiremos con más fuerza que nunca”, dice.
Un corte estratégico
En el kilómetro 250 de la ruta 60 se encuentra la ciudad de
Tinogasta. Su ubicación es estratégica para el transporte terrestre, ya que
cruza por allí uno de los tres cordones más importantes del país. Por eso, en
Tinogasta existe una sede de la Aduana Nacional que obliga a todo vehículo de
carga a declarar los insumos que transporta. Estas condiciones le han permitido
a la asamblea de vecinos detener, primero, un proyecto de exploración de uranio
que se haría a 7 km
de la plaza principal, y luego, mantener -desde el 29 de febrero- un corte
selectivo sobre la ruta 60 que impide el paso de los camiones que llevan
insumos a la minera La
Alumbrera , en Catamarca, y la Barrick Gold , de San
Juan.
La ley que cae
La mañana del 10 de febrero de este año fueron reprimidos
con infantería, policía, perros, seguridad de las empresas, balas de goma y
gases lacrimógenos. Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada, otro corte
era desplazado violentamente (sin orden de desalojo, con los mismos elementos
que en Tinogasta) de Amaicha del Valle.
Uno y otro corte habían surgido en protesta por el primer
desalojo que inauguraba esta cadena represiva en el noroeste argentino. Fue en
Santa María, el 27 de enero del 2012: decenas de heridos, nueve vecinos
detenidos e imputados en principio por el artículo 213 del Código Penal: “Será
reprimido con reclusión o prisión de tres a ocho años el que organizare o
tomare parte en agrupaciones permanentes o transitorias que tuvieren por objeto
principal o accesorios imponer sus ideas o combatir las ajenas por la fuerza o
el temor, por el solo hecho de ser miembro de la asociación”.
La abogada Nidia Gauthier, presente al momento de la
imputación (que se labró ilegalmente en la propia comisaría, donde el fiscal
interviniente, Julio Landívar, llevó especialmente a su secretario y
escribiente para labrar el acta), denunció entonces el debut de la Ley Antiterrorista
en el país, hecho que el propio ministro de Jusiticia y Derechos Humanos, Julio
Alak, debió salir a desmentir: “Es absolutamente falso: están imputados por presunta violación al artículo 194 del Código Penal, que habla del entorpecimiento del transporte”, dijo. Gauthier respondió: “Que me disculpe el
ministro Alak, pero él no estuvo en la imputación, y yo sí”. El testimonio de
la abogada no excluye la versión del Ministro de Justicia de La Nación : confirma que tanto
el artículo 194 como el 213 bis del Código Penal les fueron leídos en aquella
comisaría como imputaciones a los vecinos. Pero el fiscal Landívar jamás
entregó una copia de la imputación. “Me dijeron que no me iban a dar copia
hasta dentro de siete días, pero nosotros las necesitamos para plantear
formalmente la nulidad del caso y pedir la inhibición de estos juzgados”,
explicó a lavaca la abogada. Trece días después, el jueves 9 de febrero,
Gauthier reiteraba su pedido al juzgado: “Ahora el expediente está en manos del
juez titular, Marcelo González, que debe observar los recaudos procesales
pertinentes para un juzgamiento justo. Si es así, la causa está cayéndose”. La
lectura de Gauthier confía en la inconstitucionalidad de las medidas del fiscal
Landívar, a quien labró una denuncia.
El artículo 213 bis no volvió a aparecer en las
imputaciones, ni la copia fue entregada a Gauthier, y la causa, finalmente,
cayó.
La inteligencia
El 10 de febrero reprimían nuevamente el corte de Tinogasta
que había surgido en protesta por el violento desalojo y las detenciones en
Santa María, luego repetidas en Belén (36 detenidos, incluyendo menores) y
Andalgalá. Esta ciudad, además de la represión del corte, sufrió un insólito
estado de sitio de patotas promineras, que funcionaron como frontera interna
controlando la salida y entrada de visitantes, pero que no aguantaron la
actuación más de una semana. El jefe policial Juan Palomeque reconoció que puso
a trabajar a “grupos de inteligencia” en Andalgalá y Tinogasta para “resguardar
la paz” (sic) frente a la posible presencia de “elementos foráneos”.
Esta primera represión en Tinogasta incluyó decenas de
heridos por golpes –por ejemplo- a Gloria Carpio que estaba con su hijo Lautaro
de 3 años en brazos, o un mordiscón de un perro en la teta de Clarisa. Y los
camiones pasaron.
Relato de la represión
El corte selectivo a camiones de las empresas mineras
siguió. Casi 100 días después -días que Darío Moreno, uno de los
protagonistas, define como “muy tensos y repleto de maniobras para
desarmarnos”-, el reciente sábado 12 de mayo la policía volvió a reprimir a
tres vecinos de Tinogasta (Darío, entre ellos) para permitir el paso de
camiones que volvían vacíos de las minas. Cuenta a lavaca Moreno:
“Eran las 2 y media cuando vimos venir los camiones del otro
lado, desde el lado que vuelven de las minas (porque llegan por un paso muy al
norte, y les es más directo volver por acá). Entonces con dos compañeros -Eduardo Algarañaz, de Catamarca, y Germán Cots, de Buenos Aires, de la asamblea
de Famatina- hicimos una avanzada contra los camiones, que venían desde La Alumbrera escoltados por
infantería y policía”.
“Sabíamos que querían desarmar el bloqueo para que pasen los
camiones, era una excusa para hacer lo que hicieron. Por eso tratamos de salvar
el acampe y el bloqueo lo hicimos nosotros tres -y una compañera que filmaba-
en una avanzada más adelante, a 800 metros de la asamblea. Nuestra técnica era
pararnos en el medio de la ruta, con los brazos arriba, sin elementos
contudentes”.
“Entonces para el convoy, se bajan los infantes de las
camionetas y nos empezaron a pegar con los palos. Utilizaron muchísimo gas
pimienta una vez que ya nos tenían en el suelo, nos esposaron, siguieron
pegándonos, pateándonos. Así nos cargaron a una camioneta y siete infantes se
nos subieron literalmente encima. Apenas abríamos los ojos o nos movíamos por
la incomodidad, nos echaban gas pimienta en la nariz, que es algo que te mata…
En esas condiciones viajamos 50
km hasta Fiambalá. Nos llevan ahí porque es un feudo que
el intendente maneja como una estancia y de alguna manera tiene la seguridad
política; es un pequeño Macondo. Y si nos traían a Tinogasta iba a haber una
fuerte presión social para que nos liberaran”.
“Nos meten en un calabozo y nos tienen secuestrados casi 5
horas. Nunca nos informaron a dónde nos llevaban, a nosotros ni a la gente, ni
a los asambleístas, ni a los abogados. Cuando llamaban al juzgado o a las
comisarías les decían que no sabían nada de nosotros. Y lo que se supo fue por
los compañeros de Fiambalá, que cuando vieron tanto revuelo en la comisaría se
dieron cuenta. La gente se juntó también frente a la comisaría de Tinogasta
para pedir nuestra libertad, y por esa presión social recién a las 8 y media
nos dan la libertad”.
Tan sólo tres camiones habían logrado burlar el corte desde
su inicio, 15 días antes de estos sucesos: “Vinieron directamente a
arrollarnos, con custodia policial”, cuenta Darío. El corte de Tinogasta
obliga, en cambio, a viajar hasta un paso más al norte (“muy al norte”),
descargar en La Alumbrera
e intentar volver por la ruta 60 que cruza Tinogasta, “porque es el camino más
directo”. En eso estaban estos camiones, custodiados celosamente por infantería
y policía de la provincia, cuando se toparon con Darío y sus dos compañeros,
que fueron rápida y violentamente sacados del paso.
En la comisaría no les informaron, pero Darío estima que
“seguramente alguna imputación nos va a caber, algún cargo como desobediencia
judicial o atentado a la autoridad”.
Por su parte, los vecinos ya denunciaron el accionar
policial.
Entre una represión y otra, Darío recuerda 100 días de
“muchas presiones. Han usado muchísimos recursos para desarmar el bloqueo:
intentar comprar gente, infiltrar marihuana para criticarnos, armar grupos de
choque que vienen a patotear”, enumera. “Pero Tinogasta es un lugar muy fuerte
dentro de las condiciones que han llevado a este corte. Seguiremos con más
fuerza que nunca el corte selectivo e informativo. Es la única forma de
pararlos”.
Fuente:
- lavaca.org, 15/05/12, Otra vez, represión en Tinogasta. Otra vez, jaque a las mineras.
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